Eduardo Ibarra Aguirre
La
advertencia del coordinador de los perredistas en el Senado respecto a
que en el Partido de la Revolución Democrática “hay quienes pugnan por
alianzas con Acción Nacional para impedir que Andrés Manuel López
Obrador llegue a la Presidencia de la República en 2018”, es para que
reflexionen los dirigentes de los grupos enquistados en la cúpula
partidista, en particular la desprestigiada y aun devaluada (sin ser
moneda) Nueva Izquierda, de la que proviene Miguel Barbosa.
El
legislador poblano prevé que la “intención es quitarle a la izquierda
electoral más fuerte de México entre cinco y 10 puntos”. Para ello,
detalló, “quieren una coalición con el PAN en el estado de México porque
prefiguraría la coalición PAN-PRD en 2018”. Abundó que “algunos
adefesios” del sol azteca “están en ese cierre de filas con la derecha”,
y que de continuar con esos acuerdos “es la ruta para la desaparición”
del partido del 6 de julio, fundado por una diversidad ideológica y
política aglutinada bajo el liderazgo –mutado en una suerte de
cacicazgo– de Cuauhtémoc Cárdenas, después de que Carlos Salinas le
“robó” la Presidencia aquél día de 1988, como denunció en múltiples
espacios, pero sin la suficiente movilización.
Por desgracia no
sería la primera ocasión que grupos y partidos de las izquierdas
desempeñan aquel papel. Con independencia de las preferencias
partidistas o la ausencia de ellas, aquél fue el rol desempeñado por
Cárdenas Solórzano en 2006 y en corto lo explicaba como resultado de la
persecución que emprendió López Obrador contra algunos de sus hombre en
el Gobierno del Distrito Federal “por supuestamente ser corruptos”, sin
previo aviso directo. “En tales condiciones era muy difícil que yo
apoyara la candidatura de Andrés”, le escuché decir, palabras más
palabras menos. Y con oficialmente .56 por ciento de diferencia en las
urnas, Felipe Calderón se encaramó en la silla presidencial rodeado de
militares e impulsado por buena parte de la plutocracia.
Para qué
hablar de Patricia Mercado quien como candidata fue la primera en
reconocer el “triunfo” de Calderón Hinojosa, el marido de Margarita
Zavala, suspirante a Los Pinos y con atributos individuales para
lograrlo, pero no con el lastre del padrinazgo del soldadito de plomo
que impuso la guerra contra el narcotráfico para legitimarse en la
Presidencia, pagarle a George W. Bush –el guerrerista global–, su apoyo,
y responder al reclamo ciudadano de mayor seguridad pública.
Sin
embargo, pareciera mejor advertir con mucha anticipación sobre los
alineamientos y operativos políticos para perjudicar al candidato que
por tercera ocasión aspira a despachar en Palacio Nacional y si pierde,
por las buenas y/o por las malas (se entiende), se irá a La Chingada,
rancho situado en Palenque, Chiapas. No cometerá el despropósito de su
maestro y amigo que todavía en 2006 pretendió ser candidato
presidencial. Pero el alumno superó al maestro y en lugar de asumirlo
con orgullo legítimo, Cárdenas obstruyó la candidatura presidencial de
AMLO. Y en 2012 la “apoyó” en forma tardía.
La “mafia del poder”
en México –en España así denominan a la propia–, tiene varias cartas.
Para algunos, el Revolucionario Institucional usará las “candidaturas
independientes”, lo que por supuesto no significa que sean hechizas o
formen parte de un compló, la política es harto compleja y las
simplificaciones estorban el entendimiento. Lo cierto es que la
posibilidad de que un candidato tricolor triunfe se observa, hoy,
demasiado remota.
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