1. Raúl Cervantes, el titular de la PGR, llamó a combatir la corrupción desde su origen “porque es el principal reclamo de la sociedad mexicana y hay que atacarlo en sus causas, no sólo por sus consecuencias”. Señaló que la corrupción es un fenómeno de redes; ésta se genera en la iniciativa privada, el servicio público, y a través del sistema financiero. Vemos figuras que van desde la defraudación fiscal y pasan por el lavado de dinero, así como otro actos de simulación; se practica en el extranjero y hacen paraísos fiscales; compran activos, usan prestanombres o empresas fantasma”.
2. Los tontitos creen ilusamente que el gobierno no sabe, que ignora dónde se registra la corrupción y por ello no la castiga; sin embargo –como se puede ver- conoce qué personas de la iniciativa privada, del gobierno y del sistema financiero la encabezan, en dónde están sus negocios y cómo se reparten las ganancias de la corrupción. Por ello en México los amigos del gobierno dicen: “No me des dinero, sólo ponme donde hay”. ¿Cómo hablar cínicamente de “perseguir la corrupción” cuando perseguidores y perseguidos forman el mismo equipo? Por ello el presidente Peña y su equipo, así como sus antecesores son lo mismo.
3. Corrupción no es solo robar o desfalcar dinero sino todo lo que está ligado al fraude, a la mentira, al soborno, a la compra de votos, a las trampas, a las falsificaciones, a las amenazas, a las represiones y asesinatos. El asunto viene de arriba hacia abajo y no podrá acabarse si como ejemplo no llevamos a la cárcel a los 500 más altos funcionarios y empresarios, así como acabamos con el desempleo y los salarios de hambre del 80 por ciento de la población. Así que de esos discursos contra la corrupción de Peña, Osorio, Videgaray y el procurador Cervantes, ya estoy hasta la madre de escucharlos; es cinismo puro. (1/VII/17)
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