Emilia Laura Arias Domínguez
Un
día decidió que el tiempo y la vida los iba a dar por las mujeres. Fue
hace años cuando esta mujer, morena como su nombre, feminista y
exguerrillera salvadoreña, inició el camino de lucha en favor de los
derechos de las mujeres y la larga senda de pelea en favor de la
despenalización del aborto en su país.
Morena
Herrera participó de forma activa durante una década como guerrillera
en el conflicto armado salvadoreño. Tardó años en reencontrarse con sus
hijas, a algunas apenas las conocía. Estuvo presente en el nacimiento de
Las Dignas, una de las organizaciones feministas más emblemáticas del
país. Después fundó la Colectiva Feminista, con
la que ha creado una casa de las mujeres en la localidad de Suchitoto,
donde ella reside. Rebelde, guerrera, fuerte y autónoma, Morena es un
torbellino de energía.
“Se reconoce como persona
humana a todo ser humano desde el instante de la concepción”. En estos
términos fue modificada la Constitución salvadoreña en 1997. Así, El
Salvador entró en la lista de países latinoamericanos que penalizan todo
tipo de aborto. Hoy abortar es un delito que puede llegar a
considerarse homicidio agravado, es decir, a las mujeres les pueden caer
penas de entre 30 y 50 años de prisión. La Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto en El Salvador,
con Morena como una de sus caras más visibles, está volcado en sacar de
la cárcel a las mujeres privadas de libertad por aborto: la última
liberada fue María Teresa, el pasado 21 de mayo. A Morena no le flaquean
las fuerzas: “Vamos a sacarlas a todas”.
¿Cómo va el camino hacia la despenalización?
En
2006 hubo un elemento catalizador. En una revista estadounidense se
publica el reportaje titulado ‘Bienvenido al Salvador del siglo XXI’.
Era un reportaje sobre Karina, presa acusada de aborto tras una
hemorragia. Le cayeron 30 años de cárcel por homicidio agravado.
Entonces decidimos luchar por la libertad de Karina. Logré ir a
conocerla a la cárcel diciendo que era su tía porque tenemos un apellido
común. Tres años y medio tardamos en conseguirlo pero Karina fue
liberada.
Estuvo presa siete años y cinco meses.
Su liberación tuvo mucha fuerza y nos dio un sentido de realidad sobre
este país. En ese momento pedimos la despenalización en tres supuestos.
Aunque queramos la despenalización total, teníamos que ser pragmáticas
porque sabíamos dónde estábamos luchando.
La campaña para sacar a estas mujeres de la cárcel habla de ‘Las 17′. ¿Cuántas eran y cuántas son?
El
indulto solo se puede conseguir si se tiene sentencia firme y aunque
había más mujeres en la cárcel en aquel momento, solo 17 estaban con
sentencia firme, de ahí ese nombre en aquel momento. Las condenas por
aborto ocurrían y no lo sabíamos. Investigamos y vimos que era un
problema importante de violación de derechos, que las mujeres eran
criminalizadas y, en muchas ocasiones, pasaban directamente del hospital
a la cárcel.
Hemos sacado a diez de la cárcel
desde 2009. Viendo que eran muchas y que contábamos con poca fuerza se
nos ocurrió sacarlas a todas a la vez. Pero la cifra subía y bajaba así
que decidimos que serían ‘Las 17 y más’. Actualmente hay 21 mujeres en
la cárcel con sentencia firme pero hay más que están presas. Son,
además, 31 con condenas entre 12 y 40 años, 26 de ellas condenadas por
aborto. [Cifras sin actualizar, las dio hace dos meses, cuando
realizamos la entrevista]
¿Cómo recibe el gobierno del FMNL vuestra lucha? ¿Escuchan?
De
parte del gobierno actual se plantean al menos la existencia del tema y
ya reconocen que hay un problema. Antes no lo reconocían y se
consideraba que se trataba de algún caso aislado. Hay sectores dentro
del gobierno del FMNL [Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional] con distintas sensibilidades. En una ocasión conseguí que un
viceministro me ayudara a sellar un título y gracias a eso Karina salió
libre… Pero en su postura institucional aún no logramos acuerdo.
El
presidente se reunió con nosotras porque conseguimos 300.000 firmas. Le
expusimos el tema y cuando nos íbamos dijo: “Siga usted luchando”. No
esperaba menos de él, yo le conocí luchando. Pero no me vale, quiero
más, quiero que cambie la ley.
¿Son mujeres de sectores desfavorecidos las que van a la cárcel?
Sí,
claro. La mayoría son mujeres que viven en situación de pobreza que si
tienen una complicación en el momento del embarazo no pueden acudir a un
hospital privado. En las clínicas privadas, cuyo número se multiplicó
por tres en diez años, se respeta el secreto profesional, no hay
denuncias. Las mujeres que sufren de la ley antiaborto son jóvenes con
bajo nivel de instrucción. No tienen recursos para contratar a quién les
defienda. La fiscalía es muy eficaz persiguiendo estos supuestos
“delitos”, es implacable en la persecución de mujeres. Eso genera unas
condiciones de miedo entre el personal hospitalario presionándolo para
que renuncie al secreto profesional y denuncie los casos de aborto.
Muchas de las denuncias provienen de los hospitales públicos Son mujeres
que han transitado literalmente del hospital a la cárcel.
El
código penal incluye un artículo que penaliza también a quien incite al
aborto. Este artículo generó mucho miedo, porque incitar es una palabra
muy ambigua, y llevó a unos años de autocensura por parte del
movimiento feminista.
¿Autocensura del movimiento feminista?
Existió
un periodo de autocensura con respecto al aborto, sí. En el Código
Penal se recogía que la inducción al aborto podía costarte de 2 a 6 años
de cárcel y no es la primera vez que nos amenazan con sancionarnos, de
hecho, los fundamentalistas presionan para que se nos aplique ese punto…
Un movimiento feminista autónomo
¿Cómo surgieron Las Dignas?
En
1990 empieza a evidenciarse que la solución al conflicto en El Salvador
no iba a pasar por las armas, sino por el diálogo. La organización para
la Resistencia Nacional le dio indicaciones a un grupo de crear ese
gremio de mujeres. Yo había llegado de la guerrilla rural y animé a una
compañera a involucrarnos en la creación de este gremio y pasó una cosa
mágica. Ellas creían que llevábamos la línea del partido y la primera
pregunta que nos hicimos fue que qué significaba ser mujer… Y ahí salió
de todo; todo tipo de vivencias relacionadas con la violencia, las
violaciones, abortos, golpes… y todo en el contexto de los movimientos
revolucionarios. Ahí nacemos, directamente del “no”: Ya no queremos que
todo eso suceda, ni queremos postergar más nuestros derechos, nuestras
reivindicaciones, que nuestras luchas siempre fueran las últimas de la
fila. Entonces el partido nos retiró el apoyo y decidimos formar el
Movimiento de Mujeres por la Dignidad y nos constituimos en asociación.
La base provenía de gentes que apoyaba al RN (Resistencia Nacional) pero
queríamos poner los intereses y derechos de las mujeres por delante.
¿Y la respuesta de los compañeros cómo fue?
Recibimos
una respuesta negativa por parte de los compañeros del Frente. Nos
decían “dignas de mierda”, “dignas de mejor suerte”… Llegó un día una
compañera llorando de rabia. Nos contó que en el bus le habían dicho
“digna de lástima”. Ella le había respondido: “Digna sí, ¿qué pues?”
Entonces decidimos afirmarnos por el derecho de ser y existir por
nosotras mismas y no como apéndice de partido: decidimos tener una
organización propia. La primera sede que conseguimos fue una casa que
había sido un burdel y en la que se oía música cuando entrabas al baño.
Yo
estaba en la dirección del partido y les explicaba a quienes
cuestionaban a Las Dignas que necesitábamos aquellas reflexiones y ellos
no lo entendían.
¿Cuál ha sido la relación entre feministas y frente de izquierdas desde entonces?
El
hecho de que Las Dignas pusiéramos el debate de la autonomía sobre la
mesa era incómodo porque cuestionaba la dependencia, es decir, si eres
del Resistencia Nacional (RN) no puedes ser otra cosa. Pero no quiero
elegir, soy del RN, soy de las Dignas, soy madre, soy muchas cosas más.
No me dividan, no puedo venir solo como RN. Poco a poco al FNML le fue
interesando.
Yo había sido la segunda responsable
de un frente guerrillero porque me quedé como responsable cuando cayó mi
primero y tenía mucha experiencia. Me había pasado más de diez años
como guerrillera en el monte pero aun así no me aceptaron. Aquello me
dejó de interesar cuando el FMNL se hizo partido. El amor y la vida,
pensé entonces, lo voy a dar por las mujeres. En aquel momento yo y
muchas otras mujeres estábamos inmersas en un momento de reencontrarnos
con nuestros hijos e hijas, algunas a las que no conocía… Eran momentos
de reestructuración familiar tras la guerra.
No me
interesó militar en un partido. Quería generar debates y alianzas,
quería más participación política para las mujeres pero ellos no lo
veían. Si no estabas con ellos estabas contra ellos. No ha sido nada
fácil.
En la capital fui parte del movimiento
ciudadano, la idea era recuperar San Salvador para la izquierda. Querían
que fuera candidata a regidora y mi condición era ir como feminista y
no militar en ningún partido. Entré en el consejo municipal y me
dijeron: “Buen trabajo, ¿te afilias?”. Mi respuesta fue que no. Nuestra
autonomía siempre despierta desconfianza.
Tú defiendes el diálogo entre todas las mujeres pero, ¿sin importar la ideología?
Defiendo
pactar también con otras mujeres de otras ideologías. De hecho yo fui
secretaria general de la Asociación Nacional de Regidoras, Síndicas y
Alcaldesas Salvadoreñas-ANDRYSAS, me interesa que hablemos todas de lo
que pasa con las mujeres. Por ejemplo, las demandas en Suchitoto de un
gobierno paritario fueron mal recibidas de entrada, pero presentaron en
la siguiente elección un gobierno paritario con una mujer al frente.
¿Qué puedes decirnos sobre los feminicidios en El Salvador, un país con altas tasas de violencia?
En
El Salvador más de 612 mujeres son asesinadas al año. El Salvador,
Honduras, Guatemala y Jamaica tienen las tasas más altas de feminicidio
de América Latina. En mi país no hay respeto por la vida humana… según
las últimas cifras, hay 23 homicidios por día, superando cifras
históricas. Pero son violencias distintas, lógicas diferentes. Los
hombres que se matan entre sí lo hacen por vínculos o por lo que hacen, o
por dónde transitan, porque son o no de tal pandilla… A las mujeres se
nos mata porque somos mujeres. Si bien son lógicas diferentes no son
extrañas entre sí, la socialización de género ha formado en los hombres
una identidad violenta y el gobierno no lo logra ver. Desde mi punto de
vista, la prevención de la violencia es fundamental para desmontar esta
terrible inercia…
Por otro lado, esos altos
índices de criminalidad esconden feminicidio y violencia de género. El
tema está oculto tras la palabra “violencia” como si todas fuesen parte
de lo mismo. Muchos de los asesinatos no los han categorizado como
feminicidio sino como violencia pandillera. Ahora ya está tipificado el
feminicidio y se ha avanzado en ese punto pero no en lo judicial. Hay
resistencia a la hora de aplicar la ley de feminicidio. Les casa mejor
con su ideología aplicar la ley de violencia intrafamiliar que
considerar que lo que tienen delante es feminicidio.
Existe un odio sexual a la mujer. Hay un ensañamiento y una crueldad con los cuerpos de las mujeres muy difícil de digerir.
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