10/31/2016

Ilusorio crecimiento del empleo


por Araceli Damián

Foto: Saúl López/ Cuartoscuro
¿Qué tan cierto es que se hayan creado esa cantidad de empleos?, ¿cuáles son las características de los nuevos empleos? y en ¿qué medida contribuyen al progreso y a una mejor calidad de vida en el país?
En primer término, cabe señalar que esa cantidad de empleos es insuficiente para atender el crecimiento de la fuerza de trabajo en México. De acuerdo con la ENOE (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo), entre el segundo trimestre (abril-junio) de 2012 y el respectivo de 2016, la población en edad de trabajar (de 15 años y más) creció 5.3 millones;mientras que los ocupados en 2.4 millones. Es decir, se “creó” un déficit adicional de casi 3 millones de empleos en esos dos años.
Aunque no toda la población que cumple quince años entra directamente al mercado laboral, al segundo trimestre de 2016 el déficit de empleos es de casi de 8 millones, que corresponden a más de 2 millones de desempleados y a otros 6 millones de personas que, aunque pertenecen a la población económicamente no activa, están disponibles para trabajar, pero que ya no buscan un empleo pues han perdido la esperanza de encontrarlo.
Al incluir a la población no económicamente activa disponible como activa, podemos estimar la verdadera tasa de desocupación en México, que se ubica en 13.5% y no en 3.9% de la PEA (Población Económicamente Activa), como nos quieren hacer creer las cifras oficiales.
Más allá del déficit adicional de empleos y aún suponiendo que se hayan crearon los 2.4 millones de empleos en lo que va del sexenio de Peña, falta por ver la calidad de los mismos. Al analizar los datos de la ENOE, podemos afirmar que ha habido un deterioro de las condiciones de trabajo, ya que hubo un cambio regresivo en la composición de los trabajadores según su nivel de ingreso. Así, el número de trabajadores con ingresos de dos salarios mínimos o menos subió de 18.2 a 21.7 millones entre 2012 y 2016. Por otra parte, en lo que va del sexenio se destruyeron 2.4 millones de empleos con ingresos superiores a dos salarios mínimos. Es decir, el gran logro de Peña fue aumentar el número de trabajadores con ingresos de hambre, mientras que se destruyeron los medianamente y mejor pagados. Lo anterior sin contar que existen 4.5 millones de trabajadores que no recibían un salario, o que sólo perciben propinas y ‘‘comisiones”. Además de que casi 15 millones de ocupados trabaja más de 48 horas a la semana, lo cual constituye una violación al derecho constitucional de los trabajadores al descanso.
Por otra parte, continúa siendo abrumadora la cifra de ocupados sin seguridad social, que asciende a 32.1 millones. Si bien es cierto que la ENOE reporta un aumento en la población con acceso a la seguridad social (de 17.2 en 2012 a 19 millones en 2016), casi toda ésta proviene los trabajadores que se regularizaron a partir de los incentivos otorgados por el IMSS para ese efecto. Es decir, no son empleos nuevos y el aumento relativo de la cobertura fue muy bajo (de 35.1% a 37%).
Si bien la ampliación de los asegurados al IMSS puede fortalecer los ingresos del IMSS, como asegura Peña, lo que no toma en cuenta es que se trata de población con ingresos muy bajos, pero con las mismas necesidades de atención a la salud y prestaciones (guardería, pensión por incapacidad o vejez, etc.). Por lo tanto, el Instituto recibe menor ingreso promedio por trabajador y enfrenta mayores presiones de demanda de servicios.
Pero además Peña no reconoce los problemas reales del IMSS, ya que en sus discursos omite mencionar que la viabilidad financiera cacareada se refiere sólo a los próximos tres años. Por otra parte, según cálculos del Instituto para 2050 tendrá un crecimiento en sus ingresos del orden de 2.4% en promedio anual, mientras que los gastos aumentarán a una tasa de 2.9%; lo que provocará que se sigan utilizando sus reservas para hacer frente a los déficits y el gobierno tendrá la obligación de resarcir dichos fondos.
Lo que el gobierno y los empresarios no han entendido es que el modelo económico basado en el “libre” mercado ha fallado y que, si no se fortalecen los derechos sociales tendremos una sociedad envejecida, sin empleo y sumida en la pobreza. Lo anterior no sólo se debe a los bajos salarios, sino también a la reducción relativa del empleo a nivel global, resultado de la acelerada automatización de la producción.
Nos encaminamos también hacia un proceso acelerado de envejecimiento de la población, con un perfil de morbilidad complejo, que requerirá grandes recursos para la atención a la salud, debido a que según estimaciones recientes uno de cada tres niños en México padecerá diabetes en su vida, como consecuencia de los patrones de consumo obesigénicos, promovidos por las grandes corporaciones productoras de alimentos y bebidas.

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