Escrito por Jenaro Villamil
¿Por qué el entusiasmo de la clase política y del gobierno federal por la tercera detención de Joaquín El Chapo Guzmán
no coincide con el sentir o la percepción de buena parte de los
mexicanos? ¿Por qué los aplausos esperados no se escuchan en las calles
del país?
En la sociedad del espectáculo que vivimos, la tercera detención de El Chapo ha ocupado las primeras planas de periódicos de todo el mundo, de los sitios informativos online,
de las cadenas televisivas y de los medios mexicanos, pero el exceso de
información no ha detenido la cadena de suspicacias y desconfianzas
entre los mexicanos.
Aquí tratamos de identificar 10 factores
que explican la falta de entusiasmo social ante la “misión cumplida”
que presumió Peña Nieto en su cuenta de Twitter:
1.-La detención del capo ocurre en el momento de mayor debilidad del peso mexicano. Hace seis meses, cuando Guzmán Loera
se escapó del penal del Altiplano, nuestra moneda se cotizaba a 16
unidades por dólar. Este viernes 9 llegó a 18.25 pesos por dólar. La
incertidumbre económica aumenta por la caída de los precios
internacionales del petróleo y las sacudidas en la Bolsa Mexicana de
Valores, así como la falta de oportunidades de empleo. Buena parte de
los comentarios en redes sociales y en la calle es que la recaptura
constituye una “cortina de humo” frente a la devaluación del peso,
percepción muy extendida, cierta o no.
2.-La captura del Chapo no se traduce en mayor seguridad pública para los ciudadanos, en el debilitamiento del Cártel de Sinaloa o en el desmembramiento de sus extensas redes. Más bien, El Chapo
y su cártel han salido fortalecidos en los últimos 23 años, cada vez
que el capo es detenido y tratado como “huésped distinguido” en los
penales de alta seguridad, según ha señalado la periodista Anabel
Hernández.
3.-La eficacia para recapturar a Guzmán Loera
en seis meses no borra la ineficacia y las dudas sobre el nivel de
corrupción que permitieron su fuga, en julio de 2015, en el penal del
Altiplano. De hecho, retornó al mismo sitio donde se confirmó que
mantenía una extensa red de protección dentro y fuera. Por eso, la frase
de Peña Nieto “misión cumplida” fue tan criticada, ya que su fuga sigue
siendo un expediente no aclarado.
4.-Existe una desconexión entre el
entusiasmo del gobierno peñista y los ciudadanos por la profunda
desconfianza que existe en cada decisión del Ejecutivo federal. Las
reiteradas muestras de engaño, simulación e impunidad han alentado esta
desconfianza, rasgo profundo en la cultura política mexicana. La
desconfianza se traduce en el humor descarnado que se observa en los
Memes y videos de las redes sociales.
5.-La indignación social frente a casos y
expedientes como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa no
desaparece. Se potencia. ¿Por qué en seis meses pudieron recapturar al Chapo y
en 15 meses no se ha podido saber con exactitud qué pasó con los
estudiantes atacados por fuerzas de seguridad pública en Iguala,
Guerrero?
6.-Los delitos que más afectan el
patrimonio de los ciudadanos son el cobro de derecho de piso, la
extorsión y los secuestros. Municipios enteros del país –por no decir
que entidades completas- pagan una tributación constante e ilegal al
crimen organizado. Este fenómeno no desaparece ni disminuye, aún cuando
Peña Nieto diga que 98 de los criminales más peligrosos han sido
detenidos en su gobierno. Ni la captura del Zeta 1, de la Barbie, La Tuta o del Chapo se han traducido en menos extorsión de los grupos del crimen organizado.
7.-En sondeos de opinión divulgados en redes sociales, 7 de cada 10 mexicanos afirman que prefieren que el Chapo sea
extraditado a Estados Unidos y no permanezca bajo la custodia de las
autoridades mexicanas. Confiar más en las cárceles y en el sistema de
justicia de EU –que, sin duda, también han sido penetrados por los
narcos mexicanos – es otra demostración de la falta de confianza y
credibilidad en el gobierno peñista. Esta opinión favorable a la
extradición creció tras la fuga del 11 de julio de 2015.
8.-Ninguna empresa, ningún activo
empresarial, ningún socio, ninguna autoridad municipal, estatal o
federal, ni un solo cómplice de El Chapo han
sido detenidos o procesados tras sus dos capturas. Como si el “trofeo”
fuera sólo él y no la estructura criminal que le ha permitido expandirse
a 54 países. ¿Cuántos Chapos se encubren detrás del Chapo? ¿Cómo creer que no hay corrupción del gobierno de Sinaloa, su entidad natal, si en las dos veces que ha sido detenido, Guzmán Loera estaba en “escondites” bastante visibles de Mazatlán y Los Mochis? ¿Qué le permite a Guzmán Loera
tener aún el control del 60 por ciento del trasiego de drogas en
México? ¿Cuándo se iniciará en México un “maxiproceso” como en Colombia,
según ha señalado el especialista Edgardo Buscaglia?
9.-Detienen al capo la misma semana que
un cártel ordena y ejecuta a la alcaldesa perredista de Temixco,
Morelos. El gobernador Graco Ramírez, en lugar de denunciar penalmente,
denunció mediáticamente a un empresario por estar coludido con Los Rojos.
Y se embarca en un pleito mediático con el futbolista Cuauhtémoc
Blanco, el nuevo alcalde de Cuernavaca. La intoxicación de los pleitos
mediáticos no reduce la capacidad homicida de los cárteles.
10.-Un último factor que influye es la
secreta o abierta admiración que existe en la psicología social del
mexicano hacia los bandidos, los capos del narco, los que deciden
enfrentar al sistema autoritario desde una criminalidad que defiende su
“propio código”. La tolerancia social hacia los delincuentes del narco
es sólo comparable al tamaño de la impunidad que existe en el país.
Los capos se vuelven legendarios y hasta
sus vidas alimentan teleseries, películas, libros, como en los casos de
Caro Quintero, Amado Carrillo Fuentes o el propio Chapo.
La vanidad es otro pecado del que no está exento Guzmán Loera, quizá porque él mismo sabe o cree que en la sociedad del espectáculo él tiene ahora más rating que Peña Nieto
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