El presidente electo de EU, Donald Trump. Foto: AP / Evan Vucci |
– Cayó Clinton, cae Margarita
– Reactivada la estrategia de miedo
(apro).- El periodismo militante en México está
perturbado: Sus protagonistas se asumen aterrados por el triunfo de
Donald Trump y acusan a los estadunidenses de votar por temor, pero
reactivan para México la misma estrategia de miedo que los invade y
obnubila.
Son los opinantes que sin rubor se asumen prosélitos de Hillary
Clinton, la derrotada candidata del Partido Demócrata de Estados Unidos,
y la campaña de elogios a favor de ella, por la perversa concentración
informativa en México –liderada por Televisa–, ocupó todos los espacios
de radio, televisión, prensa e Internet en la capital y en los estados.
Hubo quienes llamaban a Hillary Clinton “nuestra candidata”, en
plural, una conducta tan servil como la de las senadoras Mariana Gómez
del Campo (PAN), Hilda Flores (PRI) y Dolores Padierna (PRD), que cuatro
días antes de la elección en Estados Unidos posaron vistiendo camisetas
en favor de la candidata de un país extranjero.
Esta aberración en el Congreso, a la que se sumó el perredista Zoé
Robledo y que fue aplaudida por tipos de la talla del priista Emilio
Gamboa y del panista Javier Lozano, se tornó en infamia: Las
representantes populares literalmente dieron la espalda a Vicente
Guerrero, “La patria es primero”, y a Benito Juárez: “Entre los
individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la
paz”.
La elección presidencial de Estados Unidos volvió a evidenciar
también el arraigado y extendido racismo que padecen cotidianamente los
millones de mexicanos –y otras minorías– que allá viven y que el triunfo
del magnate potencia a niveles inauditos, pero también ha exhibido, una
vez más, el abandono en el que han estado allá nuestros connacionales,
que siguen siendo expulsados de México, ante el servilismo de los
gobiernos de PRI y PAN.
Pero, en el fondo, a los repentinos defensores de los mexicanos en
Estados Unidos no les preocupa tanto el triunfo de Trump como su
significado: La derrota del establishment que encarnó Clinton y
que en México también está amenazado por las tres décadas de vigencia
de un modelo político y económico autoritario, excluyente y corrupto.
Los defensores y voceros del establishment –el ahora
aterrado periodismo militante– afirman que en Estados Unidos ganó la
intolerancia, la exclusión y el miedo, lo cual es cierto, pero ocultan
deliberadamente que estos repugnantes comportamientos son lo que dominan
la vida pública de México y que ya dominan hacia el 2018.
La derrota de Hillary Clinton, emblema del sistema, derrumba a la que
ha sido construida como su gemela en México, Margarita Zavala. La élite
del sistema la desprecia, por ignorante, y los arreglos con su marido,
Felipe Calderón, operador y beneficiario del establishment.
Pero hoy, más que gimoteos, derrotismo y cobardías, que suelen
conducir a indignidades como el perdón que en su momento pidió Vicente
Fox a Trump –a petición de éste–, la nueva realidad del magnate en el
gobierno de Estados Unidos exige a México y a los mexicanos dignidad,
patriotismo y pensamiento estratégico.
En Estados Unidos hay personas –con ciudadanía o sin ella– que están
asumiendo con arrojo la decisión de ser contrapeso al poder ominoso de
Trump, con manifestaciones de dignidad en las calles y con la autoridad
moral de dirigentes como Bernie Sanders, cuyo lema incluyente de “Un
futuro en el que puedes creer” (A future you can believe in) se
contrapone al de Trump: “Hacer (a) América grande otra vez” (“Make
America great again”).
Para defendernos como nación, para respaldar a los mexicanos de aquí y
los que viven en Estados Unidos, hace falta retomar lo que la ideología
conservadora –con ropajes de liberal– ha destruido: El patriotismo, que
defiende los intereses nacionales, y la no intervención, que significa
el principio confuciano de no hacer lo que no quieras para ti…
Apuntes
El periodismo militante calla: Así como guardó un conveniente
silencio sobre la renovación facciosa del Tribunal Electoral y la
ratificación del procurador general Raúl Cervantes, que podría desnudar
muchos negocios sucios de medios y periodistas, no dice ni pío sobre el
nuevo jefe de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR, Omar Hamid
García Harfuch. Era jefe de la Policía Federal de Guerrero cuando la
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y, desde hace años, su
nombre y teléfono celular eran parte de la agenda de Sidronio
Casarrubias, líder de Guerreros Unidos, acusado de ese crimen masivo…
Mientras tanto, la medalla Belisario Domínguez, que otorga el Senado y
que el año pasado fue para el magnate Alberto Bailleres, dueño del ITAM
y segundo hombre más rico de México, será este año para Gonzalo Rivas
Cámara, quien murió tras apagar las bombas de gasolina en una estación
de Chilpancingo, un reconocimiento promovido por el activista Luis
González de Alba, el cual se suicidó el 2 de octubre, y que es repudiada
por las familias de los desaparecidos. La Belisario Domínguez es, desde
hace mucho, una presea corrompida.
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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