¿En qué momento surge y se construye la colectividad? ¿De qué manera
decenas se convierten en cientos y cientos en miles que denuncian al
unísono abusos, atacan un sistema y lo convulsionan de raíz? ¿Cómo es
que se genera ese sentimiento de empatía entre l@s un@s y l@s otr@s?
¿Cuál es el papel de las redes de apoyo en una sociedad capitalista que
busca el cambio social?
El lunes 12 de mayo los diarios nacionales mostraron imágenes donde
al menos 3 mil personas marcharon en las calles de Tampico, Tamaulipas
contra la inseguridad y la crisis de violencia que se vive en la
entidad, evidenciando no sólo el gobierno fallido de Egidio Torre
Cantú, sino también la falta de Estado de derecho que se vive
actualmente en México.
El hartazgo y la impotencia ante los atropellos suelen ser los
detonantes de las movilizaciones sociales, el vern@s reflejad@s l@s
un@s en l@s otr@s con nuestras carencias, frustraciones, anhelos y
luchas permitiéndonos cohesionarnos como grupo y sumarnos contra el
maltrato en todas sus formas.
Si en la marcha del 11 de mayo, ciudadanas y ciudadanos se
fueron uniendo al contingente conforme éste circulaba por la avenida
Hidalgo de Tampico, en clara muestra del rechazo a la violencia y la
impunidad, ¿por qué éste tipo de acciones en que se suma la población
por la legítima defensa de una vida pacífica no se replica con la misma
fuerza en otro tipo de abusos como es la violencia contra las mujeres?
La omisión, el silencio, la indiferencia, la falta de
solidaridad con las mujeres que viven y han vivido violencia simbólica
y física es lacerante. Como si de un tabú se tratase y de tan
personal que habría que ser ocultado, incluso llegándose a
culpabilizar a la víctima por no saber comportarse, por no
prevenirse de salir a tal o cual lugar a altas horas de la noche, por
no saber escoger a sus parejas sentimentales, pareciesen justificar la
violencia cometida contra ellas. ¿Será por ello que pocas voces se
alzan en su defensa? ¿Querrán evitar ser vinculadas con aquellas que
por tomar malas decisiones irremediablemente se convierten en
víctimas de agresiones?
Incluso se llega a los extremos en que algunas mujeres pese a
que han vivido violencia por parte de su contraparte masculina
disculpan las agresiones, debilitando el apoyo que otras y otros les
podrían brindar, lo que a la postre se convierte en justificación para
que se retire la protección y se naturalicen actos de violencia. La
responsabilidad total recae sobre la víctima femenina y la sociedad en
contubernio con la impunidad de las autoridades se termina lavando las
manos y por ende pocas son las veces que son castigadas las agresiones.
Pero ¿por qué este tipo de reacciones? ¿por qué si es tan claro
para los demás la agresión, para la víctima femenina no lo es de la
misma manera? Sin ánimo de generalizar puesto que tengo presente muchas
mujeres actúan de manera resuelta desde la primera ocasión de maltrato
alejándose y denunciando al agresor, otras muchas no. Esto genera que
al no escudriñarse las raíces de tal fenómeno, se tome con indiferencia
a la víctima como si de facto ella quisiese y aceptase las agresiones,
- de lo cual yo difiero y considero demasiado simplista-.
A mi consideración este tipo de reacciones en que se justifican
las agresiones tienen un componente cultural anclado en que en una
sociedad patriarcal, en donde existe el dominio masculino sobre las
mujeres, los hombres son los que detentan el poder simbólica y
materialmente. Siguiendo este pensamiento ¿acaso no se quiere estar en
alianza con el poder? Si para estar bien y en compañía tengo que estar
unida con el poder masculino, dentro de una lógica un tanto retorcida,
tendría sentido aceptar un sinnúmero de reglas que impone él, tales
como obediencia, sumisión, pasividad. Pero en muchas ocasiones pese a
que las mujeres siguen estos preceptos, las agresiones continúan sin
que tengan oportunidad a hacer lo que ellas desean ¿A qué se debe? ¿No
ha resultado la necedad por la aprobación masculina?
Simone de Beauvoir en su libro El Segundo Sexo ya decía
que las mujeres no han ganado sino aquello que los hombres les han
querido conceder, resaltando que la falta de solidaridad de trabajo e
intereses entre las mismas mujeres las ha debilitado en formar un
sentido de comunidad que las lleve a luchar todas juntas como lo
hicieran los proletarios en la revolución en Rusia, los negros de
América, los judíos de los guettos entre otros.
¿Cómo romper con la malsana unión que vincula a las mujeres
con el patriarcado (reproducido tanto por hombres como por mujeres)?
Las mujeres tenemos que ser más solidarias con nuestras compañeras de
lucha, crear alianzas con ellas y hartas de vivir de rodillas denunciar
las agresiones ejercidas contra nosotras y nuestras pares al vernos
reflejadas las unas en las otras.
La impotencia y el hartazgo deben irrumpir tal y como en las
marchas nacionales contra el crimen organizado, en una sola lucha, la
de visibilizar las agresiones contra las mujeres por parte de todas y
todos pero principalmente de las propias mujeres porque todas nosotras
ya no somos las mismas.