Alegatos
Enrique Peña Nieto patina recio en las crisis. En reacción a
las denuncias de probado espionaje y el señalamiento de que la
tecnología usada solo está en poder del gobierno, al Presidente apenas
le alcanzó para decir –sin investigación de por medio- que nadie puede
acusar a su gobierno, y que espera que la PGR rápidamente pueda ir…
contra los afectados. Sin pruebas, el Presidente los acusa de inventar
el espionaje.
Insatisfecho con su amenaza, Peña Nieto complementó su posición con
una extraña confesión: él mismo teme recurrentemente que está siendo
espiado.
La pequeñez del mensaje es irrefutable: además de espiados serán
perseguidos y no hay espacio para la queja, si al Presidente lo espían,
imagínense al resto. Con sus declaraciones, Peña Nieto da cuenta de su
lectura: esta es una afrenta política personal.
El problema de las crisis por espionaje es que son altamente
corrosivas. No son vulgares escarceos o forcejeos políticos. Así lo
muestran contundentemente otras experiencias. Hay que recordar que al de
México no es al primer gobierno que le estalla un escándalo de estas
características.
Salpicados por todo el mundo, en años recientes, hay por lo menos una
veintena de ellos. Algunos más famosos que otros, desde Perú hasta
Luxemburgo, pasando por Colombia, República Checa o Macedonia. Aunque
cada caso tiene las características y particularidades propias de su
propio contexto, tienen los siguientes puntos en común. Trazos, en los
que cada vez comienza a verse más el reflejo del caso mexicano.
1.- Los casos siempre implican redes y escalan a altas figuras de la política.
Vigilar ilegalmente y hacerlo de manera sistemática requiere altas
inversiones, redes y operadores. Por eso se usan aparatos de Estado
creados con ese propósito. Los casos siempre revientan por un aspecto
operativo minúsculo, pero las responsabilidades toman una espiral que
asciende de forma endemoniada. El espionaje político siempre tiene
detrás una figura con poder y, cuando es descubierto, derrumba a varios
notables.
2.-El espionaje ilegal nunca viene solo: este tipo de vigilancia no es sino una expresión rabiosa de autoritarismos corruptos.
Los gobiernos que espiaron ilegalmente son los mismos que realizaron
negocios indebidos, los que no respetaron las reglas de la democracia,
los que además de robarse el presupuesto querían -o lograron- controlar a
la mala a sus adversarios. El espionaje es la punta de entrada a una
madeja de acciones ilegales.
3.- En el espionaje político nunca se espía poquito y no se respeta a nadie.
En México, muchas personas deben sentirse ahora mismo invadidas. Y si
no, deberían. Los que espían lo hacen con los adversarios, con los
aliados, con los enemigos, con los rijosos, con los que no representan
riesgo. Con todos. No se husmea un aspecto de su vida, se les hurga en
todo. Absolutamente en todo.
4.- La sospecha de espionaje incomoda, pero cuando queda demostrado arrastra todo a su alrededor.
Al descubrirse, la vigilancia intrusiva empieza sembrando dudas por
aquí y por allá. Uno a uno, van sumándose casos hasta que la cosa toma
fuerza y tarde que temprano los naipes del castillo vuelan por los
aires. Como dice Walter Kirn, de The Atlantic: si no estás paranoide,
estás loco. Y, en paranoia o bajo agravio, no puede hacerse política.
5.- Los escándalos de espionaje no sólo dinamitan el campo
político en su entorno inmediato, fácilmente se judicializan y brincan
fronteras.
No importa si fue en Siria, China o Sudáfrica. Hay casos judiciales
contra compañías en Estados Unidos, en Francia, incluso en contra del
gobierno del Reino Unido por vender tecnología a gobiernos corruptos. En
el mundo hay una red internacional preocupada por el descontrol de
estas prácticas. Ya hay varias condenas. Por más que quiera tratarse
como un asunto local, siempre termina siendo un enjuague internacional y
de muchas complicaciones legales.
El escándalo amenaza con inflarse y Peña Nieto no da avisos de entender la dimensión del asunto. La que se viene.
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