Por: Lucía Lagunes Huerta*
No cabe duda que los privilegios masculinos están fuertemente
resguardados por los hombres. Perderlos no es fácil y argumentos para
asegurarlos hay, sobre todo cuando se trata de cuestionar a las mujeres
que buscan tomar lo que por derecho les toca.
Estos hombres, los del discurso a favor de los privilegios masculinos,
se parecen al candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos,
Donald Trump: dicen buscar lo mejor, sin importar que sea rechazando,
discriminando y fomentando la desigualdad.
Algo así estamos observando ahora. En pleno proceso para la renovación
de siete magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación (TEPJF), los señores del poder sobre la
justicia han logrado la fórmula perfecta para mantener la mayoría de los
asientos y “ceder” dos lugares para las mujeres.
Incluso, algunos realmente se sienten orgullosos de este acto de
“desprendimiento” al lograr pasar –casi como hazaña, como en milagro y
hora que la violación al principio de laicismo está de moda– de uno a
dos lugares para las mujeres. Acto más noble no puede caber, pues de los
siete lugares que se renovarán ellos se quedan con cinco.
Pese a la evidente desigualdad del proceso, ahora en manos del Senado,
los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y
algunos senadores han logrado mantener el “equilibrio” para este cambio
en las magistraturas de la Sala Superior del Tribunal Electoral, a la
que tocará, ni más ni menos, resolver los conflictos legales durante los
proceso electorales de Estado de México en 2017, las elecciones
presidenciales de 2018, así como 29 elecciones estatales.
Veamos el equilibrio: de 126 aspirantes registrados al inicio del
proceso 20 eran mujeres, en la segunda etapa de 42 aspirantes 10 eran
mujeres, al final de 21 candidatos 6 son mujeres.
Claro que argumentos para mantener los privilegios hay, y miremos si no.
En julio pasado el magistrado del TEPJF, Manuel González Oropeza,
afirmó que en la renovación de la Sala Superior lo “deseable” era
privilegiar el mérito a la equidad del género.
La afirmación sonó maravillosa, quién quiere funcionarios mediocres,
magistrados que no sepan o que su ética se acomode al mejor postor,
ustedes me dirán. ¡Claro!, queremos que sean los méritos los que
cuenten, pero también para ellos.
Sí, que demuestren méritos quienes han mantenido su posición de poder en
la mayoría de los cargos públicos y los puestos de decisión, quienes
por ejemplo decidieron invitar a la casa a quien la insulta. Sí, hablo
de la invitación que Enrique Peña Nieto hizo a Donald Trump para venir a
México.
Archivo CIMACFoto
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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