La Jornada
La captura de Julian Assange
en la embajada de Ecuador en Londres, donde permaneció refugiado durante
casi siete años, es el inicio de un nuevo capítulo en la ominosa
historia de las persecuciones sufridas por el informador australiano y
su organización, Wikileaks. En esa historia, que es uno de los
más flagrantes atropellos contemporáneos a la libertad de expresión y
los derechos de asilo y a la información, se han involucrado cuatro
gobiernos que se dicen democráticos y respetuosos de la legalidad
internacional: Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia y Ecuador.
Formalmente el acoso judicial en contra de Assange se inició a
mediados de 2010, en Suecia, cuando dos mujeres lo denunciaron por
supuestas agresiones sexuales. Las acusaciones eran tan poco verosímiles
que la policía de ese país, donde se encontraba temporalmente, no
encontró motivos para citarlo y mucho menos para retenerlo, por lo que
viajó a Londres.
Estando en esa ciudad una fiscal sueca lo requirió para interrogarlo,
petición que Assange resistió legalmente, por lo que fue encarcelado y
posteriormente colocado en libertad condicional a la espera de que se
resolviera en tribunales la demanda sueca. El acusado alegaba que el
señalamiento en su contra –que ni siquiera llegó a ser una imputación
formal– era un ardid para llevarlo a Suecia y de allí a Estados Unidos,
por lo que cuando Reino Unido aceptó el pedido sueco de presentación,
optó por refugiarse en la embajada ecuatoriana, donde permaneció hasta
el momento en que fue capturado.
Pero los motivos reales de la persecución sueco-británico-estadunidense en contra del fundador de Wikileaks
eran otros y fueron evidentes desde un principio: en 2010 esa
organización divulgó materiales informativos confidenciales de Estados
Unidos que evidenciaban los numerosos crímenes de lesa humanidad
perpetrados por ese país en Afganistán e Irak, lo que causó un severo
daño a la imagen de Washington en el mundo.
Unos meses más tarde, Wikileaks dio a conocer un enorme
conjunto de reportes diplomáticos confidenciales recabados por distintas
legaciones estadunidenses en diversos países y enviados al Departamento
de Estado, lo que detonó un escándalo con ramificaciones en muchas
naciones. Esos documentos permitieron a la opinión pública mundial
conocer la pasmosa injerencia de la superpotencia en otros gobiernos,
innumerables actos de corrupción y abyección y, en el caso de México, el
servilismo y la obsecuencia de la casi totalidad de la clase política
nacional –empezando por el Ejecutivo federal, encabezado en aquella
época por Felipe Calderón– ante el poder estadunidense. En los años
siguientes, a pesar de que Assange se encontraba en un estado de virtual
reclusión en la sede diplomática ecuatoriana en Londres, su
organización ha seguido divulgando hechos que los poderes políticos,
económicos y mediáticos de muchos países querrían conservar secretos.
Esa tarea, sumada a las formas de socialización de la información, ha
alterado profundamente la relación entre gobiernos y sociedades.
Así pues, hoy resulta inocultable que el cerco judicial en contra de
Assange –al igual que la persecución de los estadunidenses Chelsea
Manning, ex soldado que entregó a Wikileaks parte de la
información divulgada, y Edward Snowden, ex analista de inteligencia–
constituye una ofensiva en contra de la libertad de expresión y el
derecho a la información. En el caso del australiano, al entregarlo a la
policía británica, el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, ha
atropellado adicionalmente el derecho de asilo y las leyes de su país.
Este indignante episodio, que tiene como telón de fondo el avance
mundial de las derechas y las ultraderechas, sienta un pavoroso
precedente para cualquier periodista que revele aspectos impresentables
del gobierno estadunidense. Debe verse, en consecuencia, como un
gravísimo atropello a los derechos humanos y como un ataque concertado
por varias naciones en contra de la verdad. Es, en suma, un episodio
nefasto para la libre información, el ejercicio del periodismo y la
vigencia de la ley y de la democracia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario