TUXTLA
GUTIÉRREZ, Chis. (apro).- Tras un recorrido de seis días por dos
corredores migratorios, este miércoles la Misión Internacional de
Observación de los Derechos Humanos en la Frontera Guatemala-México
presentó sus primeros hallazgos documentados de lo que viven hombres y
mujeres que cruzan la frontera sur mexicana.
“Se ha observado un
patrón común de criminalización, persecución y represión a mujeres,
migrantes y personas defensoras de DDHH y del territorio que pueden
culminar en la privación de su libertad y hasta en su asesinato”,
dijeron los 24 expertos mexicanos y extranjeros que participaron en este
recorrido que hicieron para conocer lo que viven los migrantes y sus
defensores en esta región mesoamericana.
La Misión Internacional
conformada por 24 personas defensoras de derechos humanos originarias de
países como Colombia, El Salvador, Ecuador, España, Estados Unidos,
México y Canadá y más de 30 acompañantes pertenecientes a las
organizaciones integrantes de México y Guatemala, presentó anoche en San
Cristóbal de Las Casas un esbozo de los testimonios que fueron
recogiendo en su camino.
De las dos rutas que iniciaron y en las
que se distribuyeron en diferentes grupos, salieron de la Ciudad de
Guatemala, una de ellas partió hacia Quetzaltenango, Huehuetenango, La
Mesilla y ya del lado mexicano a Frontera Comalapa, Tapachula, Suchiate,
Acacoyagua, Mapastepec, Tonalá y Arriaga.
La otra ruta se
encaminó hacia Cobán, Sayaxché, Santa Elena y del lado mexicano
Tenosique, Palenque, Salto de Agua y Ocosingo, encontrándose los dos
grupos en San Cristóbal de las Casas el día de ayer 15 de noviembre.
Recorrieron en vehículos un total de 30 lugares y 2 mil 211 kilómetros
de la región transfronteriza.
En cada uno de estos lugares,
escucharon problemáticas y formas de lucha de más de 70 organizaciones y
colectivos y aproximadamente a mil 600 personas afectadas por el
despojo, la violencia contra personas migrantes y refugiadas y la
violencia de género, entre los que se encontraron pueblos de las etnias
mam, quiché, q’anjobal, kakchiquel, tseltal, tsotsil, tojolabal, zoque,
chol y mestizos.
Visitaron lugares afectados directamente por
estas violencias, “pudiendo constatar y documentar situaciones
constantes de injusticia pero también de lucha por la vida y
resistencia”.
Tras lo observado, encontraron en la región
transfronteriza patrones comunes de intensificación de un modelo de
desarrollo basado en la acumulación económica a partir del despojo de
los bienes naturales de los pueblos, el incremento de la movilidad
humana a partir de la violencia estructural y generalizada, y de la
violencia específica que sufren las mujeres.
“La consecuencia de
la implementación de proyectos energéticos, mineros, agroindustriales,
turísticos y de infraestructura es la invasión y el despojo acelerado
del territorio. Además, el desplazamiento forzado de las comunidades
locales, provoca también la alteración de los ecosistemas, la
contaminación de los suelos agrícolas y de las fuentes de agua y la
precarización de la vida de las comunidades campesinas y/o indígenas con
consecuentes daños a la salud, condición que se ve agravada al no
existir las condiciones que permitan un debido acceso a la misma”,
dijeron los activistas.
También observaron un patrón común en la
consolidación de un enfoque de seguridad nacional con el objetivo de
controlar los flujos migratorios, aumentando la presencia militar, de
puestos y retenes de control migratorio, en detrimento de un enfoque de
seguridad humana.
Explicaron que un ejemplo de ello, es la falta
de acceso al derecho de asilo y protección internacional para las
personas que se están desplazando desde Centroamérica a causa de la
violencia generalizada, y para quienes no existe aún un sistema de
integración adecuado que permita asegurar condiciones mínimas de
seguridad vital.
Observaron también otro patrón común de
criminalización, persecución y represión a mujeres, migrantes y personas
defensoras de DDHH y del territorio que pueden culminar en la privación
de su libertad y hasta en su asesinato. Inclusive, esa propia Misión
Internacional de Observación, durante ambos recorridos, fue vigilada y
hostigada en algunos puntos por parte de agentes de seguridad e
inteligencia en ambos países.
Observaron que por parte de las
autoridades públicas y entidades privadas la profundización de las
estrategias de desarticulación y despojo de las identidades culturales
campesinas e indígenas y del tejido comunitario y social, acentuando la
división dentro de las comunidades.
“En los recorridos escuchamos
testimonios sobre la profunda crisis de violaciones de derechos humanos
hacia personas migrantes y defensores y defensoras del territorio
expresadas a través de las amenazas, la criminalización, la trata, las
desapariciones, secuestros, robos, asaltos, tratos crueles e inhumanos,
tortura y asesinatos masivos. Las violaciones a los derechos humanos
tanto en las migraciones como en los despojos del territorio tienen su
mayor expresión en el cuerpo de las mujeres ya que además de la
violencia mencionada, tienen que hacer frente a la violencia específica
que se ejerce a través de la trata, las violaciones y abusos sexuales,
feminicidios”, dijo uno de los oradores que leyó el documento con “los
primeros hallazgos”.
En la mayoría de los casos de violaciones de
derechos humanos escuchados por la Misión se identificó una
responsabilidad directa de autoridades públicas, en colusión con el
crimen organizado y de empresas nacionales y transnacionales, las cuales
actúan mediante la cooptación y la corrupción del sistema de justicia,
apoyándose con la presencia de empresas de seguridad privada y grupos de
civiles armados.
Documentaron algunas condiciones que fortalecen y
acrecientan la violencia. “Una de ellas es sin duda es la impunidad,
observada y registrada en los recorridos de la Misión y que se alimenta
de la falta de acceso a la justicia tanto para las mujeres, como para
los y las migrantes, los pueblos y defensores y defensoras de derechos
humanos. Otra condición más es la corrupción que atraviesa todos los
ámbitos de la cultura política, social, económica y jurídica de ambos
países”.
“No obstante los obstáculos y riesgos que azotan a las
personas, colectivos, organizaciones defensoras de DDHH, es
esperanzador el incremento de colectivos y población no organizada que
está tomando consciencia de la magnitud de estos fenómenos. Como un tema
regional, el reto de una consciencia colectiva que está apuntando a la
sensibilización y a la organización es particularmente apremiante”, dice
el documento leído en un evento público realizado en la plaza central
de San Cristóbal de Las Casas.
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