Caminata Migrante
El apoyo del pueblo chiapaneco no se hizo esperar
▲ Por todos los medios, migrantes centroamericanos buscan cruzar el
territorio nacional. Ayer un numeroso grupo realizó un recorrido de 45
kilómetros.
Tapachula, Chis., La caravana de migrantes hondureños se
duplicó, quizá triplicó en los pasados dos días, ya que, según el último
censo de las agrupaciones civiles que la asisten en su organización y
logística, suma 7 mil 233 personas, entre ellas 2 mil 303 niñas y niños.
Ayer empezó su trayectoria por territorio mexicano antes de despuntar
el día y recorrió los primeros 45 kilómetros en un tiempo récord de
siete horas. Es, según ellos, el inicio de un muy largo recorrido. En
los anhelos de estos caminantes que proceden de la región más pobre y
violenta del continente, su odisea debería extenderse hasta la frontera
de Estados Unidos, no importa a qué precio ni por cuánto tiempo.
El empuje del éxodo hondureño desafió no sólo las amenazas de Donald
Trump en Washington, sino al propio gobierno mexicano, que ayer continuó
advirtiendo en esporádicas apariciones de los más altos funcionarios
del Instituto Nacional de Migración (INM) que la gente no puede
continuar su trayecto en territorio mexicano si no se aviene a la única
opción que les ofrece, que es registrarse en albergues cerrados, bajo
control de los agentes de esa dependencia, para iniciar un incierto
proceso de solicitud de refugio en México.
De la opción de otorgar visas humanitarias para que simplemente
transiten por México y lleguen a la frontera norte, como es el propósito
de la mayoría, ni hablar.
La oferta del gobierno les fue presentada hace dos días en el punto
fronterizo de Ciudad Hidalgo, donde la víspera se suscitó un conato de
enfrentamiento en el que la PolicÍa Federal lanzó gases lacrimógenos
contra la multitud.
Pero la opción de refugio en México ha sido desdeñada por el grueso
de los caravaneros y la vía para obtenerlo despierta profunda
desconfianza.
Poco más de 600 personas –menos de 10 por ciento del total– aceptaron
la propuesta, accedieron a trasladarse al albergue instalado en el
recinto ferial en la periferia de esta ciudad y desde hace dos días ahí
permanecen. El sitio ha sido vedado para visitadores de organizaciones
de derechos humanos y para los periodistas.
Para proteger su privacidad, es la explicación oficial.
Los hondureños que ya ingresaron sus solicitudes de refugio a la
Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) no podrán salir y
moverse libremente mientras dure el proceso de análisis de sus casos
individuales, que durará 45 días. Al cabo de ese mes y medio nada les
garantiza que se resuelvan positivamente sus casos.
Diversos episodios de la agotadora caminata de ayer pusieron al
descubierto la desconfianza de los caravaneros hacia la autoridad
uniformada de México y la inconsistencia de la propuesta oficial, a
pesar de la retórica.
Uno de ellos ocurre cuando dos altos funcionarios del INM, el
delegado estatal del instituto, Francisco Echeverría, y el director de
resoluciones migratorias, Héctor Alemán, improvisan una arenga desde la
caja de una pick-up. Echeverría los conmina:
No pueden continuar transitando por territorio nacional como lo están haciendo, no pueden seguir si no regularizan su situación. Es la única manera ordenada y segura para ustedes de permanecer en México. De lo contrario, están fuera de la legalidad.
Los exhorta a que vayan al albergue que controla el INM para ingresar
su solicitud individual de refugio. Uno de los migrantes replica:
–Nos dicen que a los que se lleva Migración los están deportando.
–¡Eso es falso! –responde airado el oficial e invita a que se forme
una comisión de representantes para que lo acompañe a la estación
migratoria y a los albergues para constatar la veracidad de su
ofrecimiento y las condiciones en las que están albergados quienes hasta
el momento, unos 750, según cifras oficiales, han aceptado pedir asilo
al país.
Por su parte Héctor Alemán, interrogado sobre lo que pasará con la gente que no se decida por la opción del refugio, responde:
Estarán en situación irregular y se les aplicará la ley.
–¿Como? ¿Van a ser detenidos?
–Retenidos, no detenidos. Y repatriados, no deportados –es su respuesta.
Sin embargo, los antecedentes recientes de la Comar sobre la alta
incidencia de rechazos a las solicitudes de refugio resta consistencia a
la única solución que México presenta para enfrentar el desafío del
éxodo hondureño. De enero a agosto de 2017 (cifras más recientes
disponibles), 2 mil 443 hondureños solicitaron refugio, pero sólo se les
concedió a 204.
No son muchos quienes se detienen a escuchar al funcionario que les habla parado sobre la caja de una pick-up.
La mayoría de los integrantes del éxodo hondureño avanzan con paso
rápido bajo el sol ardiente y no les llama la atención el ofrecimiento
oficial.
En contraste con la rudeza del trato oficial a la caravana, los
hondureños exhiben una insuperable habilidad diplomática para ganarse el
corazón de los chiapanecos que los ven pasar.
Habían iniciado su caminata antes que despuntara el sol. Eran ya
cerca de las nueve de la mañana cuando se acercaron a Ciudad Hidalgo. Un
nutrido grupo de periodistas, muchos de ellos de las grandes cadenas
internacionales, se apostaron en el puente peatonal. Cuando la columna
humana quedó al alcance de las cámaras empezó a corear a todo pulmón:
México, México, México.
Y así continúan 7 mil almas que marchan y cubren varios kilómetros de
carretera con su movimiento, sus sonrisas, su sudor y su semblante
exhausto bajo el sol inclemente. A su paso se van ganando el corazón de
los chiapanecos, que se prodigan en gestos solidarios.
Tambos de agua fresca para los sedientos, cajas enteras de mandarinas
y plátanos, motobicis y camiones de redilas que circularon a la par
para poder dar aventón, sobre todo a madres con chicos y a personas
mayores, que también las hay. En un punto se repartían sombreros, en
otro zapatos usados –quizá la prenda más apreciada por los caminantes,
que fuerzan sus pies a marchas intensas; más allá camisetas remanentes
de las campañas políticas. Fue visible una empatía que hace pensar en el
fracaso de las campañas de odio que alimentaron desde las redes
sociales los conocidos ejércitos de bots en días pasados.
Si la solidaridad y el acompañamiento de la población se hace notar
con sus gestos sencillos, también es notable la precaria presencia de
organismos no gubernamentales o asistenciales. Grupo Beta, el cuerpo
creado por el INM para brindar asistencia y auxilio a los migrantes, ha
desplegado apenas un par de unidades, inconsistente con la inédita
dimensión de esta movilización.
Pero, sobre todo, se extraña la intervención del Alto Comisionado de
Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), ya que ha sido el propio
gobierno mexicano el que ha colocado el foco de esta caravana en el
terreno del refugio.
Foto Víctor Camacho, Blanche Petrich
Enviada Periódico La Jornada
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