Jazz
El blues y el rhythm & blues del
grupo Árbol (con ciertas dosis de boogie) y la gran capacidad
instrumental de sus integrantes convirtieron a este cuarteto en uno de
los grupos más importantes de Ciudad de México a mediados de los años
70. La pachequez y el éxito del Festival de Avándaro sirvieron
de pretexto para que el gobierno reprimiera (y casi proscribiera) todo
lo que tuviera que ver con el rock y sus afluentes. Sólo unos cuantos se
mantuvieron de pie.
Alejandro Anaya tocaba el bajo y cantaba, Julio Espíndola estaba en
la guitarra, Víctor Illarramendi en la batería y Luis Gerardo Márquez en
el sax alto y la armónica. En un tiempo Lalo Toral se encargó del
piano. A la salida de Espíndola pasaron por ahí verdaderos maestros de
la guitarra: César Cal, Luis Pérez, Polo Ladrón de Guevara, José Terán,
Billy Valle, chavos veinteañeros que improvisaban, proponían y dibujaban
armando un ejercicio estético tan intenso y disciplinado como
desmadroso y catártico. Y el sax en medio.
A todos nos dejaban boquiabiertos. Pero los tiempos eran tan
difíciles que Árbol no pudo grabar un solo disco y su música tuvo que
permanecer en las vacilantes arcas de la memoria. Iniciando la nueva
década, sin abandonar las filas de Árbol, Luis Gerardo Márquez, César
Cal y Polo Ladrón de Guevara armaron un trío acústico que echaba mano
del virtuosismo, el jazz y la música flamenca. Meses después, Luis formó
una potentísima banda con 12 o 14 metales, que bajo el nombre de Ebbó
ganó el tercer lugar del primer concurso de jazz organizado por la
Universidad Nacional Autónoma de México.
Pero por más capacitado o talentoso que fueras, por más convencido
que estuvieras de tus rutas y tus propuestas, sobrevivir en medio de
estos proyectos era algo muy, muy complicado (mucho más que ahora, nomás
imagínense). Fue entonces que Luis se deja convencer por su esposa, la
bailarina y coreógrafa belga Kristel Stefens, y en 1984 se van a vivir a
Bélgica, a Gante específicamente, donde el joven maestro empieza a
abrirse paso sin ceder una sola micra en sus convicciones musicales y
artísticas.
Ya con músicos locales, y con el nombre de Luiz Márquez, forma el
grupo Mezcal, con el que propone nuevas vertientes y nuevos matices que
de inmediato fueron identificados como etno-jazz; los saxofones
cohabitaban el escenario con las caracolas marinas, las percusiones
prehispánicas se mezclaban con los beats europeos, nuevos
sonidos y nuevas formas de la belleza se apoderaban de la atmósfera.
Sonidos y formas que, además, nunca han dejado de variar y transformarse
en el tiempo.
“Ahora estoy trabajando con el folclor europeo y el blues
–comenta Luiz–, más dentro del country blues. En los tres años recientes
he estado trabajando mucho con cantautores del nuevo folclor, como
Gabriela Arnon, pero sin abandonar mi proyecto, mi quinteto de jazz. La
diferencia de estos nuevos cantautores con los más tradicionales es que
con ellos la música es libre; por momentos entro y sueno medio free o
medio funky. Hay mucha improvisación. Además todos ellos son excelentes
poetas, tienen textos muy intensos.”
Pero, a pesar de las distancias y los primermundismos, la lucha
contra la dictadura del mercado no ha desaparecido. “Nos manejamos en un
circuito subterráneo –agrega el maestro–, pero muy interesante, porque
no por subterráneo deja de ser profesional. Trabajamos en teatros más
alternativos, pero con toda la infraestructura de un teatro grande, con
muy buen sonido y buenas luces. Claro que son lugares íntimos, y eso es
muy bueno. Aquí en Gante hay un nuevo club de blues y jazz, el
Mississippi, donde tocas para 130 personas cuando está lleno, pero es
muy buen lugar”.
Con su proyecto personal, Luiz Márquez ha grabado seis discos (está
por salir un acoplado con música de los seis), y ahora con un formato de
quinteto, en marzo estará en el Theater de Garage, en Venlo, Holanda, y
visitará México en mayo para ofrecer conciertos en el Jazzatlán, La
Casa del Mendrugo, el Museo del Chopo, Jazz Place y Ruta 61, además de
otros foros que todavía no confirman fechas específicas. La banda está
formada por Renato Márquez (hijo de Luiz) en el violín, Eric Neels en
guitarra, Jouni Isoherranen al bajo, Carlos Acosta (cubano) en las
percusiones y Luiz en saxos, flautas y armónicas.
Realmente valdrá la pena darse una vuelta por cualquiera de estas presentaciones, y no sólo por la
calidad
de la música y de los músicos, sino porque al frente del proyecto viene
uno de esos personajes imprescindibles para la humanidad, uno de esos
seres extraños que se atreven a dejarlo todo para poder ser ellos
mismos. Salud.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario