Es elemental para un gobierno que respeta las formas democráticas
informar adecuadamente a la ciudadanía de decisiones que comprometen
seriamente el futuro del país. La invitación y aceptación por parte de
Trump a visitar México es un hecho que dará el tono a la relación de
México con Estados Unidos y, en general, a su lugar en la política
internacional. Una decisión de tales consecuencias ameritaba un riguroso
comunicado de prensa detallando la agenda de conversación que se iba a
sostener y argumentando sobre los motivos para confiar en que esa visita
era el mejor camino a seguir. Abrir una ventana para el lucimiento de
uno de los candidatos presidenciales que más ha insultado a México y
mayor repudio merece por parte de otros líderes internacionales era, sin
lugar a dudas, una acción de alto riesgo. Los mexicanos siguen sin
tener una explicación convincente de por qué se tomó una decisión tan
desatinada.
Las consecuencias del encuentro no eran triviales. En primer lugar,
tenía repercusiones en la competencia electoral que se lleva a cabo en
Estados Unidos. Es evidente que Trump y sus asesores no aceptaron venir a
México sin haber calculado que el saldo les sería favorable. Aceptaban
la invitación de Peña Nieto porque contribuía a facilitarle a Trump el
camino para alcanzar dos objetivos importantes para sus asesores:
demostrar que tiene la altura de jefe de Estado para comportarse en el
exterior y la capacidad de flexibilizar su lenguaje cuando es
políticamente conveniente. Al darle trato de jefe de Estado y ofrecerle
espacio para mostrar cierta mesura, Peña Nieto le puso la mesa al
magnate. En opinión de medios de comunicación tan renombrados como The
Economist en línea (01/09/16), con esta visita Trump aumenta sus
posibilidades de ganar.
Lo anterior no significa, en lo absoluto, que va a modificar su
pensamiento. A pocas horas de haber dejado México insistía ante la
multitud que lo vitoreaba en Arizona que, aun si los mexicanos no lo
sabían, pagarían el 100% del muro. ¿De verdad creyó Peña Nieto que unas
horas de conversación con él lo llevarían a cambiar sus posiciones que
tanto apoyo electoral le proporcionan?
El segundo factor que aparentemente no se tomó en cuenta fue el
efecto de todo lo anterior en el campo demócrata. No es imposible que
Hilary Clinton acepte venir a México, ella determinará el momento.
Tampoco es imposible, sino todo lo contrario, que sea ella quien llegue a
la Casa Blanca. No obstante, el mal sabor respecto a la plataforma de
lujo que le dieron a su contrincante ya no tiene remedio. Al parecer,
las dos invitaciones se mandaron al mismo tiempo. Quedaba al buen juicio
de los mexicanos esperar la respuesta de ambos y decidir cómo se
fijaban agendas y tiempos. Sin embargo, los asesores de Trump tuvieron
mucho mejor sentido de la oportunidad.
Algunos secretarios de Estado mexicanos opinaron después del evento,
subrayando la importancia de tender puentes con los candidatos y hacer
llegar las preocupaciones de México sobre temas que nos conciernen, así
como de la voluntad de trabajar conjuntamente. Desde luego hay que
hacerlo, ¡pero no así! El acercamiento a los equipos de campaña, la
planeación cuidadosa de los temas a tratar, la determinación del mejor
momento político para México es fundamental. La cobertura mediática de
la visita en medios nacionales y extranjeros habla por sí sola. Esta
visita fue un grave error de Peña Nieto.
El proceso electoral de 2016 en Estados Unidos se caracteriza por
salir de los moldes tradicionales. La polarización del electorado, los
comportamientos inesperados en la vida partidaria, el malestar de
amplios sectores de la clase media blanca, la ansiedad por los efectos
de la tecnología sobre el empleo y los salarios, el rechazo a los
migrantes y la embestida contra el libre comercio hablan de nuevos
paradigmas en la vida económica y política de ese país. Todo ello con
profundos efectos en México que urge analizar e incorporar en la
planeación.
Desafortunadamente, desde hace años México carece de la
infraestructura institucional a nivel del gobierno para conducir con
seriedad la relación con Estados Unidos. Varias veces nos hemos referido
a la fragmentación de responsabilidades en la administración pública
para llevar el diálogo con sus contrapartes estadunidenses, a la
carencia de cuadros con alta capacitación en el estudio de Estados
Unidos, la ausencia de estrategias integrales de largo plazo. No es de
extrañar que algún equipo improvisado o un secretario de múltiples
ocurrencias haya tomado la iniciativa de recibir a Trump. El titubeo de
la secretaria de Relaciones Exteriores al ser entrevistada sugiere que
no fue ella.
Al responder a las preguntas de la periodista Denise Maerker en un
programa televisivo, Peña Nieto afirmó con vehemencia que defendía a
México de las amenazas surgidas durante la campaña electoral en Estados
Unidos, como cerrar la frontera o denunciar el TLCAN. Cierto que ambos
hechos perjudicarían a México. Sin embargo, la descomposición de un
grupo gobernante que pierde la cohesión interna, responde de manera
ineficiente a los problemas más urgentes y extravía la brújula al
conducir la política exterior es todavía más grave. Hoy por hoy es la
mayor amenaza al futuro del país.
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