Teresa Ulloa Ziáurriz*
Las
organizaciones de la sociedad civil (OSC), independientemente del
espacio geográfico que cubra su margen de acción o de la causa que
enarbolen, llevan sobre sí una enorme responsabilidad.
En tiempos actuales en los que la mayoría de los distintos regímenes a
nivel mundial han dado más de una razón para que la ciudadanía se sienta
inconforme, las OSC hemos cobrado relevancia como canalizadoras de
demandas civiles y visibilizadoras de problemas sociales que los
gobiernos no han querido resolver.
El caso que ahora nos ocupa tiene que ver con la reciente protesta
global que un sinnúmero de OSC realizamos en contra de una política que
pretende adoptar Amnistía Internacional (AI).
Se trata de un caso prácticamente inédito en el que pretendemos no sólo
establecer un debate abierto con una de las organizaciones de mayor
prestigio a nivel mundial, sino impedir que ésta adopte una postura
totalmente contraria al derecho internacional en materia de Derechos
Humanos (DH).
Por diversas razones, las organizaciones y personas de distintos ámbitos
a nivel mundial que firmamos un manifiesto público, pensamos que AI
llegó tarde a la defensa de los DH de las mujeres y las niñas.
Lo que se encuentra en juego actualmente es la adopción de una línea de
acción que ellos han llamado “Política sobre las obligaciones del Estado
de respetar, proteger y hacer realidad los Derechos Humanos de las
personas dedicadas al trabajo sexual”.
Visto de lejos, parecería loable que AI defienda DH de personas, pero no
es tan sencillo. Quienes nos dedicamos al tema sabemos que la industria
del sexo es, sin temor a equivocarnos, una de las más lucrativas del
orbe. No obstante, lo que se encuentra detrás es un amplio espectro de
delitos cuyas víctimas son niñas, niños, adolescentes y mujeres en
distintos grados de rezago social y/o económico.
El manifiesto que ha logrado la adhesión de más de 25 mil firmas
alrededor del mundo es claro en señalar que estamos de acuerdo con AI en
que las personas prostituidas no deben ser penalizadas o sancionadas en
ninguna jurisdicción.
Sus vidas son devastadas por el severo estigma social y las graves
violaciones a los DH inherentes a la prostitución, incluyendo violencia,
acoso sexual, violación, deshumanización, degradación, tortura e
incluso la muerte, a manos de los prostituyentes –que pagan por
prostituirlas–, proxenetas, tratantes y actores estatales y no
estatales.
Sin embargo, ¿qué delitos están involucrados en lo que AI pretende
defender? El sistema de explotación sexual está basado en historias de
opresión patriarcal, racismo, colonialismo, esclavitud, genocidio y
naturalización de la violencia y la discriminación, principalmente
contra mujeres, que son, en su inmensa mayoría, de color, en situación
de pobreza, sin posibilidad de elegir y que han sufrido violencia sexual
y económica, incesto, violaciones seriales, tortura, falta de vivienda y
marginación socio-cultural.
Lo que AI pretende obtener con esta política es, según lo que ha
expresado públicamente, “proteger” a quienes se dedican al “trabajo
sexual”.
Empezando por ese último término, podemos decir que ni la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) ni la ONU misma –o sus tratados
internacionales, como la CEDAW– reconocen a la prostitución como un
trabajo.
La prostitución no es ni “sexo” ni “trabajo”, sino violencia y
discriminación perpetuadas por los intereses multimillonarios de las
redes del crimen trasnacional organizado y sostenidas por los
prostituyentes.
Peor aún es el hecho de que, con la adopción de esta política, lo que AI
sí lograría es despenalizar a quienes hacen posible la industria del
sexo, no solamente a quienes se prostituyen, sino a dueños de burdeles,
proxenetas y prostituyentes.
En otras palabras, AI haría un llamado a los gobiernos a permitir la
explotación sexual a través de la despenalización generalizada que
beneficiaría también a los perpetradores de delitos tan graves como la
trata o cualquiera de las formas contemporáneas de esclavitud.
La protesta global culminó el pasado 23 de octubre con la clausura
simbólica de las oficinas de AI en las principales ciudades del mundo.
En lo que se refiere a México, estuvimos presentes de manera pacífica y
fuimos recibidas en la puerta con la promesa de reunirnos esta misma
semana para dialogar, lo cual interpretamos de manera positiva, aún a
pesar de que meses atrás, mediante una reunión concertada con el titular
de AI-México, no obtuvimos respuesta clara.
El viernes 23 de octubre, la representante de AI que nos recibió en las
oficinas de la colonia Del Valle reconoció los tratados internacionales,
y particularmente la CEDAW, como un piso básico de derechos que AI
apoya.
De ser esto cierto, y ya que a decir de ella misma “no es una decisión
tomada”, la política que pretende despenalizar a tratantes,
prostituyentes y proxenetas sería revertida sin miramientos y a la
brevedad.
Por ello, seguiremos insistiendo para que AI adopte una resolución que
inste a los Estados a invertir en la igualdad de género, combatir la
violencia contra las mujeres y aprobar leyes que despenalicen únicamente
a las personas prostituidas. ¿No sería esto un acto de congruencia a la
altura de Amnistía Internacional?
Twitter: @CATWLACDIR
*Directora Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas
en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés).
Carolyn Eichner es profesora en el Departamento de Historia y Estudios de Género y de las Mujeres de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos y se especializa en la historia moderna de Europa. En esta entrevista da cuenta de varios movimientos y eventos de la resistencia feminista de los últimos 200 años que han sido confrontativos, expresando el malestar de las mujeres con una sociedad ciega y sorda a sus reclamos. Mujeres que obligaron en 1789 al rey de Francia a dar cuentas al pueblo; que dieron vuelta urnas como protesta por la resistencia al sufragio femenino; que incendiaron iglesias e hicieron huelgas de hambre; y que inspiraron al feminismo y a otros movimientos sociales que llegaron después que ellas. “Se espera de las mujeres que sean pasivas y tolerantes –afirma Eichner-. Cuando las mujeres se enfrentan, están rompiendo normas tradicionales de género, lo que perturba el status quo. Y toda perturbación del status quo asusta y enfurece a aquellos que se benefician del mismo.”