- El acoso que sufren las mujeres en el transporte público está tan generalizado en todo el mundo, que lo más común es que se callen y no denuncien el acoso verbal, sexual y físico que sufren en ese espacio.
Hay estudios que estiman que alrededor de 1,5 millones de las niñas que en 2030 serían susceptibles de sufrir algún tipo de violencia y acoso por su condición de género en el transporte público, residirán en las ciudades.
En
Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el
transporte público más peligroso del mundo para la población femenina,
seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico
mientras viajan.
¿Acaso la renuencia de las mujeres a reconocer el temor generalizado
que les provocan bien adentro no le da a los hombres que chistan un
poder imbatible?
Al desestimar el acoso, ¿las mujeres no estarán fortaleciendo la
cadena represiva del patriarcado al no cuestionar ni reprender ese
comportamiento?
Una buena oportunidad para hacer frente al acoso sexual y a la
amenaza que soportan las mujeres en el transporte público y luchar por
su derecho básico a la libertad de movimiento en su propio entorno es la
Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo
urbano sostenible (Hábitat III).
En especial porque en el encuentro, organizado por ONU Hábitat y que
tendrá lugar en Quito del 17 al 20 de octubre, se discutirá una Nueva
Agenda Urbana mundial.
Muchas personas podrán considerar que chistar o que un “pequeño
manoseo” son inofensivos, pero el retroceso que implica que los hombres
supongan una amenaza para ellas en el transporte público es vital.
La gente no se pone a considerar que un comentario amenazante ni que
una mirada lujuriosa puede representar un obstáculo para la libertad y
el desarrollo educativo y social de las mujeres.
Según los últimos debates dirigidos por el espacio digital de debates Wikigender,
las cuestiones relacionadas con la accesibilidad y la seguridad pueden
disuadir a las mujeres de usar espacios públicos, de continuar su
educación, de aprovechar oportunidades económicas y de recibir atención
médica.
Si la Nueva Agenda Urbana que saldrá de Hábitat III se concentra en
cómo hacer para que el transporte público contemple a las mujeres, se
estará más cerca no solo de lograr el quinto
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que promueve la
igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas.
También ayudará a cumplir con el 11 ODS, que se propone lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
La necesidad de erradicar los sistemas de transporte que son omisos
frente a las cuestiones de género es especialmente importante en la
coyuntura actual y por primera vez en la historia, pues hay más personas
viviendo en las ciudades que en las áreas rurales.
No hay mejor momento para implementar iniciativas inclusivas de
género en el transporte que el actual. En los países en desarrollo,
cinco millones de personas comienzan a vivir en las ciudades cada mes.
Un informe
de la organización humanitaria a favor de la infancia y la adolescencia
Plan International indica que el miedo a la violencia que sienten las
adolescentes prevalece particularmente en ciudades de países en
desarrollo como Kampala, Nueva Delhi y Lima, donde se realizó la
investigación.
Las conclusiones hablan a gritos del terror y de la incomodidad que
genera un sistema de transporte que no contempla las cuestiones de
género en perjuicio de niñas de apenas 12 años.
En Nueva Delhi, solo 3,3 por ciento de las consultadas dijeron
sentirse seguras en un medio de transporte público. En tanto, en Lima,
solo 2,2 por ciento dijeron sentirse seguras cuando caminaban en
espacios públicos. Mientras que en Kampala, más de 80 por ciento de las
jóvenes mujeres entrevistadas dijeron no sentirse seguras en la
transición urbana, en general.
El estudio se realizó en distintas partes del mundo, sin embargo, el silencio fue el común denominador en todas partes.
La duda de las mujeres a la hora de denunciar situaciones difíciles
permite que se mantenga el círculo vicioso de victimización, acoso y
amenaza en el transporte público.
Las entrevistadas subrayaron el hecho de que sus opiniones no fueron
consideradas a la hora de realizar la planificación urbana y
compartieron un sentimiento generalizado de exclusión en lo que respecta
a la toma de decisiones clave en sus respectivas ciudades.
Y lo que es irónico, muchas jóvenes restaron importancia o excusaron las acciones de los acosadores y agresores.
Durante las entrevistas para el informe de Plan International,
palabras como “agresión” y “acoso” fueron reemplazadas por “tonteo
inocente” en Nueva Delhi y por “contacto inapropiado” en El Cairo.
Eso revela que la renuencia de las mujeres que sufren acoso y
violencia a condenar a los agresores deriva de un sentimiento intrínseco
de la vergüenza que les ha sido inculcada.
Y en lo que puede considerarse como un proceso de revictimización, el
profundo temor social de ser responsable del acoso, la consiguiente
consecuencia de ser objeto de burla, de ridículo y hasta de sufrir
castigos, funciona como eje del silencio que rodea al acoso contra las
mujeres en el transporte público.
A la larga, la recurrente negación del derecho fundamental que tienen
las mujeres a desplazarse en las ciudades no genera nada menos que
indignación.
La incomodidad y la inseguridad femenina ya no pueden considerarse
una “norma social” o una consecuencia asociada o vinculada al hecho de
ser mujer.
La apatía de los testigos del acoso es consecuencia de un miedo subyacente a intervenir de alguna forma en la situación.
Si nadie elige condenar la agresión, seguirán existiendo los obstáculos a la libre circulación de las mujeres.Es fundamental comprender que este asunto no es menor ni específico
de las mujeres, sino que es una epidemia mundial avivada por un
sentimiento de machismo adquirido.
De hecho, una investigación realizada
por Hollaback!, un movimiento internacional contra el acoso callejero,
y la estadounidense Universidad Cornell, en base a 16.000 entrevistas
en 22 países, concluyó que entre 80 y 90 por ciento de las mujeres
sufren acoso en espacio públicos.
La evidencia revela la impactante dimensión del acoso público al
punto que 66 por ciento de mujeres alemanas consultadas dijeron que las
habían manoseado o toqueteado en público y que 47 por ciento de las
indias fueron testigos de distintos tipos de exposición masculina en
espacios públicos.
En Nueva York, se estima que no se denuncian 96 por ciento de los
casos de acoso sexual ni 86 por ciento de las agresiones sexuales que
ocurren en los trenes metropolitanos subterráneos.
En Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el
transporte público más peligroso del mundo para la población femenina,
seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico
mientras viajan.
Esos datos revelan que el continuo acoso de los hombres es una
amenaza generalizada y perjudicial para el futuro de la igualdad de
género
Por eso es fundamental que la Nueva Agenda Urbana de Hábitat III
implemente iniciativas con un fuerte énfasis en lograr que la movilidad
de las mujeres y las niñas sea segura en los entornos urbanos.
Al garantizar un transporte seguro y la protección de las mujeres,
crear una red de apoyo y reconocer el significado fundamental de la voz
femenina en los procesos de decisión en los ámbitos urbanos, estará
allanado el camino para que se desplacen libremente en las ciudades.
De esa forma, la próxima mujer o niña que se sienta amenazada por una
mirada denigrante o por un comentario humillante no temerá a las
consecuencias de los reproches, y en cambio denunciará al acosador y
ayudará a poner fin a la inseguridad y a la victimización en el
transporte público.
Traducido por Verónica Firme
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