Enrique Calderón Alzati
En la semana pasada
tuve la oportunidad de asistir a una reunión en la que un grupo de
maestros de la Escuela Normal de Puebla, describió un método orientado a
lograr que niños con deficiencias auditivas pudiesen hablar y
comunicarse en el lenguaje español gracias a la utilización de aparatos
auditivos complementados con una metodología orientada a recuperar su
capacidad de comunicación con otros seres humanos utilizando algún
lenguaje natural, percatándome de la importancia que tiene esta
metodología en la solución de uno de los problemas más serios que
enfrenta la educación actualmente. Es probable que para los padres cuyos
hijos no tienen afortunadamente ninguna discapacidad, les cueste
trabajo comprender las dimensiones del problema, ello explica por qué la
sociedad mexicana le dio tan poca importancia a la decisión
gubernamental de desaparecer las escuelas de educación especial, así
como los programas de preparación de los maestros que debían laborar en
ese tipo de escuelas.
¿Qué sucede a los niños que no escuchan, o que presentan problemas
con la vista al ingresar al sistema educativo? En algunos casos, en los
que la familia cuenta con recursos económicos, el problema es resuelto
desde los primeros años, de manera que la mayor parte de esos niños se
incorporan pronto a las escuelas a las que asiste el resto de los niños y
niñas normales. Pero en los otros casos, los niños que requieren
atención especial no cuentan hoy con esta opción, como consecuencia de
la decisión del gobierno anterior de desaparecer las escuelas de
educación especialcon el argumento de que la totalidad de las escuelas públicas y privadas no debieran ser excluyentes para quienes soliciten su ingreso en ellas. La política establecida, pareciendo tener un respaldo sólido en la misma Constitución de la República, no toma en cuenta que los maestros de educación básica no están preparados para atender a los niños con discapacidades y que requieren atención especial.
Como en la mayor parte del mundo, en nuestro país un porcentaje
significativo, del orden de 10 por ciento o quizás mayor de los niños,
nacen con alguna discapacidad o característica que los hace diferentes a
los demás, siendo los principales problemas el de la sordera total o
parcial, el síndrome de Down, el autismo, las dificultades visuales
incluyendo la ceguera, el hiperactivismo y en algunos casos las fallas
en el funcionamiento del cerebro o del sistema nervioso central, lo que
hace necesaria la presencia y participación de profesionistas preparados
para atenderlos. Tomemos como ejemplo el caso de un niño o de una niña
que por alguna razón nacieron con una deficiencia auditiva grave, a
partir de la cual han sido incapaces de aprender a hablar. En una
escuela para niños normales es difícil que el maestro pueda detectar su
problema, por lo que es posible que los caracterice simplemente como
niños tontos o incapaces de concentrar su atención en el tema que está
enseñando; por lo que lo más que podemos esperar de él es que busque a
los padres y les informe que su hijo o hija se distrae mucho y que no
hace las tareas ni los ejercicios que son realizados en la clase.
¿Pero, qué es lo sucede entonces con estos niños? Si tomamos en
cuenta que para pensar o reflexionar en torno a cualquier tema
utilizamos el lenguaje para hablar con nosotros mismos, podemos concluir
que para estos pequeños, la ausencia del lenguaje se traduce en la
incapacidad para pensar, en tanto el pensamiento se expresa por medio
del lenguaje, habilidad ésta que es característica sólo de la especie
humana; adicionalmente resulta imposible que ellos puedan recordar a
otras personas incluyendo a sus padres, en la medida que no tienen
vocablos como
mamá,
papá, o como los nombres propios de ellos para etiquetarlos y asociarlos a esas palabras, de manera que sólo al verlos nuevamente podrán reconocerlos, lo cual nos indica que estos niños, al igual que para los animales, el pasado no existe y el futuro tampoco, sólo el presente, de manera que la supuesta justificación de evitar la exclusión, se ha convertido en la mayor de las exclusiones: La que condena a ese conjunto de seres humanos a la mayor exclusión posible como si fuese un casigo, al limitarles su vida futura a la condición de vivir ajenos al conocimiento y a la mayor parte de las experiencias propias de los seres humanos, las cuales son adquiridas por medio del lenguaje.
Una de las habilidades más importantes que lo maestros de las
escuelas de educación especial podían lograr eran el aprendizaje del
lenguaje mediante señas realizadas con las manos, que entre muchas otras
posibilidades permite también en un tiempo posterior, el dominio de la
lectura y del lenguaje escrito. Actualmente los avances tecnológicos
están abriendo otras posibilidades, incluyendo el desarrollo de aparatos
que permiten eliminar la sordera y lograr que los niños incapaces de
oír sonido alguno puedan escuchar las palabras y llegar a lograr el
dominio del lenguaje con el apoyo de los maestros especializados, con
los que sí contaban las escuelas de educación especial.
Pero este es sólo un ejemplo de algunos de los niños que requieren de
la educación especial y de los docentes que pueden y debieran seguir
siendo preparados en las escuelas normales de maestros, así como en las
universidades pedagógicas; existen otros niños que requieren también de
otras estrategias y métodos que permitan integrarlos al sistema
educativo, como es el caso de los niños que carecen de capacidad visual o
que presentan el síndrome de Down, asegurando la posibilidad de
integrarse a este importante Sistema de Educación Especial y cumplir con
ello el mandato constitucional de ofrecer a todos los niños y adultos
la educación necesaria para su desarrollo como seres humanos. Las
escuelas de educación especial debieran volver a funcionar para enmendar
el error cometido por la pasada administración.
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