Manuel Pérez Rocha
La ejemplar rebeldía de los maestros –ahora con el apoyo de considerables sectores populares y una tardía, pero creciente participación de académicos y estudiantes– es, sin duda, el factor central del conflicto social y político desatado por la pretensión de imponer por la fuerza una "reforma educativa". Esta legítima, y para nosotros esperanzadora rebeldía, no es una sorpresa para los autores y ejecutores de la supuesta reforma educativa; la previeron e incluso su criminal estrategia fue provocarla, y preparar las acciones armadas para enfrentarla, y ahogarla a como diera lugar. El señor Claudio X. González, brazo operativo de la oligarquía mexicana que ha decidido hacerse del control de la educación nacional, lo advirtió públicamente y en varias ocasiones: "Si no hay turbulencias, es un signo claro de que no estamos haciendo bien la cosas"; y por todos los medios han presionado para "que la reforma se implemente ¡ya!, sin contemplaciones ni excepciones, en todo el país".
Con miles de policías y el apoyo
del Ejército se ha llegado ya al extremo de asesinar a mansalva a
muchos inocentes. Ayotzinapa y Nochixtlán son sólo los casos más graves
¿Les parecerán suficientes estas "turbulencias"? La barbarie armada
corresponde con la de los tecnócratas que están al servicio de esa
oligarquía. Ejemplo paradigmático son las actitudes arrogantes y
provocadoras, así como los conceptos de "educación" y "cultura", del
aspirante a la Presidencia y circunstancial secretario de Educación,
Aurelio Nuño, quien declaró: "No tengo tiempo para la cultura", y
después de los asesinatos de Nochixtlán amenazó: "La reforma educativa
se va a profundizar". Este incalificable cerril desprecio a la cultura
–y la ominosa ofensiva contra las culturas que no son museos y galerías
para las "clases altas"– se manifiesta nítidamente en el plan expuesto
por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, en un artículo publicado
en La Jornada (2/6/16): de lo que se trata es de acabar con el México
del sur-sureste improductivo, atrasado, dedicado a actividades
tradicionales (como la agricultura) que no aportan "valor" (¿qué comerá
Videgaray?).
La incultura de estos funcionarios les impide
percatarse de que están ante una invaluable realidad sociocultural de
profundas raíces históricas, no un problema económico o, menos aún,
policiaco. Repiten la anticientífica, inhumana e inculta doctrina que
les enseñaron en el ITAM los maestros de la escuela de Chicago: la vida y
los problemas de la sociedad se reducen al "crecimiento", el "empleo",
la "competitividad"; y buscan aplicarla a como dé lugar (por supuesto
para eso les pagan muy bien). Estos funcionarios son incapaces de oír
palabras como dignidad, cooperación, generosidad, reciprocidad, valores
desde los cuales los pueblos "atrasados" del sur-sureste, y otros muchos
mexicanos, entienden y juzgan al mundo. Participan del desprecio y odio
que las "clases altas" tienen a esa mitad de México que nos da
identidad, y alimentan ese desprecio y odio. En este tenor han
impulsado, con el apoyo de los poderosos "medios" comerciales y no pocos
"intelectuales", una campaña de propaganda digna de Goebbels, que pone
el mundo al revés: ahora el gobierno priísta y los dirigentes del SNTE
son los buenos y la CNTE (que a lo largo de 30 años ha dado ejemplo de
una lucha heroica contra el corrupto PRI y sus charros del SNTE) un nido
de delincuentes y criminales. Para ello no les importa mentir,
calumniar, amenazar y encarcelar ilegalmente. El señor Claudio X.
González se ha referido a los maestros de la CNTE como "minoría de
delincuentes", "mafia", "monstruo", "delincuentes con permiso" y
"criminales", y los ha acusado de "salvajismo" y de constituir un
"cártel".
Esta campaña también ha alimentado una de las peores
vergüenzas de este país: el racismo. Véase un extracto de las
abominables reacciones de los lectores del periódico Reforma ante
noticias sobre la CNTE difundidas por ese periódico: "¿No sería tiempo
de desempolvar las tanquetas de agua que compró Calderón? Aparte de que
buen favor les harían a estos indios piojosos dándoles un baño"; "Yo no
les veo ni cara ni facha de maestros. Más bien parecen indígenas
alquilados para venir a armar desmanes al DF"; "Urge guardar en el bote a
este indio balagardo (sic, se refieren a Rubén Núñez)... Hay mucho de
donde hacerlo. Si guardaron a la maestra no me digan que no pueden con
este indio oaxaco"; "Puro indio delincuente que debe estar en la
cárcel"; "Buen ejemplo con el hombre de Java en la fotografía (se
refieren a un maestro). Ya ven, no son tan malos maestros: enseñan la
teoría de la evolución, y cómo algunos ejemplares del pleistoceno de
hecho sobrevivieron como especie y llegaron al siglo XXI"; "Ojalá se
mueran todos, país de indios ignorantes"; "¡Apestan a mierda! Parásitos
¡Ojalá los desaparezca la sociedad civil! ¡Vividores! ¡Hernán Cortez
(sic) debió aniquilar a esta escoria!"; "Mátenlos! Maldita gente
asquerosa que sólo sabe hacer desmanes... Necesitan su 2 de octubre esos
malditos maestros!" (Ya les hicieron caso, la criminal represión del
pasado 20 de junio nos recuerda justamente el 10 de junio de 1971 y al 2
de octubre de 1968.)
De lo que se trata es de imponer una
"reforma educativa" tecnocrática, inculta, imponer un régimen laboral
que anula conquistas básicas irrenunciables, como la contratación y
representación colectiva y la huelga, de constreñir derechos básicos,
como la manifestación pública. El fin último lo explica cínicamente
Videgaray: se trata de “generar certidumbre a la inversión… proveerle
con toda la infraestructura económica (tangible e intangible), social y
urbana para que sean atractivas tanto para las empresas, como para la
gente, además de incentivos fiscales, laborales y aduaneros”. Se trata,
como dictan el Banco Mundial y la OCDE, de hacer del "sur-sureste" del
país una zona económica especial, o varias, donde las "culturas
atrasadas" no sean sino el escenario folclórico, domado, con luz y
sonido… y muchas utilidades.
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