A partir de entonces los dos partidos caminaron juntos, pero tres
décadas después sus pasos se han fusionado en un solo personaje: José
Antonio Meade, cuya identidad ideológica y política es ambigua y difusa
porque navega entre ambos partidos confundiendo al electorado.
Quienes conocen a Meade Kuribreña dicen que es una especie de mutante político, un nerd
bonachón de la política al que le da lo mismo trabajar con el PRI o con
el PAN, siempre y cuando la propuesta de gobierno sea reformista,
neoliberal e inclinada a la macroeconomía.
A un mes de precampaña se ha difundido que el principal problema que
enfrenta Meade es la confrontación interna entre los grupos que
conforman su equipo: el propio, el de su coordinador de campaña, Aurelio
Nuño, y el de su vocero, Eruviel Ávila. Demasiados capitanes y poca
tropa.
Sin embargo, los principales retos que no ha podido solventar Meade
en el mes de precampaña y que difícilmente los podrá solucionar, son la
contradicción interna que genera la falta de identidad partidista y la
pesada loza de la corrupción que el PRI tiene tatuada en su historia y
en la de sus principales miembros.
Aunque Meade se registró como ciudadano simpatizante en los actos que
ha realizado ante los militantes del PRI en varios estados, quiere que
lo acepten como uno de los suyos, pero no logra convencerlos de manera
plena.
Los priistas se caracterizan por su disciplina de alinearse ante las
decisiones de sus líderes, pero en el caso de Meade no lo sienten como
uno de ellos porque su perfil es más cercano al PAN.
La estrategia del PRI también se ha topado con el serio problema de
la corrupción que, como franquicia, parece casi exclusiva de sus
miembros más distinguidos. Cada vez que Meade o Aurelio Nuño o Enrique
Ochoa Reza prometen el combate a la corrupción y que no admitirán más
corruptos en el gobierno o en el partido, sale a la luz pública un nuevo
caso de desvío de recursos, enriquecimiento inexplicable, negocios
ilícitos o tráfico de influencias de algún miembro del PRI.
No ayuda a la campaña de posicionamiento de Meade la pesada historia
de corrupción que lleva sobre su espalda el gobierno de Enrique Peña
Nieto su principal padrino y protector en su carrera por la Presidencia
de la República.
En su mutación política, Meade tampoco tiene un asidero favorable con
su historial calderonista. El expresidente Felipe Calderón no es una
referencia favorable para nadie y menos cuando tiene manchas de sangre
imborrables por su declaración de la guerra contra el narcotráfico que
solo generó más muertes, violencia y corrupción en todo el país.
Es así que con estos lastres Meade parece que se hunde poco a poco a
pesar de que su coordinador de campaña, Aurelio Nuño, diga que en solo
un mes ya está en empate técnico con Andrés Manuel López Obrador o que
el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa, vaticine que ganará con el
40% de los votos en la elección del 1 de julio.
Por cierto… En las campañas sucias de las elecciones
siempre se crean fantasmas con los cuales se quiere espantar a los
simpatizantes de los punteros en la contienda. En esta ocasión Vladimir
Putin, Elba Esther Gordillo, Nicolás Maduro y hasta Kim Jong-un son
parte de la riada de espectros de terror que los estrategas del PRI
vienen mencionando para crear una sombra de violencia en Andrés Manuel
López Obrador. Surrealismo puro.
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