Black Magazine
“Tú no sabes,/ Mi delicada bailarina,/ El amargo sabor a luto/ Que tiene la tierra
Donde mi corazón humea./ Si alguien toca a la puerta,/ nunca sabes si es la vida/ o la muerte/ la que pide una limosna.”
Otto René Castillo
En la última década, las agresiones hacia el periodismo han escalado a
tasas imparables. Ahí donde la verdad es subversiva, es decir, que
“vuelve cabeza abajo” –porque así se aprecian mejor las cosas–, hay una
agresión. Los periodistas resultan incómodos para aquellos quienes se
ayudan de las mentiras para preservar el statu quo, pues el
periodista es aquel que devela los entramados de los escándalos de
corrupción, los abusos de autoridad (física y moral), las colusiones
entre lo legal y lo ilegal, lo ilegal e ilegal, lo ilegítimo e ilegal…
donde las facciones de poder tienen todo que ver. Y las notas, como
mensaje en una botella, pueden llegar a buen puerto o, simplemente,
perderse en la marea; todo depende de si es un periodismo comprometido o
uno liberal.
De cualquier manera, ejercer el periodismo en
México se ha vuelto una actividad de extrema peligrosidad. El periodista
hace de Gulliver en el desencuentro entre Liliput –el pueblo– y
Brobdingnag –ese Leviatán que cuando conjunta su poder militar,
policial, económico e ideológico, encarna una figura bestial de inmensas
proporciones– y, cada vez con mayor regularidad, resulta atado por éste
último.
A guisa de ilustración podemos decir que el número de
agresiones a periodistas alcanzó su pico máximo el año pasado: 426
casos. Así lo dio a conocer recientemente el informe “Libertades en
Resistencia”, publicado hace unos días por la organización Artículo 19.
Según el documento, del total de agresiones, 81 fueron ataques físicos,
79 intimidaciones, 76 amenazas, 58 privaciones de la libertad, 43
hostigamientos y acosos, y 11 asesinatos. Un Estado tremendamente
autoritario el nuestro. Autoritario y garante de la impunidad, pues el
99.7% de los delitos quedan sin castigo. Todo ello hace de México uno de
los países más peligrosos para profesar en el mundo.
Lo
verdaderamente preocupante es que los agresores son, en su mayoría,
funcionarios públicos, los cuales acumularon 257 agresiones; contra 17
del crimen organizado. Es justo aquí cuando todo informador padece una
soledad demasiado ruidosa.
Cada periodista agravado puede
apenas sentirse reconfortado al saber que México ha ratificado 181
tratados relativos a los Derechos Humanos o que los primeros 29
artículos de la Carta Magna versan sobre lo mismo, además, se cuenta con
el Mecanismo de Protección para personas defensoras de los DDHH y
periodistas, pero exigir la aplicación de la ley a quien es juez y parte
del problema resulta algo sumamente contradictorio, peligroso y
frustrante.
Por otro lado, las entidades con mayor incidencia
en las agresiones son: CDMX (71), Oaxaca (60), Veracruz (58), Puebla
(28) y Guerrero (26); juntas concentran el 57% de los casos. En Oaxaca,
tierra de cronopios (Cortázar dixit), pero imperio de famas, es
donde se reporta un mayor número de periodistas asesinados. De hecho,
como dio a conocer el informe, es en las regiones del norte y suroeste
del país donde los números se incrementan y, aún más, es en los
contextos de las protestas donde la violencia hacia los periodistas se
acrecienta.
Pues es en tales regiones donde hay una muy
especial confluencia entre empresas transnacionales, construcción de
megaproyectos y crimen organizado, las cuales, a su vez, generan
procesos de resistencia locales; especialmente las dos primeras. Son
lugares muy relevantes, ya sea como corredores de tránsito tanto de
mercancías como de personas, ya como lugares de extracción y explotación
de recursos naturales o para la generación de energía, ya sea porque
están atravesados por corredores multimodales o industriales, son
regiones geoestratégicas a nivel regional y nacional.
Es, pues,
en ese doble nodo (el del desencuentro del pueblo con el Leviatán y el
del crimen organizado-empresas transnacionales-megaproyectos) que el
periodista tiene que reportear, transmitir, informar, solicitar
información, escribir, publicar, investigar y sobrevivir.
Hasta
que la dignidad no se haga costumbre no cesara el intento de acallar
esas voces que hagan público todo sucio entramado, de amedrentar al
mensajero que trae malas noticias y con ello sepultar cualquier
posibilidad de información veraz. En México, los servidores públicos a
sesinan la verdad, la esperanza y, además, nos dicen que se puede
manchar la imagen de este lugar, que no es el mejor de los mundos
posibles, pero que es el menos peor, y aquel que contradiga cualquier
"verdad histórica" u oficial, va en contra del progreso, igualdad,
oportunidades y felicidad que el capitalismo te va a llevar hasta la
comodidad de tu hogar . Pero los que mueren por la verdad, su muerte no
podrá ser sino mentira.
A Regina Martínez, Gregorio Jiménez,
Rubén Espinoza, Anabel Flores, Salvador Olmos, Pedro Tamayo, Jesús
Adrián Rodríguez, Cecilio Pineda, Ricardo Monlui, Miroslava Breach y a
tantos otros periodistas les dedico este artículo.
Al pie del verano.
Link de la publicación: http://www.blackmagazine.mx/ periodistas-una-soledad- demasiado-ruidosa/
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