Madrid, 19 dic. 18. AmecoPress.-
Un
día con importantes reuniones de trabajo o con un proyecto que
entregar. Está nublado y no sabes si va a llover, “¿habré quitado la
ropa del tendedero?”. Mañana tu hija tiene esa función del colegio,
“¿tendrá el traje listo? ¿Le metí la merienda en la mochila? ¿Quedará
aceite para esta noche?” Todas estas preguntas forman parte de la carga
mental que soportas por llevar el peso de los cuidados y de tu hogar,
pero quizá falta hacerse la pregunta más importante: “¿está también mi
pareja pensando en todo esto?”
La entrada al mercado laboral fue un avance fundamental para la lucha
feminista, pero con ella nunca llegó a dividirse el trabajo en la
esfera privada. Según datos del INE, el 95% de las mujeres se ocupan del
cuidado de sus hijas e hijos frente a un 68% de los hombres. En España,
el 89% de las personas que cuidan de sus familiares dependientes son
mujeres, según el IMSERSO.
Hablamos con la escritora y editora Iria Marañón, que en su libro
“Libérate de la carga mental” pone directamente el foco sobre los
hombres y sobre el Estado para que comiencen a responsabilizarse y
repartir ese peso extra que soportan las mujeres. Es una cuestión de
derechos irrenunciables que niños, niñas, personas enfermas y
dependientes estén bien atendidos y que tales cuidados no dependan de
que las mujeres abandonen el mercado de trabajo, se inserten en él en
peores condiciones o se carguen con una jornada doble extenuante”.
Cuando vas a comprar este libro piensas, por su título, que
te va a servir por tu situación personal, pero cuando te lo lees
descubres que hay cuestiones que nos condicionan a todas las mujeres y,
al final, no eres tan particular como creías.
Es que como decían las feministas de los años 60: “lo personal es
político”. Lo que ocurre a una mujer en su casa le suele ocurrir a todas
las demás en la suya. Es normal que una piense que tiene una situación
personal excepcional pero cuando empiezas a rascar te das cuenta de que
todas las mujeres tenemos las mismas circunstancias: todas cuidamos,
todas nos ocupamos de las tareas domésticas, todas tenemos cargas de
trabajo…
Quizá pensábamos que nuestra situación era así porque la
habíamos elegido libremente pero las decisiones libres no lo son tanto.
En eso insisto mucho, porque muchas mujeres me cuentan que han pedido
una baja maternal, han reducido su jornada o han decidido quedarse en
casa cuidando de alguien y me venden esas decisiones como libres y
personales y yo siempre digo: pues qué coincidencia que todas las
mujeres lleguemos a los mismos acuerdos, porque los datos dicen que
somos las mujeres las que más nos ocupamos de estas cosas. Por eso yo
creo que es importante que seamos conscientes de que todas las
decisiones que tomamos en base a nuestro género no son tan libres como
pensamos.
Es importante que reflexionemos por qué hemos decidido hacer lo que hemos hecho y de esa manera empezar a liberarnos.
¿De qué dirías que está hecha la carga mental extra que soportan las mujeres?
La carga mental está hecha de las listas, de la planificación, del
recuerdo de fechas, citas y del trabajo invisible que las personas
realizamos para organizar nuestras vidas y las vidas de las personas que
dependen de nosotros. A esa carga mental hay que añadirle una carga
física, consecuencia de la primera. También entra el amor, las
relaciones familiares, los contextos sociales y cómo nos relacionamos
con la gente.
¿Por qué las mujeres nos hacemos nosotras mismas las responsables de todo?
Hay muchos factores que determinan que nosotras acabemos asumiendo
este trabajo. Para empezar, la otra mitad de la población no la está
asumiendo como propia, y además se nos ha educado para ser así.
Parece que la sociedad está gestionada para que nosotras acabemos
haciendo esto. ¿Por qué no hay guarderías de 0 a 3 años gratuitas como
el resto de las etapas escolares? Porque hay mujeres que cuidan. La Ley
de Dependencia ha llegado hace muy poco, pero antes, ¿por qué no existía
algo que se ocupara de esas personas que necesitaban ayuda? Porque
había mujeres que lo hacían gratuitamente.
¿Y la razón por la que los hombres no asumen esa
responsabilidad al mismo nivel es porque son incapaces de percatarse de
que hay un trabajo invisible que están haciendo las mujeres por ellos?
Es porque vivimos en un sistema patriarcal que les tiene reservado
otra realidad a los hombres. Es tanto por la educación, como por el
sistema y la forma en la que nos socializamos por lo que no asumen esas
tareas como propias porque las hacen las mujeres. Ellos están enfocados a
hacer otro trabajo fuera del hogar, en el que tienen que ganar dinero,
ser competitivos, etc. Nos han dirigido para que hagamos las cosas de
estas dos formas.
En el libro comentas esa situación en la que el hombre
considera que está cumpliendo con su parte solo por hacer lo que su
pareja le pide que haga.
Sí, es que hemos llegado a un punto en el que hay muchos hombres que
creen que sí están siendo corresponsables porque hacen cosas, ejecutan
muchas cosas. Van a hacer la compra, cocinan, limpian, recogen a los
niños… ¿Cuál es el problema? Que la carga mental no está solo en hacer
las cosas, sino en pensarlas, en organizarlas. Al final las mujeres
hacemos un papel de directoras de una organización en la que vamos
repartiendo tareas además de hacer las nuestras, pero es que ese trabajo
es muchísimo más pesado.
Un ejemplo que pongo es el de Kim Campbell, la primera ministra
canadiense, que durante una reunión de un gabinete de crisis se
sorprendió a sí misma porque estaba debatiendo soluciones
importantísimas para su país y lo único que tenía en la cabeza es que no
había descongelado los filetes para la cena. Eso ejemplifica muy bien
cómo las mujeres hagamos lo que hagamos tenemos en la cabeza siempre las
gestiones del hogar y la planificación familiar. Mientras, los hombres
se dedican simplemente a ejecutar. Si están trabajando están trabajando y
no hacen nada más.
¿Y saben los hombres cuidar de sí mismos?
Muchas veces la educación que han recibido no les ha hecho lo
suficientemente autónomos e independientes para cuidarse a sí mismos.
Conozco muchos hombres que han vivido solos y se han alimentado a base
de pizzas y hamburgesas porque no saben cocinar, o no sabían poner
lavadoras. Las personas que educamos estamos educando a hombres
incapaces de gestionarse a ellos mismos y muchas mujeres cuando se
emparejan con hombres acaban siendo sus madres también, las que les
acaban organizando y a las que preguntan dónde están las cosas y cómo
tienen que actuar. Esto es un problema porque añade más carga mental a
las mujeres.
Y las mujeres que leyendo el libro se hayan dado cuenta de
que eso también les ocurre a ellas, que se encargan de toda la
planificación familiar. ¿Cómo pueden solucionar este problema con su
pareja?
Yo creo que lo primero de todo es hacer ver a la pareja cuál es su
carga mental, escribirla en un papel. Tengo que pensar qué vamos a comer
toda esta semana para luego hacer la lista de la compra, luego
comprarlo y cocinarlo. No solamente es: toma este papelito y vete a
comprar. Los hombres tienen que saber cuál es todo el proceso, de dónde
viene el filete que me llega a la mesa, ¿cómo es que lo tengo?, pues
porque alguien se ha acordado de comprarlo, como todas las cosas que
disfrutan día a día. Tienen que ser plenamente conscientes de toda esta
carga mental y yo creo que la mejor forma de visibilizarla es apuntarla.
También digo que las mujeres no debemos ser las que enseñemos, tienen
que ser los propios hombres de los que salga la iniciativa, los que
vean que la carga mental está desproporcionada. Yo aquí sí que hago un
llamamiento: no considero que seamos nosotras las que tengamos que
educarles a ellos, sino que ellos deben, como personas autónomas e
independientes, los que empiecen a posicionarse, a desaprender su forma
de ser hombre.
En el libro eres clara en ese sentido: los hombres tienen que
saber que amar a una persona significa liberarla del estrés y de tanta
presión, y que esa es la manera correcta de querer.
Exactamente, porque nos han vendido que el amor es una cosa que nada
tiene que ver con la realidad, el romanticismo no vale para nada. Una
pareja comprometida es una pareja corresponsable, alguien que de verdad
va a liberar y va a repartir todo el trabajo en partes iguales. Ahí es
donde una persona ama de verdad.
Pero, ¿es difícil que vean esto? Planteabas algunas ideas
como llevar un calendario en común pero, ¿no terminará siendo la mujer
la que recuerde constantemente lo que hay que anotar en el calendario?
Es verdad que al final nosotras siempre estamos detrás, pero creo que
es bueno no hacerlo para que surjan los errores. Es decir, si él es el
responsable de hacer la compra también debe serlo de darse cuenta que ya
no queda leche, y si se levanta una y otra mañana sin leche, al final
la comprará y se dará cuenta antes la próxima vez. Yo creo que es casi
mejor mantenerse al margen y que él mismo se dé cuenta de que lo que no
hace tiene unas repercusiones importantes en su vida y en la de todos
los que están a su alrededor.
Yo me preguntaba a lo largo del libro: si ya hemos hablado
con él, hemos elaborado la lista, lo hemos intentado y aun así sigue sin
salir de él tomar esa responsabilidad, ¿qué hacemos? Tú pones sobre la
mesa la opción de que nos replanteemos con qué tipo de persona queremos
compartir la vida.
Es que llega un momento en el que nosotras también tenemos que tomar
decisiones. Si la pareja, después de todos los esfuerzos comunes, sigue
sin hacer su parte, pues hay que tomar medidas. Si realmente quieres
llevar una vida más tranquila con una pareja que esté implicada en el
proyecto común tienes que empezar a pensar que igual esta no es la
adecuada. Eso ya irá en cada una, pero tampoco pasa nada por decir que
no encajamos con alguien por ese motivo.
¿Y cómo crees que reparten estas cargas las parejas homosexuales?
Es verdad que en las parejas homosexuales también hay diferencias de
cargas mentales, suele haberlas, lo que pasa que estas no se dan por el
género, se dan por diferencias en las personalidades. Es decir, una de
las dos personas prefiere hacer unas cosas y otra prefiere hacer otras.
También tienen estos conflictos, pero no vienen dados por una situación
de género, sus discusiones son de igual a igual, la diferencia es que en
el sistema patriarcal los dos géneros no están situados de igual a
igual, hay un opresor y una oprimida.
Pero sí que hay parejas homosexuales que adoptan roles de género en su relación.
Sí, en esas parejas que reproducen los roles de género sí que se dan las mismas situaciones.
¿Y las mujeres solteras cómo gestionan esta carga? Mencionas en el libro que a veces la asimilan mejor estando solas.
Por una parte sí y por otra no. Una mujer soltera que tenga hijos o
hijas lo va a tener siempre complicado porque no tiene ninguna ayuda.
Pero por otro lado, he conocido a muchas mujeres que cuando se han
separado se han liberado de su carga mental, porque el tener que
supervisar lo que debería estar haciendo su pareja la perjudicaba más.
Otro caso que me parece especialmente grave es el de las
mujeres que cuidan a personas enfermas, dependientes o ancianas porque,
aunque los cuidados de la infancia terminan, en estos otros casos cada
año que pasa o incluso cada mes requiere más y más esfuerzo por parte de
la cuidadora.
Sí, al final el cuidado de los hijos o de las hijas llega un momento
en el que desaparece, pero el de las personas dependientes no. Es
muchísimo más complejo, son unos cuidados que a la larga limitan e
incapacitan muchísimo más a la mujer que está cuidando. Por eso es tan
fundamental que la ley de dependencia se aplique y se mejore para
liberar a las mujeres de ese trabajo.
¿Qué implica socialmente que las mujeres se dediquen a estas actividades?
Independientemente de lo que hagas, alejarte del mercado laboral en
el sistema capitalista en el que estamos te va a condicionar siempre,
sea por el motivo que sea. Sin embargo, considero que si las mujeres no
fuéramos quienes asumen fundamentalmente este trabajo, si fuera algo más
repartido, estoy segura que habría otro tipo de beneficios y ayudas,
tanto a nivel laboral como a nivel estatal, para que estas personas
puedan volver a reenganchase al mercado laboral.
¿Crees que si los hombres ya hubieran asumido las tareas de
cuidados al mismo nivel que las mujeres esta tarea ya sería remunerada?
Estoy segura de que sí, ya se habrían encargado de que fuera
remunerado, porque al final es un trabajo en beneficio de la sociedad y
la sociedad se sostiene gracias a ese trabajo invisible. Por eso es
importante que lo visibilicemos para que ellos se impliquen de la misma
manera, el Estado tome conciencia y empiecen a verse resultados reales.
Planteas también la alternativa de convertirlo en un empleo público para desligarlo del género.
Sí, lo propongo porque considero que ahora mismo tenemos personas que
se dedican a la limpieza de espacios públicos y ahí no vemos tanto las
separaciones por género. Yo creo que en el momento que ese tipo de
trabajos más relacionados con el hogar estén también realizados por
funcionarios y funcionarias del Estado se va a desligar del género y va a
ser un empleo que tanto ellos como ellas van a querer realizar por
tener unas condiciones adecuadas.
Comentabas otro aspecto muy importante, que las mujeres
debemos aprender a relajarnos en esas tareas de cuidados y recordar que
la felicidad de las personas a las que cuidamos no es a costa de la
nuestra propia.
Las mujeres hacemos este trabajo como si nos fuera la vida en ello,
como sacrificios tremendos, y nos olvidamos la mayoría de las veces de
que somos personas. Ponemos a la persona cuidada muy por delante de
nosotras y yo creo que también tenemos que coger perspectiva en este
asunto.
Por supuesto, el trabajo de cuidados debe estar revalorizado porque
es fundamental, hay que cuidar, pero hay que hacerlo sin perder el
norte. Te pongo el ejemplo de las maternidades intensivas, esas madres
que creen que tienen que estar 365 días con sus hijos, del colecho, del
porteo… ese tipo de cosas a la larga, y a la corta también, no
benefician a nadie. Ser madre es maravilloso, pero es que ser padre
también debería ser igual.
Hay que cuidar bien a nuestros hijos e hijas, hay que hacer todo lo
posible por ellos, pero también hay que saber decir “hasta aquí, yo
también soy importante y yo también tengo una vida”.
El trabajo fuera del hogar llega a ser a veces una vía de escape para esas mujeres que dedican tan poco tiempo a sí mismas.
Sí, yo ponía el ejemplo de cuando mis hijas eran muy pequeñas, que
llegaba el lunes por la mañana a trabajar y era como una liberación,
porque no tenía a ninguna de mis hijas en la pierna pidiéndome nada. A
muchas mujeres el poder estar un ratito sin tener a ninguna persona
demandando tu atención es una liberación. Parece una incongruencia que
sentarse ocho horas delante de un ordenador sea liberador, son las cosas
de este sistema.
Pero las empresas siguen poniendo muchas trabas a las cuidadoras.
Las empresas no han normalizado que hay que cuidar, y creo que no
debería ser un problema el ir y decir que yo estoy cuidando y necesito
flexibilidad, porque se puede hacer el trabajo exactamente igual. Pero
mientras sigamos siendo las mujeres las que cuidamos de forma
generalizada ese problema seguirá existiendo. Por eso es tan importante
repartir responsabilidades, los permisos de paternidad y maternidad
iguales e intransferibles y con la dependencia debería ser igual,
debería bonificarse a las personas que se ocupan de personas
dependientes y en ese momento muchos hombres querrán ocuparse también.
Foto: Archivo AmecoPress.