Continuamente hablamos sobre los derechos sexuales y reproductivos, el empoderamiento, las políticas públicas, hablamos también de historias de mujeres que aún luchan por ser libres, dueñas de su propio cuerpo, autónomas,y que conexión tiene, bien pues simplemente porque esto se necesita para enfrentar la pobreza, tenemos un artículo de Preethi Sundaram, oficial de política y autora del informe de la Federación Internacional de Paternidad Planificada y Fiona Salter redactora de la misma organización, ellas nos dicen que -Si puedes decidir con quién vivir, qué le pasa a tu cuerpo y el tamaño de tu familia, si eres libre para tomar decisiones sobre esos derechos fundamentales, entonces podrás participar plenamente en la vida política, económica y social", porque de esto se trata la igualdad
Y para terminar la cobertura del quincuagésimo noveno período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer CSW por sus siglas en inglés, nos preguntamos qué sigue?, ya sabemos que nos hemos quedado muy cortos en cuanto a los resultados de los ODM, ya sabemos que debemos ser incluyentes como países, pero también como Organizaciones no gubernamentales, a nivel local por país y a nivel internacional como la misma ONU, ya que acallar las voces feministas o reportes alternos nos paraliza de algún modo, es una pena que al momento de finalizar tan grande evento esperado por este 50% de personas que viven en este planeta y que aportan su trabajo en todos sentidos, la ONU haya excluído a las mujeres portadoras de los cambios, del trabajo solidario
Y el trabajo y la denuncia sigue para que este mundo sea más equitativo en todas sus formas, y una de ellas es dejar atrás los estereotipos, equilibrar los espacios, los argumentos, las historias, cuando vamos al cine vemos en su gran mayoría historias de hombres rodeados de mujeres en papeles secundarios, patrones de conducta que no representan en su totalidad a las mujeres, mucho menos reivindican nuestras luchas, sabemos que en términos de premios existen consejos de hombres que repiten estrategias que nos dejan fuera, y muestras hay muchas
Hablando de espacios y de avances, Chile podría darnos el ejemplo, cuántas veces hemos sido agredidas en la calle con los mal llamados “piropos” callejeros que contrario a agradarnos nos molestan y ofenden, sin contar en nalgadas, tocamientos, silbidos, palabras ofensivas o miradas realmente incómodas, el Observatorio contra el Acoso Callejero en Chile (OCAC) presentó la semana pasada un proyecto de ley en el Parlamento llamado Ley de Respeto Callejero, esta herramienta permitirá prevenir ataques y proteger a las víctimas, además de poseer un enfoque preventivo, educativo y comprometido con la equidad de género, la Ley de Respeto Callejero es una medida indispensable para avanzar hacia un espacio público más amable y seguro para todas y todos”
y continuamos con el programa de nuestra querida amiga María Néder y sus Mujeres de Puerto Almendro, un espacio para conocer de las mujeres latinoamericanas instrumentistas, compositoras y cantautoras a lo largo del tiempo
El 70 % de los personajes que aparecen en el cine son hombres. Dato
curioso, si tenemos en cuenta que el 50 % de los habitantes del mundo
son mujeres.
Tenemos pues una primera evidencia: algo chirría,
aunque solo sea desde un punto de vista fríamente numérico, en la
representación del mundo que nos ofrece el cine (véase el estudio Gender Bias Without Borders del Geena Davies Institute, 2014). Pero vamos ahora con lo cualitativo. Y utilicemos como ejemplo las cinco cintas nominadas al Goya a la mejor película.
Empecemos con la ganadora, La isla mínima, y con El Niño.
Ambas responden a un modelo muy habitual en el cine dirigido al gran
público, que podríamos resumir en tres reglas. Una: la acción gira en
torno a hombres que pelean. Dos: contrariamente a los varones, las
mujeres nos son presentadas no en función de sus proyectos propios o de
las relaciones que establecen con los personajes de su mismo sexo, sino
según sus relaciones con los hombres. Tres: que un personaje femenino se
dibuje como positivo (o al menos, indiferente) o negativo depende de si
favorece o entorpece los proyectos masculinos. Tanto en La isla mínima como en El Niño, los papeles de ellas, muy secundarios, consisten principalmente en ayudarlos a ellos: en La isla...,
aparecen solamente para dar pistas a los inspectores que ocupan el
centro de la narración; sus propias vivencias importan poco (¿por qué,
por ejemplo, no se da mayor protagonismo a la madre de las víctimas, o a
sus compañeras, o a ellas mismas, en flash-back?). En El Niño
sirven también de apoyo (una ayuda a los policías, la otra a los
traficantes) o de reposo del guerrero, al que relajan con un rato de
sexo o consuelan visitándole en la cárcel.
En cuanto a los
personajes femeninos negativos, en el modelo de cine del que estamos
hablando (que no es el único, pero sí el dominante), responden a los
estereotipos de loca, víctima o manipuladora. Este último resulta
especialmente interesante: versión aggiornata de una figura de
larga tradición, la bruja, sirve para corroborar la idea, fundamental en
el patriarcado, de que el poder en manos femeninas es siempre ilegítimo
y peligroso. Veámoslo en otra de las películas nominadas, Magical Girl:
aparecen en ella una niña y una mujer, ambas manipuladoras (la adulta
encarna además los otros dos modelos clásicos: loca y víctima). Si uno
de los protagonistas masculinos se convierte en chantajista y el otro en
asesino, es por culpa de la hija en un caso y de la examante en otro
(ya se sabe: cherchez la femme).
¿Qué es entonces una
película machista? La que aplica y corrobora los principios del
patriarcado, como considerar que los hombres merecen más protagonismo
que las mujeres, o que una mujer se define por su relación con un
hombre, o que las mujeres, si no son complacientes, son odiosas, o que
si tienen algún poder, lo han obtenido por medios turbios y lo ejercen
con consecuencias nefastas.
A quienes formulamos este tipo de
críticas se nos suele responder que la sociedad es machista y el cine, o
la cultura en general, se limita a reflejarlo. Bien, el simple dato de
que solo el 30% de los personajes cinematográficos son femeninos, siendo
así que en la sociedad, machista o no, ellas son el 50%, debería bastar
para poner en duda esa afirmación. En cuanto al contenido de las
películas, muchos creen, y así lo dicen, que quienes protestamos contra
el machismo preferiríamos un arte que se tapase púdicamente los ojos
ante una realidad desagradable, sustituyéndola por una ñoña Disneylandia
donde todo el mundo es bueno. Así por ejemplo, en un reciente
comentario titulado ¿Faltan mujeres en los Oscares?, la crítica cinematográfica mexicana Fernanda Solórzano afirma que la película Perdida (David Fincher 2014) "muestra la vida como es, no como debería ser".
La película narra (atención: ¡spoiler!)
los turbios manejos de una mujer que finge ser violada y asesinada con
la única intención de destrozarle la vida a su marido. Es algo que
probablemente no ha sucedido jamás, mientras que como ustedes saben,
cada año miles de mujeres son violadas y asesinadas en todo el mundo.
¿No es increíble que una crítica de cine pueda afirmar que Perdida
"muestra la vida como es"? Increíble... y una prueba de la eficacia del
cine. Y por cierto, ¿piensan ustedes que una película que mostrara un
hombre fingiendo su asesinato a manos de yihadistas para perjudicar a la
comunidad musulmana se exhibiría con toda normalidad en los cines, como
se exhibe Perdida?
La sociedad es machista, el cine no
tiene por qué serlo. Qué mejor prueba de ello que las otras dos cintas
nominadas al Goya a la mejor película: Relatos salvajes y Loreak. En Relatos...
aparece un espléndido e inusual personaje femenino: la novia engañada
que con su violenta venganza se gana el respeto del hombre que la
engañó. En cuanto a Loreak, muestra algo que sucede en la
realidad y que es importantísimo para las mujeres: la amistad y
enemistad entre ellas, pero de lo que el cine raramente se ocupa; y lo
hace con respeto, con hondura, y sin idealización.
Acabo con dos
observaciones y un ruego. Observación sobre las causas: ¿por qué hay
tanto cine machista? Algo tendrá que ver el hecho de que más del 90 % de
las películas son dirigidas, y la gran mayoría también escritas y
producidas, por hombres (véase Cine y género en España, un
estudio dirigido por Fátima Arranz, ed. Cátedra, 2010); comparemos, por
cierto, cómo trata la violencia machista David Fincher y cómo Icíar
Bollaín en Te doy mis ojos. Observación sobre las
consecuencias: la insensibilidad social respecto a, por ejemplo, la
violencia de género (preocupa a una ínfima parte de los españoles según
los estudios del CIS) algo tendrá que ver con un cine que presenta a las
mujeres como seres de poca importancia y que, si no son sumisas, son
odiosas. Y para terminar, un ruego: señores cineastas (a las señoras no
hace falta pedírselo, porque ya lo hacen), innoven un poco.
No repitan
una y otra vez y otra y otra los mismos clichés: el hombre interesante,
heroico incluso si es villano, la chica sexy, la mujer loca, víctima o malvada... Que estamos indignadas, pero además, aburridísimas.
Nueva York, 24 marzo. 15, SEMlac/ AmecoPress. El
edificio de Naciones Unidas poco a poco se ha quedado solo. Las mujeres
migraron después de una intensa actividad. Más de 200 reuniones
paralelas y el temor de ir para atrás en los derechos de las mujeres.
Los pasillos son transitables, ya no hay algarabía, sino negociaciones
muy diversas. Una principal es la de la financiación para lo que sigue,
tras un reconocimiento tácito de que las cosas no fueron todo lo
exitosas que parecían.
Ya sé, cuando
esto se lea, habrá muchas personas que dirán que ya lo sabían. Y la
realidad es la mejor muestra. Pero la realidad está hecha de varias
imágenes.
¿Quién no
recuerda las discusiones en el año 2000, (porque todo se encorchetaba,
como se dice en la jerga de Naciones Unidas) la batalla para ponerle el
nombre a los derechos sexuales y reproductivos, el tema de incorporar
por ley la igualdad entre hombres y mujeres, las resistencias
conservadoras y machistas para el establecimiento de las cuotas de
género, la reafirmación de que los derechos humanos también incluyen a
las mujeres, los diálogos infinitos para acordar cómo abordar el asunto
de las costumbres y las religiones que se tratan de imponer en países
laicos?
Las acciones de
las mujeres organizadas y sus alianzas para ir caminando, aunque sea un
pasito, tienen sentido y la ventaja es que hay quienes invierten
energía y tiempo para hacerlo. Aquí eso sucedió, un pasito, dejar en
claro que no puede seguir adelante la discusión mundial, que tiene que
mirar otros 15 años adelante, tratando de enderezar al planeta amenazado
por la pobreza, la rebelión con causa, las guerras y la escasez de
energéticos. Acciones que no pueden hacer invisible que hay medio mundo,
exactamente, la mitad de todo, que somos las mujeres.
La diferencia
es que aquí se fueron las mujeres un poco decepcionadas porque al
movimiento feminista, promotor, autor, vanguardia en cada tramo de
avance y ley, lo sacaron del edificio de Naciones Unidas, le cortaron la
tradicional interlocución e intentaron acallarlo en sus reclamos. El
pasito es que sí, que algunas ONG se entrevistaron con la jefa de ONU
Mujeres, se quejaron del bajo perfil para las actoras principales y de
la desequilibrada forma de funcionamiento.
Otras pudieron
estar con sus misiones gubernamentales. Hablarle de tú a la autoridad y
solicitar asientos, compromisos, reuniones para el futuro, e hicieron
presencia. Hasta les exigieron, como si estuvieran en casa. En misiones
donde hay una postura abierta, como en la de México, haciendo honor a su
antigua tradición de política exterior y apertura, que ya se nos había
olvidado, después de aquel "comes y te vas". Hace dos días hasta las 2
de la mañana estuvo la discusión para que el seguimiento de esta
evaluación mundial se haga incluyendo a la sociedad civil, pero no solo
eso, recuperando palabras que en los documentos de Naciones Unidas son
fundamentales. ¿Cómo? Es que de pronto en esas reglas se tachó derechos
humanos una y otra vez, en párrafos que parecían inocentes, o se
pretendía eliminar el diálogo social, o se daba más importancia a
pequeños avances que a los grandes y persistentes problemas.
El barco se
enderezó, los compromisos del ECOSOC, la intervención diplomática de
varios países, entre ellos México, la fuerza de la razón y, aunque no se
crea, la importancia de la presencia física de las organizaciones,
cuando menos detuvo la intención de los encubiertos machos, de los
países de siempre, esa, una intención de atraso y desmesura. Se me
acelera el corazón cuando me acuerdo, y cuando me veo con tanta
inocencia en el pasado. En el año 2000 apenas había un dato sobre el
negocio universal de la trata con fines de explotación sexual, hoy es un
tema de preocupación en la boca del ECOSOC. Entonces era de vida o
muerte dialogar con la delegación mexicana, de vida o muerte un párrafo
que se quería quitar.
Claro que algo
cambió, y los gobiernos que son las Naciones Unidas, saben muy bien que
el trabajo de las mujeres es garantía para que sobreviva el sistema
económico y base de grandes ganancias en todos sentidos. ¿Qué harían los
dueños del mundo sin la inteligencia y los brazos para trabajar que hoy
aportan las mujeres? Incluso en ese que parece el más atrasado, en
donde las mujeres con burka también producen para la economía mundial.
Lo que sigue: El Post 2015
Se llama agenda
de desarrollo post 2015. Esta agenda es la negociación central en las
oficinas y las dependencias de las Naciones Unidas.
La agenda debe
contener claramente un enfoque de derechos humanos: se dice que será una
agenda universal, transformadora, centrada en la inclusión
socioeconómica y el desarrollo sostenible.
Una parte
central de dicha agenda son los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS), que a diferencia de los Objetivos del Milenio (ODM) que fueron
elaborados por pocos y sin participación.
Ahora están
hechos a través de un proceso intergubernamental de negociación de más
de 18 meses, en el que contribuyeron no solo estados miembros de
Naciones Unidas, sino actores relevantes de la sociedad civil, la
academia y los organismos internacionales. México, hay que saberlo, hay
que anotarlo, según se sabe, impulsó la perspectiva de inclusión social y
económica, la naturaleza transversal de la perspectiva de género y el
empoderamiento de las mujeres, así como el enfoque y conocimiento de que
la pobreza tiene efectos multidimensionales.
Se espera que
la agenda de desarrollo post 2015 y sus ODS como guía para la acción
global, regional y nacional en los próximos 15 años, sean adoptados en
una cumbre a celebrarse en septiembre de 2015, en la que participarían
jefes de estado y de gobierno. Es ahí donde deben estar bien puestos los
derechos de las mujeres.
De esta agenda
debe desprenderse la rendición de cuentas. Misma que no podrá tener
sentido, si no hay forma de medir, mecanismos claros de demostración
tanto de avance como de retroceso. Un tema fundamental del que la
sociedad civil debe tomar nota. Por eso es tan trascendente que las
mujeres no se desprendan de estar siempre alertas.
Aunque requieran de gran esfuerzo para estar dentro del proceso de información y negociación, en esos, estos, y los que siguen.
“Considero que hay un movimiento feminista que cobija a las militantes,
quienes a su vez se adhieren a grupos a partir de diversas corrientes:
feminismo liberal, socialista, radical, ecologista, de la igualdad, de
la diferencia”: Ana Lau.
“La
historia de la educación desde esta perspectiva tendría que ser de
educación liberadora, para –sí, situada y comprometida contra las
ideologías de reclusión y domesticación”: Mercedes Barquet.
“La propuesta feminista necesita ser una propuesta civilizatoria; su
primera tarea, antes de llenarnos de acciones, es instalar en el
imaginario la necesidad de construir y tener otro horizonte, otra
utopía de existencia social”: Ximena Bedregal.
La Universidad Autónoma Metropolitana y Editorial Itaca
reimprimieron una obra que es –sin duda- un libro indispensable en la
historia de los feminismos y los movimientos de mujeres en México: “Un
fantasma recorre el siglo”, coordinado por Gisela Espinosa Damián y Ana
Lau. Este libro es una especie de Aleph de los feminismos.
Ese observatorio donde se superponen los espacios y los tiempos.
Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven crearon un proyecto con una de
las características que más se agradece, y que manifiesta su
coherencia; la del proyecto y la de ellas: es un libro incluyente.
Y justo por incluyente, por todo lo que una encuentra concentrado, y
en inmediata vecindad, es un libro que condensa la caricia y el jalón
de cabellos. Las diferencias en los contenidos de las desgarraduras.
Específicas. Las diferencias de etnia y clase, por ejemplo. Y sus
prioridades tan distintas.
Un libro memorable, escrito por luchadoras memoriosas. Un libro que
habla de la desgarradura. Una. Cien. Mil. Tantas. Esa es el origen de
cada historia individual. Es indispensable que la desgarradura interior
exista, para que una descubra: en la infancia, en la adolescencia, en
la edad adulta, que hay algo en el orden del mundo que nos lastima, que
no corresponde a lo que es justo, que nos coloca en una situación
discriminada.
Hay algo que no deseamos vivir de esa manera, y que tampoco deseamos
que nadie viva. Entonces, elegimos el feminismo. Lo elegimos antes aún
de saber que existe. Una vaga noción. Un anhelo. “Tiene que existir
otro modo de ser humano y libre” –como escribió Castellanos- Tiene que
existir. Otro Modo de ser.
A cada quien sus razones y sus sininrazones: Un imaginario de sororidad.
Una urgencia. Es impresionante todo lo que se puede aprender y
aprehender, imaginar, leer, cuestionar, a partir de la fuerza de las
desgarraduras y las voluntades que se colectivizan.
El profundo sentido de “lo personal es político”. Cuando una piensa
que esa grieta inicial, esa suma de las fallas en los orígenes encontró
los caminos para articular un movimiento social que transforma
paulatinamente la realidad y los imaginarios, los lenguajes, que abre
espacios de estudio y reflexión, que incide en las políticas públicas,
en las reformas a la ley.
En los modos de vivir, gozar, escribir, amar, mirarse a una misma y
a las y los demás. A pesar de todo lo que falta, no ha estado nada,
pero nada mal. A pesar de las desilusiones, de los desencuentros. A
pesar de que la realidad nunca es, no puede ser del tamaño de la
utopía. Tanto de la utopía se sostiene, pero comprendimos más los
tiempos, se moderaron las estrategias.
Cuando leo el texto de Rosalva Aída Hernández: “Movimiento de
Mujeres Indígenas”, y el de Gisela Espinosa Damián: “Feminismo
popular”, me siento sacudida. Nos muestran ese espejo de nuestra
dificultad para entender y respetar condiciones de vida e
interpretaciones del mundo que nos son ajenas, nos confronta con la
realidad: estamos alienadas en nuestros códigos. En nuestras
prioridades. En otro espacio leí la cita de una admirada feminista
extranjera que aconseja trabajar con mujeres de colonias populares,
porque si no “el feminismo se queda sin bases”.
Así. Tal y como lo señala Gisela, como si ellas no fueran
feministas, sujetas de sus vidas, sus elecciones y sus historias, sino
“las bases” de las otras. Hay algo que me tiembla por dentro cuando
Rosalva nos muestra la profundidad de un conflicto entre un feminismo y
otro alrededor de la noción de complementariedad inscrita en la
construcción interior de las mujeres indígenas.
No, muchas de ellas no quieren explicarles el discurso de género a
sus maridos para que nos las golpeen, lo que ellas quieren es trabajar
la diferencia sexual desde el principio de los opuestos que se
complementan: Una fuerza femenina ante otra masculina, igual de
indispensables y de trascendentes, y explicar cómo la desigualdad y la
violencia que viven ha ido traicionando la fuerza igualitaria de ambos
principios. Ah, nuestro feminismo agnóstico y urbano. Liberal.
Habrá quien lea este libro y diga “no me siento representada, yo
allí no quepo, no me interpela”, pero está difícil. Es un libro
indispensable para continuar encuadernando la memoria y las batallas
feministas. Para no olvidar los cuándos, los en dónde, y sobre todo los
cómo, que son una parte tan inseparable de los para qué. Para
consolidar y/o recuperar un sentido de pertenencia. Para que una no se
diga, en esas noches desvencijadas que a todas nos llegan: “Me siento
como hoja suelta”.
El título de libro, su referencia al Manifiesto Comunista, me llevó
a pensar en Freud, cuando el barco que lo traslada por primera vez a
Estados Unidos se acerca al puerto en Nueva York y él le dice a Jung y
a Ferenczi: “No saben que les trajimos la peste”, refiriéndose al
psicoanálisis. Creo que el feminismo es, “la peste” a la manera en la
que Freud utilizó la palabra: Irrumpe para cuestionar la biología. Lo
que se supone “natural”, lo que se da por hecho. Lo inmutable. Irrumpe
para cuestionar los vínculos, las desigualdades. Los lenguajes
discriminatorios disfrazados de ingenuos e inofensivos. Es tan enorme y
a la vez tan cotidiano e invisibilizado. El feminismo irrumpe para
cuestionar las mascaradas de la virilidad y la femineidad. Sus camisas
de fuerza.
Las relaciones entre hombres y mujeres, entre mujeres, entre
hombres. La maternidad. La paternidad. La explotación. Para combatir -
en lo privado y en lo público- la lógicas del amo y del esclavo. Ya sé
que puedo hacerme ahorcar por esta afirmación, pero “la peste”, esa
enfermedad contagiosa y sin marcha atrás que significa la irrupción del
feminismo en una vida, en un colectivo; sus caminos para deconstruir,
esa nueva y renovada manera de leer la realidad, para mí, tiene mucho
que ver con el psicoanálisis.
En su texto: “El derecho de las mujeres al sufragio”, Enriqueta
Tuñon cita la intervención del diputado Aquiles Elorduy en el Congreso,
cuando Miguel Alemán hizo llegar su moderadísima propuesta para que
las mujeres pudieran votar y ser votadas en las elecciones municipales.
El diputado Elorduy se levantó de su sofá, me imagino que como un
pueblo en marcha al borde de la debacle, todo él, y dijo:
“El hogar mexicano… el hogar selecto, perfecto en donde la ternura
llena la casa y los corazones de los habitantes gracias a la mujer
mexicana que ha sido y sigue siendo todavía un modelo de abnegación, de
moralidad, de mansedumbre, de resignación… costumbres venidas de fuera
están alejando a las madres mexicanas un tanto cuanto de sus hijos, de
su casa y esposo… Los jefes de familia tenemos en el hogar un sitio
donde no tenemos defectos… para la mujer mexicana, su marido, si es
feo, es guapo; si es ignorante, es un sabio, porque quiere enaltecer, a
los ojos de su familia y de ella misma, al jefe de la casa. Si vamos
perdiendo los hombres las pocas fuentes de superioridad, por lo menos
aparente que tenemos en el hogar, vamos a empezar a hacer cosas que no
son dignas de nosotros. La política es casi lo único que nos queda… si
vamos a ser iguales hasta en la calle, en las asambleas, en las
Cámaras, en la Corte suprema, en los tribunales, en los anfiteatros,
etcétera, etcétera, pues, entonces, que nos permitan bordar”.
¿Qué ser humano –con la lógica del dominio introyectada- querría
renunciar a ese paraíso de absolutos y certidumbres que nos describe el
diputado Elorduy? La superioridad. Ser perfecto ante los ojos de
alguien. Detentar la libertad sin ofrecer reciprocidad, y sin miedo a
la pérdida. Que las mujeres fueran tan mansas es poco creíble, lo que
es un hecho es que –para ellas- hacer las maletas y mudarse, era
demasiado costoso y desamparado. Ser quien detenta los bienes
materiales, quien puede decidir la longitud del “para siempre” del
contrato matrimonial. Ser el que sabe que si se va de palabras o hasta
de manos, no es grave, frente a él se yergue inquebrantable y de lo más
conveniente: la resignación femenina.
Se dejó ir Elorduy, como si estuviera en una sesión, no en el
Congreso, sino en el diván. Por la boca del diputado hablan -en su
versión leve- esos miedos que se traducen en lo que llamamos machismo,
y que con un aumento en intensidades –y en circunstancias de menor
contención y mayor precariedad emocional- se desboca en franca
misoginia. Imaginarios inscritos en una idea de virilidad que
entonces, antes y ahora, ha sostenido desmesurados esfuerzos por
detener, negar y avasallar cuando ha sido necesario y posible, los
avances de las causas de las mujeres. El pánico a la pérdida de poder,
de control. La pérdida de poder y de control entendida como pérdida de
identidad.
Si la mujer vive despojada de su derechos: Yo varón, “soy”. Yo
varón, “tengo”. Pero si ella –despojada, claro, por razones
“biológicas”, “porque nuestro señor así lo quiso”, “porque esa es su
naturaleza”, etcétera-, asume sus derechos, entonces lo despoja a él.
No hay –en estos discursos- un punto medio igualitario en el que nadie
despoje a nadie. La exacta lógica de la voluntad de dominio. Es la
lógica contra la cuál luchan los feminismos –aunque caigamos en ella-
una realidad de vínculos imaginados y construidos en una más allá o más
acá de las perversiones propias a una manera abusiva de concebir las
relaciones. donde no se juega lo justo, sino el autoritarismo y la ley
–depredadora- del más fuerte.
El libro incluye dieciséis ensayos de mujeres que escriben desde la
historia del sufragismo, el feminismo y los Movimientos de Mujeres. La
saga de las luchas y sus logros, sus desfallecimientos y sus errores.
Los espacios académicos y no académicos de formación. Las complicidades
cuando se dan. La importancia hoy del feminismo en la vida cotidiana
de las mujeres –se reconozcan feministas o no- como narra Gisela
Espinosa Damián: no es lo mismo cuidar a los hijos en la casa, que
organizar una guardería.
Y la sororidad existe, a veces a contrapelo, pero vaya que existe.
La transformación de los imaginarios y del inconsciente colectivo,
la lucha por desmantelar el orden social construido en la voluntad de
dominio, es lenta, pero no tiene marcha atrás.
Un libro memorable, escrito por luchadoras memoriosas.
Y sí, desde las sufragistas…al orden patriarcal le llegó la peste.
“Es
en la transmisión donde se cortan muchos canales. No se da el mismo
tratamiento informativo a las obras de las mujeres que a las de los
hombres ni el mismo apoyo desde las instituciones”
Madrid,
15 mar. 15. AmecoPress/Hoyesarte.- La sensibilidad no tiene sexo. El
arte, tampoco. Sin embargo, su cara visible es masculina y está
representada por un hombre. Él: el genio, el talento, el artista. Ella:
la musa, la inspiración o la segundona.
Patricia
Arquette o Emma Watson son algunas de las caras internacionales que se
han movilizado en los últimos meses para acabar con esta desigualdad.
En España, otras artistas como Icíar Bollaín, Laura Freixas, Isabel
Coixet o Pilar Jurado luchan cada día desde diferentes asociaciones
(Clásicas y Modernas, CIMA o Mujeres en la Música) con datos, estudios
y análisis para poner solución al problema.
En esta
sintonía, la semana pasada se celebró en Madrid el Encuentro
Internacional ¿Es una quimera la igualdad hombres-mujeres en las
artes?, en el que diferentes colectivos y representantes
institucionales se dieron cita.
“Las mujeres
en la cultura son invisibles, pero, además, su invisibilidad es el
problema invisible”, dice la escritora y presidenta de Clásicas y
Modernas Laura Freixas. Ante esa “desigualdad flagrante” es básico
conocer los datos. Entre ellos, que los públicos y que estudiantes
universitarios de carreras que tienen que ver con la cultura son en su
mayoría mujeres, pero que la cima siempre es predominantemente
masculina. “A medida que se va subiendo en la pirámide hay menos
mujeres, como en todas partes, pero no sé por qué existe el espejismo
de que la cultura es distinta”, comenta. “Ser hombre tiene un plus y da
puntos en cultura y en todo lo demás”.
Así hay
ejemplos comunes a todas las profesiones y también algunos muy
específicos. La pianista catalana María Parra Peñafiel cuenta su
experiencia. Le han llegado a decir que “en casita con sus hijas estaba
más guapa” y cree que en muchos casos se utiliza la maternidad como
excusa para arrinconar a las mujeres. Ana Fernández-Villaverde, más
conocida como La Bien Querida y que además de músico es pintora, afirma
que en este segundo terreno lo ha notado muchísimo más a nivel
económico y de reconocimiento: “Los artistas son los hombres y las
mujeres hacemos manualidades”.
¿A qué se enfrenta la mujer?
Freixas habla
de la existencia de un imaginario histórico que identifica al genio
como masculino, dotando al talento artístico con unas características
esencialmente masculinas, como la autoafirmación, el egocentrismo, la
ambición, la provocación o la promiscuidad. “En cambio, en una mujer
todas ellas están mal vistas y se les disuade de ejercerlas”, añade.
Mercedes
Ferrer, compositora, cantante y directora institucional de Música de la
Fundación SGAE, plantea “la ocultación de la identidad femenina” o el
hecho de que “no te dejen evolucionar a través de tu identidad y que
tengas que plantear una falsa”. Esto es fruto de que hasta ahora se
había relegado a la mujer al ámbito de lo privado y sólo el hombre se
movía en el público. Para ella, “a día de hoy, la verdadera identidad
de la mujer en el rock permanece oculta. No sabemos realmente qué es
una mujer dentro de él porque hasta ahora lo que se han manejado son
unos arquetipos relacionados con el sexo”. “También se da mucho el de
la niña mona sin cerebro que las propias compañías discográficas han
obligado a las artistas a adoptar”.
Al tratarse de
profesiones mediáticas, la difusión es esencial y en ella recae otra de
las grandes desigualdades. “Es en la transmisión donde se cortan muchos
canales. No se da el mismo tratamiento informativo a las obras de las
mujeres que a las de los hombres ni el mismo apoyo desde las
instituciones”, asegura Margarita Borja, autora y directora teatral, y
vicepresidenta de la Asociación Clásicas y Modernas. Así, por ejemplo,
las 20 películas más caras de la historia del cine español han sido
dirigidas por hombres. También todas las películas nominadas a los Goya
en 2015 estaban realizadas por hombres y todas contaban con gran
presupuesto. Si éste determina en gran medida el éxito de la película
por la difusión que conlleva, en general contar con pocos fondos suele
implicar menos repercusión.
Las cifras en
literatura también son desoladoras y señalan sólo un 22% de reseñas de
libros escritos por mujeres en 2014 y un 19% de reseñas firmadas por
ellas. Dentro de este campo existe, además, una extendida corriente que
habla de literatura femenina, entendida casi siempre como algo
peyorativo. “Es pura ideología fruto de la cultura patriarcal y no
tienen ninguna base”, dice Laura Freixas. “Lo que sí existe”, apunta,
“es una literatura de mujeres igual que existe una de hombres con
algunas características propias”. Sin embargo, para ella tampoco son
equivalentes porque “por razones históricas la de hombres se ve a sí
misma como universal y no tiene conciencia de ser masculina, y en
cambio, la de mujeres, como pasa con la afroamericana o la judía, parte
de una aguda conciencia de la identidad como algo polémico”.
Laura Freixas
¿Existen soluciones?
En España, el
98% de los responsables institucionales se manifiestan en favor de la
igualdad, pero sólo el 18% de ellos ha dispuesto un plan específico que
la tenga como meta. Para Margarita Borja “es algo muy grave”. “Es como
si alguien incumple las normas de tráfico. Es serio porque afecta a la
vida diaria. Ahora hay una conciencia clara de que la igualdad es
necesaria, pero surge otro problema, el de a mí que no me pongan la
tarea porque no lo voy a hacer”, explica.
Por eso cree
que la solución pasa por tomar una serie de medidas que hagan de la Ley
de Igualdad una realidad. Una de las finalidades del encuentro
internacional celebrado en Madrid ha sido convocar a partidos políticos
y a representantes de las estructuras de producción, dependientes de la
Administración, para darles a conocer diferentes propuestas que se
están llevando a cabo con éxito en otros países.
Entre ellas se
encuentra la firma a una ‘adhesión’, una especie de propósito de buena
voluntad para crear ‘Temporadas de Igualdad’ que se celebrarían de
septiembre a junio. En Francia se han llevado a cabo en cien teatros
desde la temporada 2011-2012 y los datos son alentadores. El Rond-Point
de París, por ejemplo, consiguió en 2014 un 36% de directoras, autoras
y coreógrafas; el Gérard Philipe, también durante el año pasado, ha
llegado al 42% de autoras y directoras; y el Teatro de la Bastilla y la
Comédie de Béthune, al 38% y al 52%, respectivamente, en 2013.
En el terreno
educativo se podrían llevar a cabo medidas parecidas a las adoptadas en
la Academia de Arte Dramático de Malmö, en Suecia, y que han quedado
recogidas también en el Encuentro. Hace 15 años una alumna del último
curso denunció no haber recibido la misma formación que sus compañeros
actores. Argumentó que se sentía incómoda porque hablaba muy rápido y
nadie le había corregido, que no tenía demasiada presencia en escena y
que había actuado siempre en papeles secundarios. Este episodio provocó
una reacción y hoy el repertorio y el reparto es elegido en paridad,
aunque para llegar a ello se requiera de un largo proceso, como contar
los minutos y las líneas de texto de los personajes. Más tarde, en
2006, las cuatro academias de teatro nacionales se pusieron de acuerdo
para tomar conciencia sobre la construcción de la masculinidad y
feminidad en escena y hoy van más allá de los minutos o las frases y
ofrecen una visión de la obra crítica e innovadora que se refleja en el
público.
Una mayoría
El proceso
pasa en parte por aquello que muchos llaman “discriminación positiva” y
que trata de paliar una situación de desigualdad flagrante. “En otros
colectivos estas ayudas se aceptan sin ningún problema y todo el mundo
lo entiende. Cuando se trata de mujeres el prejuicio está mucho más
enraizado. ¿Por qué? Supongo que es porque somos la mitad de la
población e inspiramos más desconfianza que un grupo minoritario”,
contesta Laura Freixas.
Para Concha
Hernández, directora delFestival Ellas Crean, este tipo de iniciativas
siguen siendo necesarias porque muestran que hay mujeres que escriben,
mujeres que componen, que cantan, que dirigen películas y que no están
representadas en el mundo real. “Ellas Crean tiene un papel
reivindicativo pero también es una fiesta. Escogemos a mujeres pero no
por su condición, sino porque en ellas hay una calidad. No es un
contenedor más”, matiza.
“Creo que hay
que ver la presencia de la mujer en las artes con naturalidad. Además,
igual que ella debe estar más presente en el ámbito de lo público, el
hombre debe también estar presente en el de lo privado. Es un
enriquecimiento mutuo y todo consiste en compartir”, explica.
Sin embargo,
para las asociaciones es fundamental que se aplique el Artículo 26 de
la Ley de Igualdad Orgánica y Efectiva de 2007, referido a la igualdad
en la creación y producción artística e intelectual, y creen que para
eso son necesarias cláusulas sancionadoras. También la creación de
comisiones paritarias en todos los ámbitos de la creación, medidas
transversales y sistemas de mentoring que fomenten las iniciativas de
jóvenes creadoras. Además recuerdan que nada de esto puede hacerse sin
fondos.
“El avance
nunca se produce por sí solo. Lo hacemos las personas con conciencia,
con ganas de hacer cosas, con ideas claras, con datos en la mano. El
avance depende de eso y es muy peligroso creer, porque es falso y
contraproducente, que las cosas se consiguen sólo con tiempo”, afirma
Freixas. “El voto femenino, por ejemplo, no lo consiguió el tiempo, lo
consiguió Clara Campoamor. Creíamos que con eso y el creciente ingreso
de mujeres en las facultades de Letras o Bellas Artes la igualdad
vendría por sí sola pero no ha venido”.
90 por ciento de las chilenas han sido agredidas en vía pública
Seguramente la mayoría de las mujeres recuerda haber vivido una experiencia de acoso sexual en la vía pública. Sin embargo, este tipo de violencia es tan común que a veces hasta la naturalizamos y dejamos de verla como un acto violento.
Para visibilizar y sancionar estos abusos, el Observatorio contra el Acoso Callejero en Chile (OCAC) presentó la semana pasada un proyecto de ley en el Parlamento llamado Ley de Respeto Callejero, impulsado por siete diputadas y tres diputados de una diversidad de partidos políticos, y que cuenta con el respaldo de la Unión Europea y ONU-Mujeres.
“Tenemos la convicción de que la Ley de Respeto Callejero es una medida indispensable para avanzar hacia un espacio público más amable y seguro para todas y todos”, dijo María Francisca Valenzuela, presidenta del OCAC.
Agregó que esta herramienta permitirá prevenir ataques y proteger a las víctimas, además de poseer un enfoque preventivo, educativo y comprometido con la equidad de género.
La nueva norma establecería el acoso sexual callejero como un delito, cuyas sanciones irían desde multas de entre 25 y 982 dólares (entre 373 y poco más de 14 mil 600 pesos mexicanos), hasta penas de prisión de entre 61 y 540 días.
La pena aumentará en un grado si el delito se cometiera contra menores de edad, adultos mayores, mujeres embarazadas, personas con discapacidad cuya movilidad se encuentre reducida, o quienes estén en estado de intoxicación temporal. También será un agravante cometer el delito en compañía de otras personas o entre varios.
El proyecto define el acoso sexual callejero como un “acto de naturaleza o connotación sexual, ocurrido en lugares o espacios públicos o de acceso público, en contra de una persona que no desea y/o rechaza la conducta, afectando la dignidad y/o derechos fundamentales de la víctima”.
Camila Vallejo, diputada de la coalición gobernante Nueva Mayoría, indicó que “leyes como ésta tienen por objeto reivindicar nuestra lucha por la equidad de género, por el reconocimiento de nuestra humanidad, tantas veces pisoteada y maltratada”.
El proyecto se avala en la “Primera Encuesta de Acoso Sexual Callejero en Chile”, también difundida la semana pasada, en la que se concluyó que el 99 por ciento de los acosos son realizados por varones, independiente del sexo de la víctima; y que más del 90 por ciento de las encuestadas han sufrido algún tipo de acoso en la vía pública.
El promedio de edad en que las mujeres comienzan a vivir el acoso sexual callejero, según el estudio, es a los 14 años, si bien muchas señalaron que lo vivieron desde los nueve y 10 años de edad.
Mientras, más del 90 por ciento de las interrogadas han sufrido acoso callejero como silbidos, jadeos, sonidos, bocinazos y miradas lascivas, y un 72 por ciento ha sido víctima de comentarios agresivos que aluden al cuerpo o al acto sexual.
Un tercio ha sufrido formas más graves de acoso como tocamientos en senos, trasero o vulva, además de presión del cuerpo con los genitales masculinos, lo que en Chile es llamado como “punteo”. Poco más del 3 por ciento señaló haber vivido la forma más grave de acoso callejero: la violación.
La encuesta también reveló que un 40 por ciento es acosada a diario y más del 77 por ciento al menos una vez a la semana. Esto significa que las mujeres de 25 años de edad en promedio llevan 12 años siendo acosadas en la vía pública, soportando un total de entre 630 y 4 mil 440 incidentes de acoso cuando recién son jóvenes.
La otra conclusión del estudio es que las más jóvenes son más acosadas, presuntamente porque los agresores buscan víctimas más indefensas, por lo cual quienes están en edad escolar serían las más proclives.
Sólo un 5 por ciento de las víctimas ha denunciado, lo que seguramente se debe a que en la actualidad este tipo de violencia no es un delito, sino una “falta a la moral y buenas costumbres”.
Además rara vez es sancionada puesto que se ha naturalizado, lo que explica que del total de denuncias sólo un 10 por ciento se manifestó conforme con los resultados.
Del total de encuestadas, un 71 por ciento señaló haber tenido al menos una experiencia de acoso que considera traumática, casos que ocurren principalmente entre los 10 y 18 años de edad, lo que da cuenta de las implicaciones psicológicas de este tipo de violencia y explica que un 24 por ciento nunca haya contado lo sucedido.