Por: Guillermo Fabela Quiñones /
La propuesta de las mal
llamadas candidaturas “independientes”, suena atractiva a los oídos de
una ciudadanía que está harta de los partidos tradicionales. Sin
embargo, es preciso admitir que no hay condiciones para que sea una
realidad tal objetivo en el actual sistema político mexicano. Se debe
partir del hecho de que la democracia es inexistente en el país, sigue
siendo una asignatura pendiente de la que incluso nos hemos estado
alejando por la propia descomposición de las instituciones, secuestradas
por la ultra derecha en el poder firmemente desde hace poco más de tres
décadas.
El tema cobra actualidad
porque Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, tomó protesta el domingo 4
como el primer gobernador “independiente” de México. El que no lo haya
patrocinado el PRI o el PAN o cualquier otro partido al servicio de la
derecha, no quiere decir que no sirva a los intereses del sistema
caduco, corrupto y anquilosado que permite la continuidad de un Estado
antidemocrático, sin división de poderes, plenamente controlado por la
élite oligárquica.
Lo que sucede es que ante la
decadencia de un sistema tan ajeno a la sociedad nacional, dado que la
mayoría de la colectividad está harta de tanta demagogia, tanta
corrupción y tanta hipocresía, los ideólogos del mismo decidieron
explorar este instrumento con el fin de frenar la caída de un aparato
electoral que se desfondó, luego de verse obligado a quitarse la máscara
que lo cubría. Es obvio que lo que se busca es engañar a la población
con el cuento de la “independencia” de políticos cuya trayectoria no
deja lugar a dudas de sus compromisos con el poder, ya sea político o
económico, o ambos a la vez, como es el caso de “El Bronco”.
De hecho, ante la inviabilidad
de que la derecha pueda llegar al 2018 con un abanderado fuerte, capaz
de competir con Andrés Manuel López Obrador, el innegable candidato no
sólo del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), sino de la gran
mayoría de la población, el único recurso que le queda es sacarse de la
manga a un político “independiente”, tal como lo hizo en Nuevo León. Sin
embargo, puede asegurarse sin temor a equivocarnos, que en el tiempo
que transcurra de aquí a junio del 2018, la tan festinada
“independencia” de “El Bronco” quedará hecha añicos.
No tendrá ninguna posibilidad
de actuar con una relativa independencia, aunque lo que le sobrará serán
recursos demagógicos para hacer creer a la población desinformada que
se maneja de manera independiente de los poderes fácticos. De ello dio
muestras en su discurso de toma de posesión. Baste un ejemplo: “Hoy lo
digo claro y fuerte: se les acabó la fiesta a los bandidos. Que ni se
hagan ilusiones los manos largas. A partir de hoy se acabaron los moches
y las transas, los lujos a costillas de la gente. Si quieren lana,
háganla por la buena, como la gente honrada”.
Al hacer tal señalamiento está
aceptando que en el gobierno de su antecesor, el priísta Rodrigo
Medina, hubo “moches y transas”. En consecuencia, lo que en justicia
elemental corresponde es llamarlo a cuentas, enjuiciarlo si procede con
base en las pruebas reunidas, aunque lo que habrá de suceder (podemos
asegurarlo) es que a quienes se aprehenda y lleve a juicio, en el mejor
de los casos, será a subalternos de poca monta, como es ya una costumbre
del sistema.
En consecuencia, candidaturas
independientes las habría en un sistema en el que la democracia
participativa fuera ya una realidad incontrovertible, no en el México
desgobernado por una tecnocracia al servicio de la élite oligárquica,
como es nuestro caso. De ahí que se le esté dando un carácter de
propuesta seria a las mal llamadas “candidaturas independientes”. Y para
que no quede duda, el propio Instituto Nacional Electoral (INE), por
conducto del consejero Arturo Sánchez, puntualizó que el instituto
solicitará que haya leyes que “emparejen el piso” y no obstaculicen las
candidaturas ciudadanas.
Con todo, no son leyes lo que
se necesita, pues ya se tienen de sobra aunque no se cumplan, sino
condiciones para una auténtica participación ciudadana y un cabal
respeto al voto. En resumen, una nueva realidad democrática, en la que
los poderes fácticos no tengan posibilidad de controlar al Estado. Meta
difícil pero no imposible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario