Pedro Miguel
En la madrugada del domingo, en
Orizaba, tuvo lugar una balacera en el bar Bulldog, situado a unos
metros de la inspección de policía. Durante cerca de una hora, según los
medios locales, grupos delictivos antagónicos se enfrentaron con armas
de fuego. Uno o dos murieron y la confrontación dejó un número incierto
de lesionados:
cuando arribaron los elementos de la Fuerza Civil de la Secretaría de Seguridad Pública estatal, continuaba el enfrentamiento y los agentes lograron observar cómo varias personas huían del lugar con heridos en camionetas blindadas, dice la nota de Noreste.
Más o menos a la misma hora, en Xalapa, un comando de cuatro
individuos ingresó al antro Madame y vació varios cargadores sobre los
clientes. Cinco de ellos murieron y otros 13 resultaron con lesiones de
diversa gravedad. En ambos casos las autoridades estatales ofrecen como
explicación una disputa entre bandas rivales por el territorio de
distribución de drogas ilícitas.
Si hubiera sido en un par de ciudades europeas el mundo estaría
conmocionado, pero los hechos ocurrieron en dos ciudades veracruzanas y
fueron sólo dos picos en la gráfica de la violencia que padece el
estado; ese mismo día, por ejemplo, ocurrieron al menos dos
levantonesy hallaron a un ejecutado en un municipio conurbado al Puerto de Veracruz.
El domingo por la noche, en Boca del Río, se llevó a cabo el último
debate entre los candidatos a la gubernatura. La violencia favorece a
Héctor Yunes, un priísta promedio y anodino que tiene por encargo
encubrir las atrocidades de su correligionario Javier Duarte y que ha
saturado la entidad con anuncios espectaculares en los que promete
mano fuerte; es favorable también para la causa de su primo, Miguel Ángel, otro producto típico del PRI: además de su florida fama pública como compañero de correrías de Jean Succar Kuri y Kamel Nacif, el ahora panredista fue responsable de los penales federales en tiempos de la primera fuga del Chapo y director del ISSSTE en momentos de desvíos multimillonarios en esa institución; ya antes, como secretario de gobierno de Patricio Chirinos, entre 1992-1997, se había forjado una imagen de represor implacable y violento; en ese lapso en el que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) emitió 17 recomendaciones por diversas violaciones a los derechos humanos y violencia represiva.
Con lo anterior no se pretende insinuar que cualquiera de los dos
Yunes, o ambos, hayan organizado las balaceras en Orizaba y Xalapa.
Ocurre, simplemente, que el conglomerado de intereses que ejercen el
poder real en la entidad reacciona ante el riesgo de una ruptura del
(des)orden establecido y que, en los días previos a la elección del
próximo 5 de junio, manda un mensaje de intimidación y disuasión a los
votantes y una descalificación al ejercicio de la voluntad ciudadana,
esa que se expresa con votos, no con balas, y que parece inclinarse por
el único aspirante que no forma parte del régimen oligárquico
prianrredista: Cuitláhuac García, postulado por Morena.
Casi siempre funciona. Las mafias que temen perder el poder en
las urnas suelen recurrir a actos de terror para que los electores
conscientes no salgan de sus casas, piensen que la violencia no tiene
remedio (o que el único remedio es la violencia del Estado) y abandonen
el territorio de las urnas al arbitrio de los aparatos clientelares y
corruptos, eso que antes se llamaba voto duro y que hoy, por el
deterioro de las tres principales patentes partidistas del régimen (PRI,
PAN y PRD) se ha reducido casi exclusivamente a voto comprado, en tanto
que los partidos menores se conforman con vender sus sufragios al mejor
postor.
Pero ese recurso puede volverse, en la circunstancia veracruzana
actual, en contra del propio régimen y de sus candidatos, porque el
hartazgo ha llegado al límite y el gobierno y su abanico de candidatos
no tienen nada que ofrecer, salvo la perpetuación de la inseguridad, el
saqueo y la violencia.
A Veracruz le urge un cambio de rumbo real y efectivo y la única
propuesta política con la voluntad y las cualidades para emprenderlo es
la que encabeza Cuitláhuac, representante natural de la población
agraviada: los maestros violentados, los pensionados defraudados, los
campesinos reprimidos y despojados, los jóvenes sin lugar en el mundo,
los universitarios a los que el gobierno deja sin salario, las
comunidades acosadas por los proyectos de desarrollo depredador, los
ciudadanos que viven la zozobra y la angustia de la criminalidad. Cabe
esperar que así lo comprenda la mayoría del electorado de Veracruz, y
que sea una mayoría tan amplia que ningún fraude pueda falsificar su
veredicto.
Twitter: @Navegaciones
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