La Jornada
Durante el foro para la
pacificación y la reconciliación nacional que se realizó ayer en el
Centro Cultural Tlatelolco, en Ciudad de México, el presidente electo,
Andrés Manuel López Obrador escuchó los reclamos y testimonios de
familiares y víctimas de desaparición, tortura, asesinato, secuestro,
feminicidio y otros crímenes. Acompañado de miembros de su equipo de
transición, el próximo presidente se comprometió a pedir perdón a todas
las víctimas de la violencia, facilitar la labor de los organismos
nacionales e internacionales de derechos humanos y hacer todo lo que
humanamente esté de su partepara garantizar la justicia.
Es necesario saludar este acto de escucha del político tabasqueño,
que además viene precedido por otros gestos para los centenares de
víctimas generadas por las acciones del crimen organizado, pero también
por la estrategia de combate a éste desplegada por el ex presidente
Felipe Calderón y continuada sin cambios mayores durante el sexenio que
Enrique Peña Nieto que habrá de terminar este primero de diciembre.
Entre los gestos referidos se encuentran los posicionamientos de la
próxima secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien ha hecho
énfasis en la necesidad de una justicia transicional centrada en la
reparación del daño a las víctimas y la recuperación de la memoria.
Sin duda, los temas tratados en los foros se encuentran entre los
pendientes más graves del Estado mexicano: de acuerdo con el Registro
Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas de la
Secretaría de Gobernación, entre 2007 y junio pasado se registraban de
35 mil 410 desaparecidos en todo el país, y organizaciones civiles
denuncian que únicamente 12 personas habían sido condenadas por el
delito de desaparición forzada. Las cifras de homicidios y feminicidios
son igualmente alarmantes, pues hasta octubre de 2017 sumaban 234 mil
casos en los últimos dos sexenios, y la crisis no ha hecho sino
agravarse hasta convertir a julio de 2018 en el mes más violento desde
1997; mientras los feminicidios tuvieron un repunte de 72 por ciento en
los pasados tres años para alcanzar la escalofriante cifra de 671
asesinatos violentos por motivos de género en 2017. Debe resaltarse que
todo lo anterior corresponde a cifras oficiales, muchas veces
denunciadas por organizaciones civiles por dejar fuera a varias
víctimas.
Ante este panorama desolador, cabe esperar que el cambio de actitud
respecto a la actuación del gobierno saliente se consolide en una
auténtica voluntad política y en una estrategia sensible y coherente
para hacer llegar la justicia a los centenares de miles de víctimas, así
como para avanzar hacia la inaplazable pacificación del país. El tamaño
de la deuda marca la magnitud de la tarea que espera a los funcionarios
entrantes.
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