Escrito por Autor Invitado
Por René Ramírez
Con
el inicio del 2016 viene la reflexión sobre lo que se debe cambiar; un
análisis profundo sobre nuestra situación y la diferencia marcada.
Nuestros puntos fuertes y las debilidades. Es en ese análisis, donde
quiero señalar un error que sigue latente en todos los mexicanos. Los
dos extremos mortales de una situación que no puede y debe continuar: la
tolerancia y la intolerancia.
En nuestro país, los ciudadanos vivimos con una tolerancia incansable al abuso del poder.
A pesar de todas nuestras etapas históricas que supuestamente
brindarían una madurez social, ha sucedido todo lo contrario. La
cotidianidad aniquila la crítica. Hemos tolerado episodios graves de
corrupción y conflicto de interés. Hemos tolerado dolorosos momentos de
violaciones graves a los derechos humanos y fragmentación del Estado de
derecho sobre intereses particulares. Hemos tolerado la ineptitud de la
clase política, y como está extrae rentas a los ciudadanos. Hemos
tolerado modelos económicos que no distribuyen la riqueza, generando una
grave y delicada desigualdad económica y social. Hemos tolerado feudos
políticos, con gobernadores que actúan como virreyes sin rendir cuentas a
nadie, ya que la oposición es una mera ilusión en nuestra democracia.
De existir esa leyenda llama “oposición”, nuestros niveles de impunidad
política serian completamente diferentes. Hemos tolerado un sistema de
justicia que sirve para unos pocos, y solo porque ellos poseen los
medios económicos. Hemos tolerado promesas incumplidas, y seguimos
creyendo las falsas afirmaciones de bandas presidenciales y curules
mentirosos.
Una y otra vez, los mexicanos toleramos situaciones que en ningún
país democrático de avanzada pasaría por alto. Si queremos llegar a
convertirnos en un país donde existan instituciones fuertes y leyes
eficaces, no se puede continuar con esta vergonzosa tolerancia. El país
de la dictadura perfecto que fue testigo de una alternancia, al final no
se tradujo en un verdadero ejercicio democrático. Aunque existe la
famosa y certera frase cada pueblo tiene el gobierno que se merece, no
creo que los mexicanos merezcamos este nivel de sistema político.
El otro punto a reflexionar es la intolerancia. Un mal que crece
rápidamente en la conciencia colectiva. En nuestro país, al contrario de
la tolerancia política, existe y persiste la intolerancia a lo
considerado lo otro como diría Simone de Beauvoir . Porque a pesar de
los avances normativos y de política pública, de agendas, y de todo
esfuerzo tanto público como individual, la mujer sigue ganando 30% menos
que los hombres, haciendo el mismo trabajo y puesto, de acuerdo con
cifras oficiales. No solo es la diferencia de salarios, la mujer sigue
siendo un sector de situaciones de vulnerabilidad, porque a pesar de ser
fuerte, la siguen considerando débil, y todo eso se refleja en
comportamientos culturales, que todavía continúan en el comportamiento
mexicano. Persiste y existe una intolerancia a lo indígena. En nuestro
país, lamentablemente, nacer indígena muchas veces se traduce a nacer en
la pobreza. La intolerancia de los mexicanos a lo indígena se convierte
en indiferencia, condenando a este importante sector de nuestra
población y parte de ese hermoso pasado que nos une. Persiste y existe
una intolerancia a la diversidad sexual. Una intolerancia que muchas
veces se convierte en violencia física y simbólica, sesgando los
derechos de estos ciudadanos, mismo que es alimentada en base a
prejuicios e ideas falsas que lastiman a muchos seres humanos. Una
intolerancia que no solo es una posición ideológica, y llega a
convertirse en violencia, explicando así, los altos índices de crímenes
de odio en nuestro país.
Un país que se odia así mismo, está condenado al fracaso. Mas allá de
un propósito, debe ser una tarea obligada de todos nosotros, olvidar la
tolerancia a lo político y la intolerancia a lo considerado diferente.
La riqueza de nuestro país yace en nuestra diversidad y nuestra firmeza
contra lo que atente a nuestra democracia
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