Arnoldo Kraus
Entubar el agua no fue en detrimento de la especie humana: salvó vidas. El papel no mermó la memoria: ofreció nuevas oportunidades para difundir ideas y compartirlas con seres lejanos. Lo mismo sucedió con lápices y plumas: capturaron ideas que de otra forma se hubiesen perdido y permitieron difundirlas. La televisión no vació las salas de teatro: devino nuevas posibilidades e incrementó la posibilidad de gozar obras de teatro de países lejanos. La radio no sustituyó el diálogo ni borró a los seres cercanos: democratizó la comunicación e invitó a amigos y familia a comentar. El teléfono acercó a las familias y no enmudeció a los amigos o familiares. El cine no sustituyó a los medios de comunicación: permitió crear obras con recursos diferentes; las matinés dominicales de antaño —¿siguen vivas?— acercaban a la familia. Las maravillas previas mejoraron a nuestra especie.
La tecnología, “buena y mala”, necesaria y prescindible, útil y opresora, rentable para unos, inasequible para otros, ofrece y quita. Desde hace algunas décadas el ser humano se ha tecnificado. Dicha tecnificación es imparable: su reproducción es geométrica. El meollo es utilizarla en forma adecuada, explotarla y crearla acorde a la razón.
Nuestra especie pierde cuando se convierte en rehén de las maquinas y es ésta, y su aparatología, la que dicta y ordena. Los logros enunciados en el primer párrafo, algunos dependientes de la tecnología, no nos aparatizaron, al contrario, nos fortalecieron. Desde hace algunos años las personas se rinden ante su majestad la tecnología. Vivimos el inicio de la Era Robot. La cuestión, hoy apropiada, quizás en el futuro absurda, es, ¿qué tanto se robotizará nuestra especie y cómo será el ser humano en dos o tres décadas?
La Era Robot es imparable. La inteligencia humana es ilimitada. Crece sin cesar y no siempre lo hace en forma adecuada: bombas atómicas, contaminación ambiental —vivimos el Antropoceno—, vertederos de basura no reciclable en naciones pobres provenientes de países ricos, mares anegados de plásticos, desaparición de especies vegetales y animales. Los expertos en cambio climático advierten de los peligros que se ciernen sobre la Tierra. Parecería que la humanidad, y sobre todo la ralea política que dirige el destino de la Tierra prosiguen su camino instalados en las necesidades del presente y obviando el futuro. Las modificaciones negativas debido al mal uso de la tecnología son evidentes. Ahora debemos agregar otra preocupación: el papel que jugarán los robots en la sociedad humana.
A los robots que atienden al cliente en algunos hoteles de Japón, o las camaristas robots que se encargan de la limpieza en diversos sitios, se agregan robots que tienen la capacidad de debatir con seres humanos. En febrero, en San Francisco, se llevó a cabo un debate entre Proyecto Debater, una máquina que razona, conversa y bromea con Harish Natarajan, graduado de Oxford y Cambridge y campeón del mundo en debate. “El Estado debe subvencionar la educación preescolar” fue el tema elegido. Proyecto Debater estaba a favor, Natarajan en contra. Natarajan ganó: modificó la opinión del público más que el robot. Sin embargo, cuando se preguntó a la audiencia, “¿quién ha enriquecido más tu conocimiento?, Debater obtuvo el 60% de los votos: la información almacenada —que no conocimiento—, por el robot es ilimitada. Su base de datos incluye 10 mil millones de frases y 400 millones de artículos —New York Times almacena 15 millones y Wikipedia, en todas las lenguas, 40 millones—. Conforme se perfeccionen los cables de Debater, sucederá lo mismo que con otras máquinas de ajedrez o el juego chino Go: triunfará sobre el ser humano.
La inteligencia artificial mejorará los nuevos Debaters: contarán con más elementos, serán más precisos y quizás resolverán problemas humanos creados por humanos. En algunos años atestiguaremos conversaciones sólo entre robots y probablemente nos ceñiremos a sus conclusiones. Quizás habrá robots y robotas amantes: prietos, güeras, negros, albinas. Y, es probable que los humanos tengan que mediar cuando los Debaters se peleen entre sí.
Quienes defienden la robótica aseguran que sus robots no son competencia, sino armas para fomentar la educación: ¿será cierto? Esa cuestión se acompaña de otras más ríspidas: Los robots, ¿serán morales? Convertirnos en rehenes de la tecnología es el futuro: ¿cómo será el ser humano? ¿Escribirán poemas en papeles usados como lo hacía Miguel Hernández cuando estaba en la cárcel? Mientras escribo, le saco punta a mi lápiz y pienso, ¿se construirán cárceles para robots?
Arnaldo Kraus
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