Enrique Calderón Alzati
Acuatro años de que el Presidente de la República anunció
su histórica reforma educativacomo una de sus principales prioridades, ésta, que fue una imposición autoritaria aplaudida y festejada por los organismos mundiales del gran capital, incluyendo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), así como por un grupo de empresarios conocido como Mexicanos Primero, constituye hoy una muestra clara del fracaso del gobierno de Enrique Peña Nieto. El informe de la misma OCDE a partir de los resultados de la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), realizada por esa organización en 72 países en 2015 y publicado el martes pasado en la prensa nacional, constituye el tiro de gracia para esa reforma, al ubicar a México en el último lugar entre los países miembros del organismo y entre los más rezagados de todas las naciones donde se aplicó la prueba.
No podría ser de otro modo, dado la escasa preparación social de
quien continúa aún como secretario de Educación, luego de haber jugado
un papel importante en el diseño de ese proyecto sin pies ni cabeza (que
entre otras cosas planteaba la necesidad de una evaluación, sin saber
lo que tenía que evaluar), elaborado por un grupo de personas ajenas al
proceso educativo, quienes seguramente pensaron que el poder y los
puestos públicos los hace ser no sólo más inteligentes, sino geniales.
Su declaración respecto de los resultados de PISA, como muchas otras ampliamente comentadas, no podía ser más desafortunada:
Esos resultados indican que la reforma educativa es necesaria. No se le ocurrió pensar que si la inmensa mayoría de los maestros están aprobando esas evaluaciones, como él mismo informó*, ¿qué sentido tiene seguirlos evaluando? Y con ello, ¿qué sentido tiene entonces continuar su reforma, si el problema está en otra parte?
Un síntoma incontrovertible del fracaso que es imposible soslayar es
que en cuatro años de gobierno los maestros evaluados son cerca de 140
mil, menos de 15 por ciento del total de docentes de educación básica y
media superior de todo el país. ¿Podrán evaluar en menos de dos años al
85 por ciento restante?* El nivel de desesperación del señor Nuño lo ha
llevado a
informarque la inmensa mayoría de los profesores evaluados han aprobado dichos exámenes y son aptos para dar clase, contradiciendo así la tesis original de que los maestros debían ser evaluados para separar a los no aptos, responsabilizando con ello al magisterio de la crisis educativa nacional. ¿Para qué seguir evaluando a los maestros entonces, si se sabe que la inmensa mayoría son aptos para dar clases?*
Los resultados de la prueba Planea de 2016, generados por la propia
Secretaría de Educación y publicados recientemente, muestran un nuevo
retroceso nacional para la educación media superior, tanto en
matemáticas como en lenguaje y comunicación (comprensión lectora), los
que aunados al retroceso del año anterior colocan ahora los niveles de
desempeño escolar de los estudiantes que concluyen su educación
obligatoria como equivalentes a los existentes en 2008, sin que esas
pruebas cubran los aspectos relacionados con la ciencia, como una
declaración explícita de la nula importancia que el sistema educativo
nacional ha otorgado al conocimiento científico.
Es interesante en este contexto analizar el rol que han tenido los
diferentes actores del escenario conformado en torno a la mencionada
reforma, siendo primero el de los maestros afectados por los exámenes de
carácter punitivo, a los que han tenido que enfrentar y cuyo
descontento manifiesto sirvió para que la televisión y gran parte de la
prensa los atacara, creándoles una imagen adversa, que confirmaba su
diagnóstico de responsabilidad única en la crisis educativa. Sin
embargo, resultó que ante los paros realizados en varios estados a
partir de mayo de 2016, los padres de familia (otros actores
involucrados) y amplios sectores de la sociedad mexicana comenzaron a
arroparlos, gracias a la capacidad de organización de la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que hizo posible la
creación de foros para analizar los diversos factores que han incido en
el deterioro de la educación y que son claramente responsabilidad del
gobierno, incluyendo la condición física de las escuelas, los errores y
mentiras conocidas de los libros de texto y demás materiales educativos,
así como los niveles de corrupción gubernamental y sindical. De esta
manera, la CNTE se constituyó en el eje y el referente del movimiento
magisterial.
La respuesta del secretario de Educación, lejos de entender lo
que estaba sucediendo, fue su empecinamiento en desconocer e ignorar
ese movimiento, cometiendo el error de mantener como su único
interlocutor al SNTE, reconocido por la sociedad mexicana como símbolo
máximo de la corrupción sindical, despreciando así a los maestros y
polarizando el conflicto, que finalmente reventó en Nochixtlán el 19 de
junio, cuando la población de esa ciudad –como la de muchas otras de
Oaxaca y Chiapas– manifestaba su apoyo a los maestros, fue atacada por
la Policía Federal. El saldo de esa tragedia fue de 10 muertes inocentes
reportadas, con imágenes de las fuerzas de seguridad disparando contra
la población civil. Resultó así necesaria esta tragedia para que el
gobierno tuviera que reconocer la representatividad de la CNTE,
ofreciéndole un diálogo con el secretario de Gobernación para
salvar la dignidad de Aurelio Nuño, que Peña Nieto fue incapaz de remover, sin importar las consecuencias de tal decisión, que junto con algunas otras le llevó a afirmar unos días después que él no se levantaba en las mañanas preguntándose como joder a México.
Todo esto ha dado pauta al licenciado Nuño para pensar en nuevas
ideas, seguramente como producto de su desesperación, no para mejorar la educación, sino con el vano intento de reconstruir lo que queda de su imagen. Aun recordamos así la presentación que hizo algunos días atrás de un proyecto para destruir uno de los programas educativos más importantes de la Revolución Mexicana –en cuanto que constituyó una acción de los sucesivos gobiernos del siglo XX para ofrecer un poco de equidad a las comunidades indígenas y rurales más marginadas del país–, describiendo así la magnitud de su desconocimiento y desprecio, no sólo por la nación en la que vive, sino también por su historia. Su reforma educativa pasara así a la historia como un fracaso más del gobierno de Peña Nieto, quien sólo será recordado por los daños que ocasionó al país, incluyendo los crímenes de Ayotzinapa y de Nochixtlán.
*Datos tomados de la conferencia de Alberto Arnaut, investigador
de El Colegio de México, realizada en la Casa Lamm, el lunes 5 de
diciembre de 2016.
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