El mundo atraviesa
por un proceso de reconfiguración de regiones en megarregiones
comerciales, lo que nos convoca a reflexionar sobre el presente, aunque,
con base en experiencias del pasado, sobre lo que debemos evitar para
el futuro. Estamos en un momento clave para prevenir, en el caso de
algunos países, o bien para evitar a toda costa en otros, la continuidad
e implementación de políticas económicas basadas solamente en la lógica
de la acumulación y la concentración de la riqueza. Este es, pues, un
momento que nos obliga a hacernos cargo ética y políticamente de una
realidad que se caracteriza por estar en medio de una crisis de la
civilización capitalista que, como diría Armando Bartra, con un origen
unitario, el modelo capitalista
tiene expresiones multidimensionales y de alcances planetarios. Es por ello importante en este sentido cobrar conciencia de que hoy se negocian decenas de tratados comerciales que se caracterizan por abarcar dimensiones intercontinentales y conexiones entre regiones mundiales que ahora se consideran
estratégicas, como la región Asia Pacífico, o que pretenden ampliar el control y la conservación de privilegios, como en el caso de algunos países de Europa, y de Estados Unidos. Todo bajo la conducción e intereses del poder corporativo, el cual se apresta a definir las reglas de esta reconfiguración mediante, por ejemplo, megatratados comerciales.
Convocadas por la Comunidad de Estudios Jaina, el Instituto
Agropecuario de San Andrés, así como por la oficina en Bolivia de la
Fundación Friedrich Ebert, entre otras instituciones, diversas
representaciones de movimientos, organizaciones e instituciones
académicas críticas de Ecuador, Argentina, Uruguay, Canadá y Bolivia se
reunieron del 25 al 28 de octubre en las ciudades de Tarija y La Paz en
torno a las jornadas Megaacuerdos, el impacto en la soberanía alimentaria y alternativas desde los pueblos.
En dicho encuentro se dieron cita también la Campaña Nacional Sin Maíz
No Hay País, de México, y la Convergencia México Mejor Sin ATP,
articulaciones que están contra los tratados de libre comercio y
defienden la soberanía alimentaria. La discusión versó sobre los
impactos de los tratados de libre comercio en los países que los han
firmado, los retos a los que se enfrentan bajo la lógica de la
competitividad los que todavía no lo han hecho y los desafíos que
tenemos como pueblos ante esta reconfiguración mundial.
La manera en que ha sido concebido el libre comercio estuvo
constantemente bajo consideración. Algunos países de la región andina
hablan del paradigma de la complementariedad, que estimula y alienta la
solidaridad entre países. Una integración de apoyo mutuo desde abajo,
que pone en el centro la dignidad de las personas, los pueblos y la
Madre Tierra. Por otro lado, y contrariamente al anterior, tenemos el
paradigma de la competitividad, en el que priman la ganancia y el
interés de acumular riqueza. Paradigma que a costa de avasallar la
soberanía de los países busca mantener los privilegios y proteger las
inversiones de las grandes corporaciones. Se dio también cuenta del
avance del poder corporativo, pues en países que no participan
formalmente en tratados comerciales de talante competitivo se
experimenta la invasión de empresas trasnacionales, así como el despojo
de sus identidades y sus bienes comunes. México es el país que por
desgracia ejemplifica los estragos de la implementación legalizada de
tratados
competitivos. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) generó desde su puesta en marcha situaciones económicas que, contrariamente al sueño del crecimiento y la generación de riqueza, han colocado a la población con mayores índices de pobreza extrema. Experimenta además la invasión de megaproyectos que han acarreado enorme conflictividad y violencia en su territorio, así como la precarización del trabajo y la violación sistemática de los derechos de los pueblos y las personas. En relación con la soberanía alimentaria, en este periodo del TLCAN los diferentes gobiernos mexicanos han renunciado a su obligación de garantizarla. Por el contrario, el país tiene ahora 40 por cierto de dependencia alimentaria, lo que ha provocado el olvido del campo y la chatarrización de la alimentación, obteniendo con ello en cambio millones de personas con enfermedades asociadas a la mala alimentación. Como producto también de los tratados comerciales observamos cómo el Estado mexicano ha sido refuncionalizado para garantizar que las inversiones de las corporaciones no corran riesgos, y cómo no vacila en aceptar la claudicación de sus obligaciones de proteger y garantizar la dignidad de las personas y las comunidades.
Sin embargo, afortunadamente también sabemos que hay
posibilidades de revertir esta situación. Una de ellas es la
conservación e impulso a un modelo campesino de producción de alimentos.
En estas jornadas se compartieron experiencias de cómo los pueblos y
movimientos sociales se están organizando en los países participantes
para hacer frente al despojo y la crisis, reconociendo que es mediante
la agricultura a pequeña escala, familiar y basada en los saberes
campesinos e indígenas como podemos obtener la soberanía alimentaria que
requerimos. Entendida ésta como aquella que no sólo pone atención en la
disponibilidad, sino también en el modo de producción y el origen de
los alimentos. Se consideró de relevancia igualmente la capacidad de las
naciones para satisfacer sus propias necesidades internas y tomar
decisiones de manera soberana, privilegiando un modelo de agricultura
que se aleje del agroindustrial, canalizando apoyos e incentivos hacia
los pequeños campesinos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario