Hacia la República
Alfred Bosch Pascual*
Hace unos días, el ministro de Asuntos Exteriores español, Josep Borrell, aseguró que el colonialismo de las Américas se construyó a partir de una
leyenda negray con base en fake news, y llegó a calificar la conquista de
guerra civil entre indígenas. Según Borrell, el proceso de colonización fue positivo en tanto que
permitió crear sociedades mestizas.
El ministro español debería acudir, por ejemplo, a fray Bartolomé de
las Casas cuando relataba en relación con la matanza del Templo Mayor:
Y comienzan con las espadas desnudas a abrir aquellos cuerpos desnudos y delicados y a derramar aquella generosa sangre, que uno no dejaron a vida. Los conquistadores, después de autorizar una festividad religiosa mexica en Tenochtitlán, cerraron las salidas del Templo Mayor causando la muerte de un número indeterminado de indígenas.
El genocidio contra las poblaciones aborígenes de las Américas fue,
seguramente, la mayor atrocidad de la historia en términos demográficos.
Asumiendo las estimaciones más conservadoras sobre la población
anterior a la colonización, se puede afirmar que más de 80 por ciento de
los indígenas murieron como consecuencia de la violencia de los
colonizadores o de las enfermedades que introdujeron, como viruela,
sarampión o cólera.
Para algunos sectores del nacionalismo español, incluido el gobierno
socialista del que forma parte el señor Borrell, mostrarse crítico con
las hazañas hispanas es sinónimo de ser mal patriota. Así, se ha
pretendido históricamente defender un relato según el cual los
aborígenes ganaron mucho con la presencia hispana, minimizando así el
genocidio que se cometió en las Américas con el proceso de colonización.
Es evidente que tenemos una factura pendiente con los descendientes
de las poblaciones aborígenes. La carta del presidente Andrés Manuel
López Obrador suponía una oportunidad para reabrir un debate necesario
que el gobierno español no quiso aprovechar, haciendo gala de una
mentalidad supremacista y profundamente inquietante.
En Cataluña, la propuesta del presidente de México se recibió de
forma muy distinta. Hace unos días, el Parlamento de Cataluña aprobó
ofrecer disculpas formales y condenar el colonialismo y el esclavismo en
las Américas, así como
asumir las responsabilidades moralesderivadas. Sería ingenuo tratar de derivar a la corona de Castilla la parte de responsabilidad que afecta a Cataluña, porque debemos admitir que los catalanes no estuvieron en absoluto alejados de los abusos cometidos o amparados contra las poblaciones indígenas. De hecho, uno de los capitanes de la conquista de México fue el catalán Joan de Grau i Ribó, con lo cual la vinculación es evidente.
El nivel democrático de una sociedad se mide, entre otros aspectos,
por la capacidad de analizar su pasado. En 2008, Canadá y Australia se
disculparon por los abusos cometidos contra las poblaciones aborígenes.
También lo hizo Italia ante Libia por el periodo colonial de la primera
mitad del siglo XX. En 2013, Holanda se disculpó oficialmente por las
ejecuciones en Indonesia durante la descolonización de la década de los
40. ¿Por qué resulta imposible para España?
Pasar cuentas con el pasado es un signo de madurez democrática,
permite mirarse al espejo y tomar conciencia de los errores y horrores
cometidos en el pasado. Para el ministro Borrell resulta
extemporáneoy fuera de lugar; quizá debería acudir a Rigoberta Menchú cuando aseguraba que el desprecio y la explotación de los pueblos indígenas americanos no es nada
del pasado, sino algo presente y silenciado a menudo.
Cataluña ha empezado a hacer este ejercicio de reparación y enmienda,
pues el país que queremos no puede construirse a partir de posiciones
de superioridad ni de la explotación de otros pueblos. Cataluña no es
menos que ninguna otra nación, pero tampoco más. Así pues, la revisión
crítica de nuestro pasado nos ayuda a ser un país mejor. La capacidad de
asumir nuestros propios errores, por lejanos que sean, nos permite
enfocar el futuro de una forma distinta. Hagámoslo.
* Ministro de Acción Exterior del gobierno de Cataluña.
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