50 aniversario de la matanza de Tlatelolco
BBC Mundo
Es una historia poco
conocida. Todos los días, durante al menos cuatro meses, la CIA siguió
los pasos del movimiento estudiantil que se desarrolló en México en
1968.
La vigilancia no fue sólo en la capital del país, donde la
organización y protestas tuvieron más fuerza, sino en varios estados.
Los agentes recabaron datos de los líderes estudiantiles, ayudaron a
grabar conversaciones telefónicas y asambleas en las escuelas. El
histórico proceso terminó con una masacre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, la tarde del 2 de octubre de 1968.
También
de la matanza hubo informes. Los documentos se enviaron a Langley,
donde está la sede de la Agencia Central de Inteligencia de Estados
Unidos (CIA, por sus siglas en inglés). Copia de algunos documentos los
recibió también el entonces presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz.
Influencia
De
hecho, según documentos secretos del gobierno estadounidense
desclasificados en los últimos años, la CIA tuvo una fuerte influencia
en las decisiones del mandatario hacia las protestas estudiantiles.
Incluso Díaz Ordaz recibía un sueldo de la CIA, recuerda a BBC Mundo el académico Sergio Aguayo, investigador del Colegio de México.
Hubo
algo más. El presidente mexicano creía que las protestas estudiantiles
eran parte de un complot comunista. Y la agencia estadounidense lo
respaldaba. “La CIA estaba absolutamente convencida de que el movimiento
tenía apoyo e inspiración no sólo desde Cuba sino de la Unión Soviética”,
le dice a BBC Mundo Kate Doyle, directora de análisis de la política de
EE.UU. en América Latina del Archivo de Seguridad Nacional.
“Pero también Díaz Ordaz tenía su paranoia ideológica”.
Una
percepción que la Agencia reforzó, insiste Aguayo. El Ejército y las
agencias de inteligencia civil mexicanas entregaban cotidianamente
informes al presidente. Al parecer no fue suficiente. “Compartían
información cruda, sin procesar. La CIA les daba análisis de
inteligencia. Desconozco su calidad”.
Nómina presidencial
¿Cómo
logró tal influencia la CIA en el gobierno mexicano de esa época? La
respuesta se llama Winston Scott, jefe de la oficina en el país entre
1956 y 1969. Personaje carismático, al poco tiempo de llegar a México el
agente se hizo amigo del entonces presidente Adolfo López Mateos,
refieren los documentos desclasificados.
Por esa relación conoció a Díaz Ordaz, quien era secretario de Gobernación, y a Luis Echeverría Álvarez, subsecretario. Los dos personajes se convirtieron, años después, en presidentes de México.
Era un vínculo muy cercano. En su investigación "Litempo: los ojos de
la CIA en México" el periodista Jefferson Morley cuenta que los tres
políticos atestiguaron la tercera boda de Scott, en 1962. Gracias a esa
amistad y con el marcado interés del gobierno estadounidense en su
vecino, Scott creó una red de informantes en altos círculos políticos
del país.
La operación se llamó LITEMPO y logró reclutar al menos a 12 agentes, entre ellos Díaz Ordaz y Echeverría Álvarez, bajo
sueldo de la CIA. No se sabe cuánto dinero recibían pues la información
fue borrada en los documentos desclasificados. Un dato consultado por
Sergio Aguayo menciona la entrega de US$400 al mes para pagar a dos
guardaespaldas, así como equipo de radiocomunicación para cuatro
automóviles.
Lee Harvey Oswald
En los años 60 los
presidentes mexicanos eran personajes muy poderosos, con posibilidades
de quedarse con mucho dinero por negocios o del erario.
¿Por qué entonces aceptar unos cientos de dólares por colaborar con la CIA? “Es uno de los misterios pendientes de esclarecer, yo también me lo pregunto”,
reconoce Sergio Aguayo. “Una posible respuesta es que no le daban
importancia al dinero. Lo aceptaban porque a cambio tenían la protección
y la inteligencia que les daba la CIA”. En todo caso, LITEMPO fue una
parte de la extensa red de informantes de la Agencia en México, que
incluía a la Dirección Federal de Seguridad (DFS), una especie de
policía política.
De hecho, el director de la corporación de
esa época, Fernando Gutiérrez Barrios, interrogó a algunos mexicanos que
se habían reunido con Lee Harvey Oswald en una de sus visitas al país,
señala Morley. El personaje fue acusado de asesinar al presidente John
F. Kennedy en 1963. La información del interrogatorio se entregó a los
estadounidenses.
La red de la agencia incluyó a corporaciones locales como las de Nogales, en el estado de Sonora, y Monterrey, en Nuevo León.
Las dos ciudades, según los documentos, eran de especial interés para
la CIA. También lo era el Partido Comunista de México, en ese entonces
clandestino pues su existencia legal estaba prohibida.
Paranoias
Ciertamente
el gobierno estadounidense creía tener razones para vigilar conflictos
sociales. Ese año ocurrió el movimiento Mayo del 68 que desató una
huelga general en Francia. Y en decenas de ciudades de Estados Unidos
arreciaron las protestas contra la guerra en Vietnam. Éste era el
escenario de la CIA ese año, cuando en la capital mexicana nació el movimiento estudiantil que en pocos meses se extendió en varias ciudades del país.
Kate
Doyle encabezó el Proyecto México del NSA, que consiguió la
desclasificación de numerosos informes secretos de la CIA sobre el
movimiento estudiantil de 1968 en el país. Los documentos de la Agencia
estadounidense empezaron en los primeros meses de ese año. “Vigilaban al movimiento no sólo en la capital sino por todo el país”
recuerda. “Hay cables, información de inteligencia en México reportando
actividades de grupos estudiantiles en Veracruz, Puebla, Michoacán
sobre sus marchas, conversaciones, protestas, sus políticas, sus
líderes”.
Las protestas que crearon al Consejo Nacional de Huelga
–el órgano central del movimiento estudiantil- empezaron en julio de ese
año en el entonces Distrito Federal, la capital del país. Al paso de
los meses creció la inconformidad. La oficina de Scott empezó a entregar informes casi a diario a su cuartel en Langley (Virginia, EE.UU.) y parte de ellos a Díaz Ordaz.
“Había
una relación muy estrecha y un intercambio de información de
inteligencia entre los dos”, señala Doyle. Pero también una especie de
intercambio ideológico: Scott “representaba la doctrina de seguridad
nacional de Estados Unidos, transmitía su ideología anticomunista en
todas sus conversaciones e informes”.
Díaz Ordaz pensaba lo mismo. “Crearon un círculo cerrado de opinión que no les ayudó mucho a entender realmente lo que pasaba en México en ese entonces”.
El investigador Sergio Aguayo coincide. La agencia estadounidense
“fortaleció la visión paranoica que tenía Díaz Ordaz sobre el
movimiento, al que consideraba parte de un complot del comunismo
internacional”.
Dudas históricas
A 50 años del movimiento
de 1968 no se han encontrado pruebas de una influencia de Cuba o la URSS
en el movimiento estudiantil. Lo que sí ha logrado comprobarse es que
el escenario del país era complicado.
En octubre de ese año se realizarían en Ciudad de México los XIX Juegos Olímpicos, y el gobierno de Díaz Ordaz necesitaba convencer que el evento se realizaría sin contratiempos,
refieren los documentos de la CIA. Sin embargo, periodistas de medios
internacionales que cubrían las Olimpiadas enviaban también despachos
sobre las protestas estudiantiles. Los documentos desclasificados
refieren que el gobierno mexicano decidió usar la fuerza para detener
las protestas crecientes.
El 2 de octubre el Consejo Nacional de
Huelga que, representaba al movimiento convocó a una marcha pacífica que
saldría de Tlatelolco al Zócalo. La tarde de ese día el sitio fue rodeado por 5.000 soldados. El CNH canceló la caminata pero cuando se anunciaba la decisión los militares dispararon contra la multitud.
Una
versión dice que los soldados reaccionaron a un ataque de los
estudiantes. Otra que un grupo paramilitar llamado Batallón Olimpia
agredió a los militares quienes respondieron. Lo único claro fue la
masacre. Oficialmente murió una veintena de personas. Las organizaciones
civiles dicen que fueron más de 200. Cinco décadas después la cifra
real no se conoce.
¿La CIA supo que se preparaba esta agresión? “No está demostrado”,
responde el investigador Aguayo. “Una hipótesis que manejo es que
Winston Scott sí estaba enterado. Pero es hipótesis”. Pero según la
investigación del periodista Morley los informes que el agente
estadounidense envió a Langley fueron contradictorios.
Hasta
ahora, pues, no se conocen informes para comprobar si la CIA tuvo algún
papel en la masacre más allá de los informes para asesorar a Díaz Ordaz.
Pero eso, apunta Kate Doyle, “no quiere decir que no pasó, que no existen documentos que todavía no están desclasificados” para probarlo.
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