Los de abajo
La ciudadanía mexicana
no se divide entre saqueadores y no saqueadores; ni entre pagados por el
gobierno y manifestantes legítimos y pacíficos. México es más que eso.
En estos días de indignación por el incremento a los combustibles, queda
más que demostrado que el enojo de la gran mayoría que descalifica no
sólo al presidente Peña Nieto, sino a toda la clase política que los ha
sumergido en la incertidumbre, puede transformarse en organización y en
resistencia. Bloqueos carreteros, tomas de gasolineras,
mítines frente a palacios de gobierno, casetas de cobro liberadas y
cientos de marchas con decenas de miles de personas se dispersan por
todo el país. El gasolinazo pega de manera directa e inmediata, y los llamados presidenciales a la comprensión sólo incrementan la ira acumulada.
Ante la intensificación de las movilizaciones, el gobierno optó por
infundir miedo y por sacar al Ejército y a la Armada a las calles. Desde
arriba se envió la orden en el estado de México (el bastión priísta más
importante del país) de anunciar con altavoces toques de queda;
mientras de manera orquestada grupos arremetían contra establecimientos
comerciales; y en las redes sociales y vía Whatsapp se recibían mensajes
que alertaban sobre un supuesto golpe de Estado. Los comercios cerraron
y la gente se guardó en sus casas. Las avenidas estuvieron vacías el
miércoles 4 de enero. Después se descubrirían más de mil cuentas de las
que salieron los mensajes apócrifos que evidenciaron que todo fue
orquestado. Cientos de personas de a pie remplazaron cámaras y
grabadoras de los reporteros y dieron cuenta en vivo de lo que estaba
ocurriendo. La misma gente que organizó y registró el movimiento también
denunció y en no pocos casos detuvo la rapiña organizada desde el
poder.
A los disparos del gobierno estatal y federal en Ixmiquilpan,
Hidalgo, la población resistió y logró dispersar la embestida. El
aparatoso dispositivo policiaco dispuesto para la represión se encontró
con una multitud enardecida ahí y en muchos lados. Sí, es el alza a la
gasolina, pero también el autoritarismo, los asesinatos, las
desapariciones, el saqueo de los recursos naturales y, también, la gran
burla. El cinismo de diputados y senadores de todos los colores
(incluyendo los que con descaro se dicen inconformes), de los
magistrados y los jueces, que a sus desorbitados salarios agregan para
ellos hoy vales mensuales de gasolina hasta
por 10 mil pesos.
Los saqueadores son unos y no se roban pantallas planas, sino
bosques, montañas, subsuelo, aguas y hasta del viento quieren hacer
negocio. No hay que confundirse, son de todos los colores y están en
todos lados. Toca organizarse contra ellos.
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