Al convertirse en parachico, María Elena Cruz rompió esquemas
A
la edad de 13 años rompió los esquemas de una tradición marcada por
varones. María Elena Cruz Ruiz, quien vivió en el barrio de San Antonio,
en la ciudad de Chiapa de Corzo, en el estado de Chiapas, fue la
primera mujer parachico (danzante tradicional que viste con máscaras,
sarapes y listones de colores).
Única hija mujer del seno familiar, con una estatura de un metro y 50 centímetros y con la fuerza de las chiapanecas, María Elena se puso un día de hace décadas el montero, una máscara, su banda, camisa, pantalón y sarape.
Tomó entre sus manos un chinchín y danzó por las calles de los barrios de Chiapa de Corzo, durante la llamada “Fiesta Grande”, que se celebra del 15 al 23 de enero de cada año para festejar la abundancia.
El gusto le nació del corazón, éste le pedía danzar y celebrar. Y como sus hermanos practicaban esta costumbre, no le pusieron “peros” a que se sumara. La cuidaban durante el recorrido, mientras repetían los cánticos tradicionales: “Viva San Sebastián Mártir, muchachos; Viva la Mano Protectora, muchachos”.
Nadie se dio cuenta de que había una mujer entre los parachicos –entre quienes tradicionalmente sólo participan varones–, ya que ella bailaba de una manera extraordinaria cerca del “Patrón”. Plantaba sus pies sobre la tierra como si lo fertilizara bajo el ritmo del tambor y silbato, y el estruendoso sonido del cuete.
El parachico es un danzante que de acuerdo con la leyenda de Chiapa de Corzo, alegraba al hijo de María de Ángulo, quien en agradecimiento por haber curado a su hijo, llevó abundancia al pueblo que estaba en sequía y hambre.
La máscara del parachico representa al español que nos vino a conquistar; la montera, los rayos del sol. Se cree que su zapateado afloja la tierra y que el movimiento del chinchín es para sembrar la semilla.
María Elena, quien tenía como oficio la tablajería, cuenta que su mamá y su papá le prohibían que se vistiera de parachico, pero ella nunca obedeció y siguió bailando hasta los 74 años de edad.
Ella le heredó este gusto y amor por las tradiciones a sus hijos. “Nos decía: si no salen de chuntá, no saldrán de parachico”, según relata el profesor Carmen Gómez Cruz, uno de los hijos de María Elena.
Cosa contraria pasaba con su esposo, que aunque él también había nacido en Chiapa de Corzo no disfrutaba de vestirse de parachico, pero aceptó el comportamiento de su esposa.
“Una vez se vistió de parachico, a las dos casas se quitó el traje, no le gustó”, narra Gómez Cruz.
Poco a poco, dejó de ser la única mujer en salir a bailar, ya que se le sumaron Dominga Montero, Charito, Morenita y Verónica (“la del minisúper”), quienes formaron la pequeña planilla de mujeres.
“Hoy en día ya hay más mujeres bailando. No es que no fueran aceptadas en esta costumbre, sino que es duro ir bailando, son horas y horas…”, observa el profesor Gómez Cruz.
María Elena, que se dedicó a la carnicería, tiene una casa con mosaicos de color del maíz; y al Señor de Esquipulas rodeado de flores de diversos colores que heredó de su bisabuela, y que celebra cada 15 de enero, donde llegan a bailarle los parachicos.
“Ella nos acompañaba durante el recorrido, mis hermanos y yo nos vestíamos. En esta fecha la recordamos mucho. Ser parachico es lo más hermoso, nunca voy a dejar de decir: soy parachico”, dijo en su momento su hijo.
María Elena falleció a los 78 años el 6 de julio de 2014 a causa de un cáncer. Tuvo durante su vida tres máscaras que en determinado tiempo mandaba a restaurar. Ahora, cada uno de sus tres hijos las conservan, asimismo recuerdan a su mamá llena de fuerza: “Nunca se dio por vencida”.
Su voz era sonora, como una sonaja de morro, siempre en movimiento, alegrando, transmitía vida; su piel color de la tierra cargaba los rayos del sol que durante muchos años la vieron bailar.
María Elena volverá a sentir la alegría de la “Fiesta Grande” el próximo 18 de enero a partir de las 5 de la tarde, ya que es el día en el que se visita a los “Parachicos Patrones Difuntos”, y aunque ella no fue patrona, fue una mujer que rompió con estereotipos y marcó la diferencia en la historia de su pueblo.
Por: Karla Gómez
Cimacnoticias/RevistaEnheduanna | Tuxtla Gutiérrez, Chis.-
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