El IFP será dirigido por Rafael Barajas, El Fisgón, y formaremos parte de su Consejo Directivo Paco Ignacio Taibo II, Pedro Miguel y un servidor, entre otros.
Nunca antes en la historia de México ha existido un partido que haya hecho una apuesta tan clara a favor de la formación de sus militantes. Es probable incluso que jamás haya existido un instituto político en el mundo entero que haya dado tan alta prioridad al tema de la educación política. 
Morena ya conquistó electoralmente a los gobiernos federal, de la Ciudad de México, de Veracruz, de Tabasco, de Morelos y de Chiapas, así como numerosas presidencias municipales de gran importancia a lo largo y ancho del país. El partido también controla tanto el Congreso de la Unión como la mayoría de los Congresos locales. 
Ya no es necesario utilizar los recursos del movimiento para construir opciones de educación formal para los jóvenes. El importante proyecto de las “escuelas universitarias”, que movilizó la mitad de los recursos del partido para fundar y mantener 20 diferentes institutos de educación superior, ahora será retomado por los gobiernos de Morena. La coordinadora del proyecto, Raquel Sosa, ya trabaja en la expansión y la consolidación del proyecto desde la SEP federal.
Pero el compromiso de Morena con la educación no se acaba con la incorporación de su exitoso primer proyecto educativo al nuevo gobierno democrático. Ahora se canalizará la mitad de los recursos públicos del partido hacia un ambicioso programa de formación política y social entre los militantes y con la ciudadanía en general.
El objetivo es facilitar una transformación y una liberación de las conciencias dentro de la sociedad paralela al cambio institucional que tendrá lugar dentro del Estado. Ello de ninguna manera implica una “indoctrinación” de la población de acuerdo con una sola ideología, sino lo contrario. Morena incluye y arropa una multiplicidad de diferentes puntos de vista y todos deben ser incluidos. 
Tampoco se buscará la formación de ciudadanos pasivos que obedezcan al nuevo gobierno o al nuevo ocupante de Palacio Nacional. Un auténtico proceso de formación política democrática no tiene el objetivo de generar ciudadanos “borregos”, sino de estimular las capacidades de pensamiento crítico y de acción organizativa autónoma. 
Lo gobiernos neoliberales también tenían su proyecto de educación política, aunque jamás lo formulaban como tal y tampoco le invertían una gran cantidad de tiempo o recursos. Para el viejo régimen, el objetivo era la creación de un sujeto social supuestamente más “moderno”, consumista e individualizado, que “confiara” en el gobierno y contara con una sólida “cultura de la legalidad”. Desde este enfoque se han desarrollado una infinidad de cursos y de mensajes propagandísticas cuyo objetivo central ha sido en realidad generar ciudadanos más obedientes y pasivos frente al poder.
El trabajo pedagógico del IFP partirá de un enfoque radicalmente distinto. Sin desdeñar la importancia de la modernidad y la legalidad como principios fundamentales, también hay que complementarlos con los principios de la crítica y la resistencia, así como tener claro que ninguno de estos ideales se puede lograr sin la activa participación crítica y organizada de la ciudadanía. Las transformaciones culturales no se pueden imponer desde arriba, sino que sólo son posibles a partir de una construcción colectiva desde abajo. 
Dicen que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. El mejor servicio que pueda hacer el IFP a la causa de la Cuarta Transformación es apoyar con la generación de una fuerte conciencia crítica y una contundente acción social capaz de recordar constantemente a los funcionarios públicos su obligación de no robar, no mentir, no traicionar y, en general, utilizar su poder para servir al pueblo en lugar de servirse de él. 
De la misma manera, la ciudadanía también debe estar preparada para cuestionar las mentiras y la desinformación propagadas por los medios de comunicación y en las redes sociales. Cuando el poder mediático y las noticias falsas dictan la agenda, se distorsiona la discusión pública a favor de los intereses de los poderes fácticos y la sociedad se vuelve sumamente vulnerable a la violación generalizada de sus derechos. 
Tampoco se trata de que Morena se convierta en una fuerza opositora al gobierno. No se busca obstaculizar el trabajo de construcción de la Cuarta República, sino facilitar su rápida y eficiente materialización. A lo largo de los próximos seis años habrá grandes resistencias a los proyectos y las iniciativas de López Obrador, sobre todo a los que impliquen la reducción de los privilegios de las élites políticas, económicas y burocráticas. 
El nuevo presidente necesitará un contundente apoyo de la sociedad para contar con suficiente fuerza para poder evitar los sabotajes y saltar los obstácu­los al cambio que le colocarán en el camino. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo.   
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