El
acuerdo celebrado por la Alianza de Jornaleros de San Quintín con los
gobiernos federal y local de Baja California, la madrugada del pasado
jueves, constituye un logro parcial de las y los trabajadores agrícolas
de esa región, quienes dos meses atrás se rebelaron contra las
condiciones de explotación y abandono que han sufrido durante muchos
años.
No sería correcto calificar el resultado de la lucha de los
jornaleros, tomando como base únicamente los 13 puntos que componen el
acuerdo firmado; habría que considerar otros factores, entre ellos, la
manera en que se procese internamente la experiencia de las últimas
semanas, el fortalecimiento organizativo de la Alianza, la
consolidación de las relaciones que a nivel nacional e internacional
han logrado y también su capacidad para hacer cumplir un convenio que
en esencia contiene compromisos futuros.
Los 13 puntos del acuerdo podrían dividirse en cinco temas. En el
primero las autoridades se comprometen a crear las condiciones para
liberar y cancelar la acción legal contra 14 trabajadores detenidos y
de cuatro menores. Son del dominio público las acciones violentas y
provocadoras que asumieron las fuerzas policiacas en esa localidad,
mismas que incrementaron el encono de los trabajadores de por sí
agraviados por los diversos engaños y mentiras de las autoridades.
Un segundo tema está relacionado con el rechazo a los contratos
colectivos de protección patronal que fueron firmados al margen de la
voluntad de los trabajadores, por la CTM, CROC y CROM, al gusto de los
empresarios. En el acuerdo se estableció el compromiso de la Secretaría
del Trabajo y Previsión Social de otorgar el registro sindical a la
Alianza de Jornaleros y de respetar el derecho de sus miembros a la
libre autodeterminación gremial.
Un tercer punto está vinculado al incremento salarial, demanda
fundamental del movimiento, frente a la cual la patronal ha mostrado
una gran resistencia. Los gobiernos federal y local no pudieron o no
quisieron sentar a los empresarios en la mesa de negociaciones para
discutir la propuesta de los 200 pesos diarios de salario base que han
venido reclamando los jornaleros. En el acuerdo, los gobiernos se
comprometen a gestionar una definición empresarial que deberá estar
concluida a más tardar el 4 de junio próximo, así como un pago
retroactivo del incremento al 24 de mayo. El gobierno federal asumió el
compromiso de cubrir la diferencia entre el incremento que den los
patrones y los 200 pesos reclamados por los jornaleros. Es un punto de
acuerdo de características extraordinarias y con un diseño poco claro
en su texto; sin embargo, los jornaleros optaron por confiar en que las
autoridades cumplan el compromiso.
Un cuarto aspecto está relacionado con una serie de acciones
gubernamentales, que si bien tienen su sustento en la ley, en la vida
práctica no se cumplen, como la obligación de afiliar a todos los
trabajadores al Seguro Social, a respetar la integridad de las mujeres,
evitar el trabajo de menores y obligar a los empresarios a cumplir con
diversos deberes de corte laboral, como el sistema de pago de salarios,
vacaciones, aguinaldo y séptimos días, involucrando a la inspección
laboral para lograr ese fin. La importancia del tema no es menor
considerando que existe un gran número de jornaleros que carecen de la
protección del IMSS y del respeto a derechos laborales básicos.
En
un quinto aspecto del convenio los gobiernos asumen una serie de
obligaciones orientadas a mejorar las condiciones económicas y sociales
de la zona donde residen los jornaleros mediante un fideicomiso
especial. También se comprometen a establecer medidas para preservar el
carácter de beneficiarios de distintos programas sociales, los cuales
han sido afectados por los desplazamientos de los trabajadores.
En este proceso, los jornaleros y sus dirigentes debieron asumir en
corto tiempo tareas extraordinarias: lograr consensos internos para
designar una vocalía colectiva, presionar a los gobiernos que ignoraban
sus reclamos y que de manera constante opusieron tácticas dilatorias
buscando desalentar a los inconformes; contrarrestar campañas
publicitarias orientadas a desprestigiarlos ante la sociedad; también
lidiar con algunos provocadores que extrañamente aparecen en las
movilizaciones sociales pacíficas, generando actos de violencia que no
corresponden a la conducta de los trabajadores. La construcción de
relaciones ha sido un proceso que se ha extendido con creciente vigor
por la gran simpatía que ha generado su movimiento en distintos ámbitos
de la sociedad. A ello habría que agregar razones de afinidad cultural
e histórica entre comunidades que trascienden el límite de las
fronteras; pero sobre todo, asumieron la tarea de enfrentarse a un
sector patronal insensible y soberbio acostumbrado a imponer su ley y
ejercer su red de influencias en el ámbito gubernamental, ello explica
en parte, la negativa de los gobiernos a ejercer su función. Es claro
que la presión internacional será fundamental para que estas empresas
modifiquen su actitud y accedan a cubrir un salario justo a sus
trabajadores.
Este convenio, más que un final, debe entenderse como el principio
de una etapa en la lucha de este sector de asalariados, particularmente
agraviado, el cual repite problemas similares en otras regiones del
país.
Si consideramos el punto de partida de los jornaleros habrá que
reconocer que han desarrollado una tarea de gigantes: han logrado
visibilidad, exhibido a los gobiernos y sus patrones y obligado al
reconocimiento de su Asociación, pero sobre todo, han generado la
esperanza de que consolidando su organización podrán mejorar su calidad
de vida y la de sus familias. Son muchas las tareas pendientes:
identificar a sus verdaderos aliados, evitar las divisiones de siempre,
prepararse para los nuevos retos y consolidar lo que parece ser su
haber más importante, su profunda vida comunitaria, retos que en todo
caso las organizaciones de trabajadores deben afrontar permanentemente.
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