Naomi Klein *
El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, sostuvo ayer un encuentro
con su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca. Es
el primer mandatario latinoamericano que se reúne con el magnate
Alejémonos para tener
una visión más amplia de lo que ahorita ocurre en Washington. Las
personas que ya poseen una porción absolutamente obscena de la riqueza
del planeta, cuya parte crece año tras año –según el último conteo, ocho
hombres son dueños de la mitad del mundo–, están empeñados en obtener
más. Las figuras centrales en el gabinete de Donald Trump no sólo son
ultrarricos, también obtuvieron su dinero causando daño a los más
vulnerables del planeta y al planeta mismo, a sabiendas de que lo
hacían. Parece que ese es un requisito para trabajar ahí.
Está el banquero-chatarra Steve Mnuchin, el elegido de Trump para ser secretario del Tesoro, cuya
máquina de ejecuciones hipotecariassin ley echó de sus hogares a decenas de miles de personas.
Y pasando de hipotecas chatarra a alimentos chatarra llegamos a quien
Trump eligió para ser secretario del Trabajo, Andrew Puzder. Como
ejecutivo en jefe de su imperio de comida chatarra, no le era suficiente
pagar a los trabajadores un salario abusivo, con el cual no podían
vivir. Varias demandas también acusan a su compañía de robarles salarios
a sus trabajadores, al dejar de pagarles por su trabajo y horas extra.
(N de la T: Después de la publicación original de este artículo,
Puzder se retiró porque no reunía los votos suficientes en el Senado
para ser ratificado como secretario del Trabajo.)
Y pasando de la comida chatarra a la ciencia chatarra, ahí está la
elección de Trump para secretario de Estado, Rex Tillerson. Como
ejecutivo en jefe de Exxon, su compañía financió y expandió la ciencia
chatarra y cabildeó ferozmente, tras bambalinas, contra acciones
internacionales para combatir el cambio climático. En parte debido a
estos esfuerzos el mundo perdió décadas, durante las cuales deberíamos
de haber estado dejando nuestro hábito de consumo de combustibles
fósiles; en vez, aceleramos enormemente la crisis climática. Debido a
estas decisiones, innumerables personas en este planeta ya están
perdiendo sus hogares, por las tormentas y los crecientes niveles del
mar; ya hay quienes mueren a causa de las olas de calor y las sequías, y
millones verán desaparecer sus tierras debajo de las olas. Como
siempre, los más pobres, mayoritariamente negros y morenos, son los
primeros y más afectados.
Hogares robados. Sueldos robados. Culturas y países robados. Todo inmoral. Todo con altas ganancias.
Pero la reacción popular era cada vez mayor. Y por eso esta pandilla
de ejecutivos en jefe –y los sectores de los cuales provienen– estaban
justificadamente preocupados de que la fiesta llegaba a su fin. Estaban
asustados. Banqueros como Mnuchin recuerdan el colapso financiero de
2008 y las discusiones acerca de la nacionalización de la banca.
Presenciaron el levantamiento del movimiento Ocupa y luego la resonancia
del mensaje antibanquero de Bernie Sanders durante su campaña.
Jefes del sector servicios, como Andrew Puzder, están espantados con
el creciente poder de la Lucha por 15 dólares (N de la T: movimiento por
el pago de 15 dólares la hora), la cual ha ido obteniendo victorias en
ciudades y estados en todo el país. Y si Bernie hubiera ganado en la
sorprendentemente cerrada primaria, la campaña podría haber tenido un
defensor en la Casa Blanca. Imagine qué tan aterrador es eso para un
sector que depende de la explotación laboral para mantener los precios
bajos y las ganancias altas.
Y nadie tiene más motivos para temer el ascenso de los movimientos
sociales que Tillerson. Debido al creciente poder del movimiento global
contra el cambio climático, Exxon está bajo fuego en todos los frentes.
Los oleoductos que transportan su petróleo son bloqueados no sólo en
Estados Unidos, sino en todo el mundo. Las campañas de desinversión se
esparcen como fuego, provocando incertidumbre en los mercados. Y en este
último año la Comisión de Bolsa y Valores y varios fiscales generales
estatales investigaron engaños cometidos por Exxon. Que no quede duda:
las acciones contra el cambio climático representan una amenaza
existencial para Exxon. Las metas de temperatura en el acuerdo climático
de París son incompatibles con quemar el carbono que compañías como
Exxon tienen en sus reservas, y que es fuente de su valor en el mercado.
Por eso los accionistas de Exxon plantean preguntas cada vez más duras
acerca de si están a punto de quedarse con un montón de acciones
inútiles.
Este es el telón de fondo del ascenso de Trump al poder: nuestros
movimientos comenzaban a ganar. No estoy diciendo que eran
suficientemente fuertes. No lo eran. No estoy diciendo que estaban
suficientemente unidos. No lo estaban. Pero definitivamente algo estaba
cambiando. Y en vez de arriesgarse a la posibilidad de un mayor
progreso, esta pandilla de portavoces de los combustibles fósiles,
comerciantes de comida chatarra y prestamistas depredadores se unieron
para asumir el control del gobierno y proteger su mal habida riqueza.
Seamos claros: esta no es una transición pacífica del poder.
Es una toma empresarial del poder. Los intereses que desde hace mucho le
han pagado a ambos partidos para que acaten sus órdenes, se cansaron de
jugar el juego. Al parecer, todas esas cenas con políticos, todo ese
adular y esos chantajes legales insultaban su sensación de ser
poseedores de un derecho divino.
Así que ahora quitaron al intermediario e hicieron lo que todo
mandamás hace cuando quiere que algo se realice bien: lo lleva a cabo él
mismo. Exxon para la Secretaría de Estado. Hardee’s para la Secretaría
del Trabajo. General Dynamics para la Secretaría de la Defensa. Y los
tipos de Goldman básicamente para el resto. Tras décadas de privatizar a
cachos el Estado decidieron ir por el gobierno. La última frontera
final del neoliberalismo. Por eso Trump y sus nominados se ríen de las
débiles objeciones a los conflictos de interés: todo es un conflicto de
interés, ese es el punto.
¿Qué hacemos al respecto? Primero, siempre recordemos sus
debilidades, hasta cuando ponen en práctica su crudo poder. La razón por
la cual cayó su máscara, y ahora presenciamos un mandato empresarial
sin disfraces, no es porque las empresas se sintieron todopoderosas; es
porque les entró pánico.
Es más, la mayoría de los estadunidenses no votó por Trump. Cuarenta
por ciento se quedó en sus hogares, y entre quienes votaron una clara
mayoría lo hizo por Hillary Clinton. Él ganó dentro de un sistema muy
amañado. Aún dentro de este sistema, él no ganó. Clinton y el establishment
del Partido Demócrata perdieron. Trump no ganó con abrumador entusiasmo
y grandes cifras. Ganó porque Hillary tenía números reducidos y falta
de entusiasmo. El establishment del Partido Demócrata no creyó
que fuera importante hacer campaña ofreciendo mejoras tangibles para las
vidas de las personas. Prácticamente no tenían nada que ofrecer a la
gente cuya vida ha sido diezmada por los ataques neoliberales. Pensaron
que podían hacer campaña sólo con el miedo a Trump, y no funcionó.
Estas son las buenas noticias: Todo esto hace que Trump sea
increíblemente vulnerable. Este es el tipo que llegó al poder diciendo
la más atrevida y descarada mentira, vendiéndose como defensor del
hombre trabajador, que finalmente iba a enfrentarse al poder e
influencia empresariales en Washington. Una parte de su base ya tiene el
remordimiento del comprador, y cada vez van a ser más.
¿Algo más a nuestro favor? Esta administración va contra todos a la
vez. Hay reportes de un presupuesto de choque y temor: será recortado en
10 billones de dólares a lo largo de 10 años, reducirán todo, desde
programas contra la violencia de género, para las artes, apoyos a la
energía renovable, a la colaboración comunitaria en la seguridad. Queda
claro que esta estrategia de guerra relámpago nos abrumará. Pero podrían
terminar sorprendidos: podría unirnos bajo una causa común. Y si la
escala de las marchas de las mujeres es un indicador, fue un buen
comienzo.
Construir coaliciones robustas en tiempos de una política aislada es
un trabajo duro. Hay dolorosas historias que deben ser enfrentadas antes
de poder progresar. Además, buscar fondos y el activismo de
celebridades suelen confrontar a la gente y los movimientos en vez de
promover la colaboración. Sin embargo, las dificultades no pueden ceder
el paso a la desesperanza. Cito un dicho popular de la izquierda
francesa:
Los tiempos exigen optimismo; guardemos el pesimismo para mejores tiempos. (“L’heure est à l’optimisme, laissons le pessimisme pour des temps meilleurs.”)
Personalmente, no puedo armarme de optimismo. Pero en este momento,
cuando todo está en riesgo, podemos y debemos localizar nuestra más
firme determinación.
* Es autora de Esto lo cambia todo. @NaomiaKlein
Este artículo se publicó en The Nation.
Traducción: Tania Molina Ramírez
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