Justo
cuando México atraviesa un proceso electoral y las mexicanas exigen el
derecho a vivir libres de violencia, un alto al feminicidio, al acoso
sexual y la violencia de género; las zapatistas se colocaron en primera
fila y lanzaron una provocación al movimiento feminista, llamaron a
reencontrarse, una vez más, para hablar, escucharse y organizarse.
A partir del 29 de diciembre del año pasado la invitación al “Primer
Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de
las Mujeres que Luchan” se esparció por redes digitales y personales y
hasta enero de este 2018 ya sumaban 651 personas registradas, mujeres
alistándose para emprender un viaje desde sus países, ciudades o
pueblos, hasta la zona indígena del sureste de Chiapas que en 1994 hizo
temblar al Estado mexicano.
A 24 años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN), en el contexto del 8 de marzo, Día
Internacional de la Mujer, y en medio de la irrupción política que causó
la primer mujer indígena que buscó la Presidencia de la República,
María de Jesús Patricio; las indígenas, mestizas y extranjeras, se darán
cita durante tres días en el Caracol de Morelia, ubicado en Chiapas,
zona indígena Tzotz Choj.
Del 8 al 10 de marzo las tejedoras de la palabra darán seguimiento a una lucha que es más vieja que la insurrección de 1994.
A propósito de este encuentro, Cimacnoticias realizó un recuento
histórico de la participación de las mujeres en el zapatismo, su
búsqueda en el reconocimiento de sus derechos, y su organización. La
investigación se hizo a través de la recopilación de documentos del
Centro de Documentación “Adelina Zendejas” de CIMAC, publicaciones del
suplemento La Doble Jornada y la documentación periodística del libro
“Las Alzadas”, coordinado por la periodista Sara Lovera y Nellys Palomo.
“NO CLAUDICAMOS”
El encuentro se da ante la necesidad de tejer lazos en un país donde a
diario, 7 mujeres son asesinadas y a cada momento brota a la luz
pública un caso de acoso sexual. “Pero como quiera no tenemos miedo, o
sí tenemos pero lo controlamos, y no nos rendimos, y no nos vendemos y
no claudicamos”, esas son las palabras de las organizadoras.
Las mujeres que forman el Comité Clandestino Revolucionario Indígena
de la Comandancia General del EZLN, las concejalas, juntas, promotoras,
milicianas, insurgentas y bases de apoyo zapatistas, convocantes a esta
reunión de saberes, pidieron a todas las mujeres, feministas, defensoras
y ciudadanas, escucharse como forma de sanación y de acción.
Ahora que en México las víctimas y familias de mujeres desaparecidas,
víctimas de feminicidio, acoso sexual, hostigamiento laboral, despojo
de tierras o violencia del Estado han tomado la iniciativa de denunciar a
policías, jueces, comunicadores y funcionarios, la idea es tomar bríos
para saberse acompañadas y juntas, auto organizarse.
La cita es singular, será en una zona indígena y selvática, donde el
autogobierno se hace cargo de las necesidades básicas como luz y agua y
donde los hombres tendrán que hacer lo que socialmente no les ha tocado:
cuidar a niñas y niños, preparar alimentos, hacerse cargo de la
limpieza y estar en espacios considerados de servidumbre pero que para
el zapatismo son base de la organización.
UNA VEZ MÁS NOS ESCUCHAMOS
Antes del levantamiento armado del EZLN la primera rebelión que
cimbró a las comunidades chiapanecas y que después haría eco a nivel
nacional fue las de las mujeres, la de aquellas que sin saber de
Derechos Humanos decidieron que una revolución sin igualdad simplemente
no podía ser.
El 8 de marzo de 1993 las indígenas hicieron el primer levantamiento
cuando exigieron terminar con las costumbres que no les gustaban como
ser violentadas y obligadas a casarse con hombres que no querían, o
tener hijos que no podían cuidar. El resultado de esa rebelión que
disgustó a algunos e hizo reflexionar a otros, fue la Ley Revolucionaria
de las Mujeres.
Allí se mostró que las causas de los pueblos indígenas y de las
mujeres no están alejadas y aunque poco se sabe, las mujeres fueron
protagonistas invisibles de los acontecimientos que trascendieron las
fronteras del país hace 24 años. Líderes como la comandanta Ramona y la
mayor Ana María, tuvieron tareas vitales para el movimiento, y sus
perfiles fueron inspiración para otras.
A un cuarto de siglo de distancia, el próximo encuentro de mujeres en
Chiapas no es el primero que se realiza en nombre de la inclusión y
contra la opresión. En los años seguidos al levantamiento armado de
1994, el movimiento de mujeres indígenas vivió un impulso y se
realizaron varios foros y eventos involucrando la visión de las
zapatistas.
En 1995 se reunieron en el Encuentro Nacional de Mujeres de la
Asamblea Nacional Indígena para la Autonomía (ANIPA) para preparar su
participación en el Foro Nacional Indígena y en la mesa de Diálogo en el
municipio de San Andrés Larráinzar. Allí trabajaron temas de
participación política de la mujer, autonomía, derecho a la tierra,
salud y derechos reproductivos.
Dos años después, en 1997, en Oaxaca, se formó la Coordinadora
Nacional de Mujeres Indígenas en el marco del Encuentro Nacional de
Mujeres Indígenas. Entre las exigencias estuvieron el cumplimiento de
los Acuerdos de San Andrés, la salida del Ejército mexicano de las
comunidades indígenas, la reforma del artículo cuarto constitucional
para hacer explícitos derechos indígenas y paridad política; y la
reforma al artículo 27 constitucional para permitir a las mujeres
heredar y usufructuar la tierra.
A finales de 2007, conmemorando el 14 aniversario del alzamiento
zapatista, se realizó el Tercer Encuentro entre los Pueblos Zapatistas y
los Pueblos del Mundo, el cual se centró en las vivencias y los logros
de las mujeres zapatistas. Así, se trataron temas de salud, educación, y
organización.
MUJERES, BASE DEL ZAPATISMO
El movimiento feminista mexicano y el mundo entero se sorprendieron
al ver la participación activa de las mujeres tanto en los rangos
militares como en la dirección política de las y los zapatistas que se
levantaron en armas el 1 de enero de 1994.
En ese entonces la mayor Ana María, a sus entonces 26 años, al mando
de más de mil personas, fue dirigente de la toma de San Cristóbal. Al
hablar con cronistas sobre su vida, la mayor contó que como muchas no
estudió ni se preparó, por eso se fue a la montaña, donde aprendió a
leer, escribir y hablar castellano. En medio de la lucha armada pudo
decidir quién sería su compañero de vida.
Por su parte la comandanta Ramona, formó parte del Comité Clandestino
Revolucionario Indígena. En idioma tzotzil habló sobre la vida
cotidiana de las mujeres en las comunidades, de los días largos, de cómo
sufrieron de hambre y malnutrición, cómo se enfermaron, de los puestos
de salud que se encontraban demasiado lejos y de los decesos de niñas y
niños.
La comandanta recorrió su comunidad llevando su palabra para decir lo
que todos sabían pero que poca gente mestiza acepta: el trabajo que
implica llevar las artesanías al pueblo y enfrentar discriminación y
racismo; el hecho de que los hombres vean mal que sus mujeres tomen la
palabra y ocupen puestos, o cómo las niñas desde pequeñas son vendidas a
sus futuros esposos.
En la euforia de 1994 la mayor Ana María, al igual que otras mujeres,
exigió a los varones zapatistas lo que les correspondía de aquella
revolución; el derecho de las mujeres a organizarse y a participar en la
milicia, aunque para ellas no sería lo mismo porque tuvieron que
demostrar que podían realizar el mismo trabajo que ellos, hasta que se
abrieron paso a los más altos mandos.
No sólo las mujeres combatientes se hicieron presentes, como la
comandanta Ramona, también estuvieron las adultas mayores, aquellas que
permanecieron en los pueblos y que fueron bases fundamentales del EZLN.
Ellas se encargaron de la seguridad de las comunidades, monitorearon,
diseñaron y cosieron los uniformes de la insurgencia, mantuvieron al
ejército alimentado y cuidaron a la niñez mientras las jóvenes y los
varones salieron a luchar.
Es por eso que sus demandas tuvieron que ser escuchadas. Junto a la
Declaración de la Selva Lacandona, se publicó la Ley Revolucionaria de
las Mujeres. Diseñada desde 1993, en ese documento, las indígenas
demandan un salario justo, el derecho de tener cargos en la comunidad,
el derecho a salud, educación, a una vida sin violencia, y -cosa
inédita- el derecho de elegir a su pareja y la cantidad de hijos e hijas
que quisieran tener.
Para construir esa ley la comandanta Ramona fue la encargada de
recoger las opiniones de las comunidades tzotziles y la comandanta
Susana, la palabra de las comunidades tzeltales. De forma aguda las
mujeres indígenas problematizaron la relación entre el cambio y dejar
atrás las tradiciones o costumbres que las mantenían en los ciclos de
marginación y violencia.
En ese entonces las feministas críticas cuestionaron cómo las mujeres
podían participar en una lógica de guerra y una institución tan
patriarcal como es un ejército. Observaron que las mujeres destacadas
del zapatismo se limitaron a leer cartas del Subcomandante Marcos y que
los traductores de Ramona, por ejemplo, en vez de traducir se metieron a
interpretar.
Con todo, la Ley Revolucionaria de las Mujeres tuvo repercusiones
tanto en el movimiento feminista como en el indígena y desencadenó un
debate amplio. A pesar de las críticas preponderó la inspiración que las
mujeres chiapanecas dieron a otras indígenas y a muchas mujeres que
luchan por la igualdad en el país. Aunque aún faltaba esperar que se
cumplieran sus demandas.
A 24 AÑOS DEL LEVANTAMIENTO...
A 24 años, hoy Chiapas continúa siendo el estado más pobre de México,
y muchos municipios indígenas carecen de servicios básicos como agua,
energía, y salud.
Según el último diagnóstico del Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2012, 75 por ciento de la
población chiapaneca se encontraba en pobreza y 32 por ciento en
situación de pobreza extrema. Niveles iguales a los de 1994, según la
investigadora de la Universidad de Harvard, Viridiana Ríos.
Al nivel nacional, Coneval reporta que 45 por ciento de la población
se encuentra en situación de pobreza y 10 por ciento en pobreza extrema.
Al hablar de salud en Chiapas, donde la sociedad es diversa, en los
municipios mayoritariamente poblados por indígenas, las problemáticas se
agudizan. La organización Melel Joxobal constató en 2015 que las
complicaciones de embarazo y parto eran la principal causa de muerte en
mujeres indígenas.
Ese mismo año la Secretaría de Salud informó que la Razón de Muerte
Materna (RMM) en Chiapas era de 68 por cada 100 mil nacidos vivos, en
tanto, la medida nacional se ubicaba en 39 decesos, esto significa un 43
por ciento más.
En suma, muchas adolescentes se casan a edades tempranas y tienen
poco acceso a información sobre planificación familiar. En los altos de
Chiapas, 73 por ciento de las mujeres tuvo su primer hijo entre los 11 y
19 años de edad, según la Encuesta de Salud y Derechos de las Mujeres
2015. Esto les impide una libre decisión sobre sus proyectos de vida,
constata Melel Joxobal.
La educación debería de ser una parte fundamental para preparar a las
niñas a tomar decisiones autónomas, pero en muchos casos, faltan
oportunidades. Aunque el país tiene cifras oficiales de escolaridad y
alfabetización del 95 por ciento, el rezago educativo de las y los
indígenas es significativo. La mitad no termina la primaria, según el
Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, y el monolingüismo les hace
más vulnerables a la discriminación.
LA ENSEÑANZA DE MARICHUY
Este encuentro cobra mayor relevancia porque es parte de la estela de
esperanza que dejó la candidatura indígena propuesta desde 2017 por el
Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y el Congreso Nacional Indígena (CNI)
para participar en el proceso electoral de 2018 en busca de la
Presidencia de la República, misma que no logró los apoyos ciudadanos
suficientes para concretarse, a pesar de la organización ciudadana que
causó.
La propuesta del CIG-CNI fue que su vocera, María de Jesús Patricio,
conocida como Marichuy, llevara la voz de los pueblos indígenas al
proceso electoral, que fuera ella, una mujer indígena, quien hablara a
la ciudadanía del despojo de las tierras, la explotación, la opresión y
discriminación que viven las personas del México de abajo.
La precampaña de una mujer indígena hizo ver que todavía hay un país
que desprecia a las personas por su color de piel, su sexo, o su nivel
de estudios, pero además que se niega a escuchar lo que tengan que
decir. Y aunque los partidos políticos actualmente deben postular a
personas indígenas en 13 distritos electorales para competir por una
diputación, la realidad es que la discriminación persiste.
Las expectativas puestas en este encuentro son altas. Convergerán
mujeres de todas las edades y nacionalidades. Vienen de todos lados del
mundo, de Europa y de Latinoamérica. En México, se encuentran alistadas
mujeres de 27 entidades.
Todas ellas vertieron 202 propuestas de actividades, saberes y
experiencias con el objetivo común de compartirlas a lo largo del
encuentro; desde música, danza, teatro, circo, cuentacuentos,
presentaciones de libros, dibujo, fotografía, cine y deporte. Es quizás
este encuentro una forma de seguir reflexionando y hacer organización
para formar esas resistencias de las que habló Marichuy en su paso por
los pueblos de México.
Hasta ahora las organizadoras han informado que se tiene contemplado
la impartición de talleres sobre la violencia de género, manifiestos
feministas, ciberfeminismo, la valoración y uso de la sangre menstrual,
danzaterapia, género, pintura, grabado, entre otros.
A este amplio número de saberes se suman pláticas del linaje
femenino, cuerpo de la mujer, formas de resistencia, defensa de los
Derechos Humanos, educación antimachista, experiencias de sobrevivientes
a la violencia, lucha de mujeres en Francia e Italia, el feminismo en
Cuba, feminismos indígenas y afros… Durante cinco días, las mujeres
hablarán y escucharán sus inquietudes, conocimientos y anhelos.
Previo al encuentro, este martes 6 inició la Asamblea del Movimiento
en Defensa de la Tierra, el Territorio y por la participación y el
reconocimiento de las mujeres en la toma de decisiones, en San Cristóbal
de las Casas, en la cual se busca difundir información sobre el
contexto de violencia contra las mujeres, violencia feminicida, el
riesgo que representan las zonas económica especiales.
Entre otros temas a debatir está el de la Ley de Seguridad Interior,
despojo a la tierra y la reflexión de la efeméride del 8 de marzo. La
Asamblea concluye este día para que mañana inicie el Encuentro
Internacional de Mujeres que Luchan.
CIMACFoto: Anayeli García Martínez
Por: Anayeli García Martínez, Sonia Gerth y Hazel Zamora Mendieta
Cimacnoticias | Ciudad de México.-