Francisco López Bárcenas
El general prusiano
Karl von Clausewitz, analizando las acciones bélicas entre estados, hizo
famoso el aforismo de que la guerra es la continuación de la política
por otros medios. Por su lado Michel Foucault, analizando la hegemonía y
el poder, invirtió la idea y aseveró que la política es la continuación
de la guerra por otros medios. A su modo cada uno tenía razones en sus
posturas; al final los dos trataban de explicar las maneras en que unos
grupos buscan imponerse a otros. El gobierno mexicano usa ambas formas
de dominación cuando de someter a los pueblos indígenas se trata. Si
éstos van por los cauces institucionales para reclamar sus derechos,
quien los enfrenta es una burocracia que hace como si buscara ofrecer
soluciones, pero si los reclamantes, cansados de no encontrar solución a
sus demandas, buscan hacerlo por otros medios, es la policía y el
Ejército quienes buscan volverlos al lugar que se les ha asignado, o,
cuando no se quiere involucrarlos, se usan pistoleros o guardias blancas que lo hagan.
Pongo dos ejemplos recientes para ilustrar esta aseveración. En días
pasados la policía de Ciudad de México echó a la señora Magdalena García
Durán –indígena mazahua– de donde vendía artesanías, con el argumento
de que el comercio no está permitido en lugares públicos; en este mismo
mes la Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicitó al gobierno
mexicano garantizar la vida y libertad de Bettina Cruz Velásquez
–indígena zapoteca–, integrante de la Asamblea de los Pueblos Indígenas
del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio, sobre
quien pesan amenazas por oponerse a la invasión del territorio zapoteco
por los parques eólicos; y la semana pasada se encontró sin vida a
Guadalupe Campanur Tapia, indígena purépecha del municipio de Cherán,
defensora de los bosques. Aparte de coincidir en que son mujeres, a las
tres las unía su lucha en defensa de los derechos de sus pueblos y un
ideal por vivir en un mundo mejor, sin contar que las dos primeras son
integrantes del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) del Congreso Nacional
Indígena (CNI).
El otro caso, donde los reclamos indígenas se enfrentan con
burocracia, es el del Consejo para la Protección y Preservación de la
Ceremonia Ritual de Voladores AC, del municipio de Papantla, Veracruz,
quienes desde hace año y medio andan buscando una autoridad que los
atienda, porque consideran que la empresa cervecera
Cuauhtémoc-Moctezuma-Heineken SA ha violado sus derechos al hacer uso de
su imagen y distorsionarla, para promover la cerveza indio. En este
tiempo han acudido a la Dirección de Turismo del municipio de Papantla,
donde les dijeron que ahí no se había otorgado permiso alguno, como la
empresa aseveraba; aun así el representante de la cervecera ofreció que
si hacían una fiesta él les regalaba toda la cerveza que necesitaran
para convivir y hasta para que se ganaran un dinero.
Inconformes con esa situación y dado que ellos están
declarados por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad,
acudieron a la Dirección de Patrimonio Mundial del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) con la pretensión de que hiciera algo
para detener la campaña de la cervecera, pero ahí les recomendaron que
se registraran en el Instituto Nacional de Derechos de Autor (Indiautor)
para que pudieran protegerlos; como esa respuesta no les satisfacía
acudieron al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación
(Conapred), el cual se negó a intervenir porque, desde su punto de
vista, la ley que lo regula no considera discriminatoria esa práctica.
No se desanimaron y acudieron a la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos y a la Secretaría de Cultura; la primera ha requerido dos veces a
la segunda para que atienda el caso y ésta ha fijado este 30 de enero
para que, a través del Indiautor se realice una junta de avenencia entre
la cervecera y los voladores. Un año y medio después de que vienen
reclamando justicia.
Son tiempos turbulentos para los pueblos indígenas y no se avizora
que cambien en el corto plazo. No porque para que cese la represión
contra los que ya están cansados de recorrer todas las oficinas posibles
sin encontrar solución a sus problemas, o para que las burocracias en
verdad ofrezcan soluciones se requiere cambiar relaciones entre Estado y
la sociedad y para eso es necesaria mucha voluntad política, que en
estos tiempos es bastante escasa. Por eso, como dice Marichuy, la vocera
del CIG del CNI, el único camino es la organización, pero no cualquier
organización, sino una verdadera de los pueblos indígenas, que entienda
su situación como es y no como muchos la imaginan, que sea capaz de
articular sus demandas con sus particularidades, que les busque solución
de acuerdo con sus modos y tiempos. Una organización que genere una
fuerza capaz de enfrentar la guerra contra los pueblos indígenas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario