Guillermo Almeyra
María de Jesús Patricio Martínez ( Marichuy),
vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) concedió recientemente
una entrevista a los compañeros de las Juntas Universitarias de Defensa
quienes difundieron sus palabras.
Como se sabe, hasta ahora Marichuy no registró su
candidatura ante la Justicia Electoral y la utiliza para hacer
propaganda de los objetivos del CIG y para organizar detrás de los
mismos a los indígenas y trabajadores de México. No compite pues con
Andrés Manuel López Obrador por el sillón presidencial, al que no
aspira, y ayuda en cambio a incorporar la vida ciudadana a cientos de
miles de personas que –si no existiese esa candidatura sui géneris del
CNI y del EZLN– en el mejor de los casos habrían votado en blanco o
anulado su voto y, en el peor, habrían abandonado sus derechos
electorales absteniéndose o vendiendo su voto al mejor postor.
¿Qué les dijo Marichuy a los jóvenes universitarios que la
entrevistaron? Nada nuevo pero sí algo muy importante que sólo las
agrupaciones de izquierda anticapitalista (la Organización Política de
los Trabajadores, OPT, y organizaciones revolucionarias como el PRT y
otras) vienen sosteniendo y que desmiente contundentemente a quienes
acusan a la indígena nahua candidata-organizadora de fomentar un
fundamentalismo indigenista que excluiría a la mayoría mestiza de los
trabajadores mexicanos de la acción política del CIG y del EZLN y que
opondría al racismo de los opresores un racismo de los indígenas
oprimidos, los cuales rechazan todo racismo.
Para Marichuy, según la entrevista, la lucha del CIG es la
de todos los trabajadores y todos los revolucionarios y no sólo la de
los pueblos indígenas, por las reivindicaciones de cada una de las
etnias agrupadas en el CIG y de las más generales, reconocidas en el
artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo.
Esto implica la participación en la campaña organizativa y
propagandística del CIG-EZLN de las organizaciones anticapitalistas
antes mencionadas (y de otras similares) y la transformación de la
campaña de Marichuy en algo que supera en mucho las elecciones
de 2018 pues plantea un frente de todos los anticapitalistas para
unificar y coordinar todas las luchas sociales elevando al mismo tiempo
el nivel de conciencia y de organización de obreros, campesinos,
campesinos-indígenas más allá de las etnias respectivas y de los
regionalismos y unificando así de hecho al país de los explotados contra
el puñado de explotadores que componen la oligarquía que es agente
local del imperialismo.
Esa posición implica construir poder y conciencia independiente a
nivel de masas en cada conflicto local, sindical, popular, campesino y
con motivo de cada acontecimiento importante desde el punto de vista de
la defensa de la independencia nacional amenazada.
AMLO cuenta con la simpatía electoral de millones de personas que,
una vez más, verán cómo les roban un triunfo electoral pues es evidente
que la oligarquía gobernante, como se vio en el estado de México, jamás
entregará el gobierno a quienes considera peligrosos aventureros
advenedizos.
Una campaña real y enérgica de los anticapitalistas sería
fundamental para evitar la decepción y desmoralización de esos millones
de trabajadores que creen en AMLO y en la vía electoral. Al mismo
tiempo, una campaña anticapitalista de masas podría dar un centro a los
millones de trabajadores de todo tipo hoy sometidos al racismo y la
discriminación en Estados Unidos.
Una candidatura anticapitalista de frente único tendría mucho mayor
peso que un esfuerzo exclusivamente indígena del CIG en la conciencia de
los más honestos y combativos militantes de Morena y sería fundamental
para la unidad entre campo y ciudades y las diferentes regiones que, por
primera vez, construiría sobre esas bases la unidad de los diversos
Méxicos existentes.
Si Marichuy Patricio retomase el camino que inició Rosario
Ibarra de Piedra, anticapitalista y defensora incansable de los derechos
humanos, podría encauzar la protesta de las mujeres de México contra la
violencia, la discriminación y los asesinatos cotidianos, que de hecho
está contra el sistema, uniéndola con las de quienes conscientemente
luchan contra él en otros campos, elevando a un nivel superior la lucha,
importante pero limitada, de muchos ecologistas que creen todavía en un
capitalismo respetuoso de la gente y de la naturaleza.
La fusión entre la campaña indígena y del EZLN y los anticapitalistas
de la izquierda revolucionaria y obrera permitiría disolver las dudas
que existen incluso entre los simpatizantes de la lucha del CIG y de Marichuy
sobre el contenido real del anticapitalismo, hasta ahora sobe todo
declarativo, de una campaña que hasta ahora no aparece en la vida
cotidiana de los trabajadores, a los que el electoralismo de los
partidos procapitalistas aturde.
Esas dudas, dicho sea de paso, son abonadas también por la presencia
en los actos neozapatistas de un puñado de personas con enormes retratos
de Stalin, aliado clave y conservador del capitalismo mundial,
enterrador del partido de Lenin y de la revolución rusa, jefe de un
régimen autoritario y dictatorial que abrió el camino al derrumbe de la
Unión Soviética y a su transformación actual en el imperialismo de
Putin. Esos retratos de Stalin hacen propaganda a la represión de las
ideas anticapitalistas, a la destrucción autoritaria de la agricultura
campesina, al reino de la policía y de la escasez, o sea, a lo que es la
antípoda de lo que desean los simpatizantes del EZLN y los que en el
CIG aceptan el anticapitalismo.
Si las dec
laracionesde la vocera Marichuy
fuesen apoyadas y confirmadas también por el EZLN y por el CIG ganarían
mucha fuerza y podrían cambiar la situación política mexicana.
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