Adolfo Gilly
La invitación del Presidente
de México al candidato presidencial estadunidense Donald Trump no fue
error ni descuido. Es una iniciativa coherente de la política cada vez
más acentuada de los gobiernos de México desde la firma del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): abrir las puertas a las
finanzas y a los aparatos militares y policiales en una alianza militar,
financiera y comercial donde rigen, como es ley en las alianzas
desiguales, la razón y la ley del más fuerte. Porfirio Díaz, quien nunca
llegó a estos extremos, se revolvería en su tumba en París si pudiera
ver adónde hemos llegado un siglo después de su partida de este mundo.
Donald Trump vino a México para mostrar a sus partidarios –que no son
pocos, si ha logrado ser el candidato del Partido Republicano– desde la
mismísima tierra de Mexico y en diálogo cara a cara con el Presidente
de esta nación, la solidez y la fuerza de sus opiniones y de su política
de desprecio hacia México y hacia todo lo mexicano.
¿Cuál es la sorpresa? Lo dijeron claro desde antes de la entrevista,
desde extremos diversos de la política, tanto Enrique Krauze como
Cuauhtémoc Cárdenas, y no sólo ellos, sino muchos más. La nación
mexicana escucha con asombro las deshilvanadas explicaciones de su
gobierno ante esta pifia descomunal: traer como su invitado de honor a
un prominente político que nos viene insultando desde hace mucho, como
lo registra la prensa internacional.
§
Apenas regresado a su país, Trump convocó un mitin en
Everett, Washington, donde informó, explicó y se vanaglorió de sus
palabras y su conducta en territorio mexicano, así como de la recepción
que le brindó el presidente Enrique Pena Nieto. Estas fueron sus
palabras ante un público que aclamaba cada uno de sus párrafos:
“Vamos a construir un gran muro a todo lo largo de la frontera sur y
México pagará ese muro. Desde el primer día vamos a empezar a trabajar
en un impenetrable, físico, alto, poderoso y hermoso muro en la
frontera.
“Despues de reunirme con su maravilloso, maravilloso Presidente (“ wonderful, wonderful”, repitió…), yo creo en verdad que ellos quieren resolver este problema junto con nosotros, y estoy seguro de que lo harán.
“Voy a crear una nueva fuerza de tarea especial para deportación,
concentrada en identificar y retirar rápidamente a los más peligrosos,
criminales e ilegales inmigrantes en Estados Unidos que han evadido la
justicia, tal como Hillary Clinton ha evadido la justicia. ¿OK?
“Vamos a suspender la emisión de visas en cualquier lugar
donde no sea posible ejercer un control adecuado. A esto lo denomino
veto extremo. ¿Entendido? ¡Veto extremo! Así de duro será, y si algunos
vienen aquí está bien, pero tienen que ser buenos: eso quiere decir
extremo. Los países para los cuales se suspenderá la inmigración
incluirán lugares como Siria y Libia.
Otra reforma establecerá nuevas pruebas de admisión para todos los solicitantes, entre los cuales se incluirá (y esto es muy importante, sobre todo si así se recibe a la gente correcta, y vamos a recibir gente correcta) una certificación ideológica para asegurar que aquellos a quienes recibimos en nuestro país comparten nuestros valores y aman a nuestro pueblo.
§
Este es Donald Trump y esta es su política para Estados
Unidos, México y el mundo. Este es el personaje engendrado por esta
época nueva en la cual el capital financiero, sus fracciones nacionales,
sus necesidades, sus razones y los gobiernos a su servicio con sus
ejércitos se disputan la dominación de los mercados y los territorios.
Tenemos un poderoso nazi en nuestra frontera, candidato a presidente
de Estados Unidos, conquistador del Partido Republicano y tal vez –no
sabemos– próximo presidente. Trump no pertenece a la especie fascista de
Mussolini, sino a la especie nazi de Hitler: racista, exterminador,
amenazador y sembrador de odios contra pueblos enteros. No sabemos hoy
si será electo presidente en noviembre.
Pero los planes de Trump y de su entorno político y económico son
también a largo plazo y expresan las ambiciones y las miras del sector
del capital financiero internacional, cuya sede nacional, política y
militar –no hay finanzas sin ejército– se ubica en Estados Unidos de
América, hoy desafiado más y más desde otras diversas y poderosas sedes:
Rusia, India, China, para sólo nombrar las más visibles y mej
or
armadas tecnológica, poblacional y territorialmente. Gane o no la
elección, con esa nueva, violenta y poderosa fuerza estadunidense habrá
que contar en los peligrosos años que se avecinan.
En este contexto, es difícil imaginar una política internacional más
desastrosa que la puesta en práctica por el gobierno federal con la
invitación presidencial a Donald Trump y el siguiente silencio ante la
multiplicación de sus insultos, sus desplantes y sus amenazas.
Ciudad de Brest, Bretagne, 8 de septiembre de 2016
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