(apro).- La complicidad se lleva bien con el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA). Al menos, con quienes lo controlan: los representantes de los tres poderes formales del Estado y sus comparsas de entidades autónomas.
Si ni siquiera quisieron hacer un exhorto al Ejecutivo federal para
que les diera un informe sobre las denuncias de espionaje a ciudadanos
por parte del gobierno de Enrique Peña Nieto, mucho menos querrán
investigar los muy probables actos de corrupción que hay detrás de la
compra de los equipos y software de intrusión.
A pesar de las pocas evidencias que se han podido conocer sobre los
arreglos de funcionarios públicos para el cobro de comisiones y la
intensa terciarización de esas compras gubernamentales, el Comité
Coordinador del SNA rechazó la propuesta de la única representante
ciudadana en esa instancia, Jacqueline Peschard, para pedir un informe
sobre las denuncias.
Con el argumento de que no está probado que en efecto se haya espiado
a los periodistas y activistas que denunciaron el acoso, los
coordinadores del SNA decidieron que no hay tema que requiera una
aclaración pública, como lo establece la ley del propio sistema.
La propuesta de Peschard fue rechazada de forma unánime por los
integrantes del Comité que representan a los poderes formales. En primer
lugar, Arely Gómez, la secretaria de la Función Pública. Es decir, la
encargada del Ejecutivo federal para combatir la corrupción.
A ella se sumó el titular de la Auditoría Superior de la Federación
(ASF), Juan Manuel Portal, encargado en el Legislativo de revisar las
cuentas públicas, y el representante del opaco Consejo de la Judicatura
Federal, Alfonso Pérez Daza.
Como representantes del Estado mexicano, tuvieron el apoyo del
presidente del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la
Información Pública y Protección de Datos Personales (INAI), Francisco
Acuña, y del presidente del Tribunal Federal de Justicia Administrativa,
Carlos Chaurán, quien de senador del PRI se convirtió por gracia
presidencial en magistrado.
Arely Gómez debió excusarse de esa votación. Las disputas al interior
del gobierno de Peña para atribuir la adquisición y operación del
sistema Pegasus la pusieron la semana pasada en el centro de las
filtraciones periodísticas.
Fue durante su gestión en la Procuraduría General de la República
(PGR) que operó Pegasus. Aunque lo heredó de Jesús Murillo Karam, y no
ha sido solamente durante su gestión que se ha usado ese malware, Arely
Gómez tiene un claro conflicto de interés para pronunciarse desde el SNA
sobre la idoneidad de pedirle cuentas, aunque sea por exhorto, al
Ejecutivo al que sirvió.
El Comité Coordinador que controla el SNA menos querrá desentrañar la
manera en que funcionarios civiles y militares han usado los recursos
públicos para la compra de esos equipos.
La Secretaría de la Defensa Nacional, el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional (Cisen), que depende de la Secretaría de Gobernación
(Segob), la PGR y la Policía Federal, también en manos del titular de la
Segob, Miguel Ángel Osorio Chong, han designado a funcionarios de nivel
para negociar la adquisición de esos equipos.
De ellos sólo sabemos lo que el hackeo a la empresa italiana Hacking
Team y las filtraciones periodísticas han dejado ver. Con el pretexto de
la seguridad nacional, esa información se mantendrá reservada.
Los ciudadanos mexicanos son espiados con equipo que se compra con el
pago de sus impuestos. Pero no tienen el derecho a saber quién y cómo
negoció esas compras. Tampoco, gracias al Comité Coordinador del SNA, a
hacer apenas un exhorto a Peña Nieto para que informe sobre las
actividades de espionaje que han sido exhibidas por la prensa
internacional.
Comentarios: @jorgecarrascoa
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