Francisco López Bárcenas
La Jornada
Más allá de si estuvo bien
o mal que el Presidente de la República Mexicana solicitara al rey de
España y al papa Francisco pedir perdón por las atrocidades que sus
antecesores cometieron o permitieron que se cometieran hace 500 años
contra los pueblos indígenas por los invasores europeos a las tierras
del Anáhuac, y también más allá de si las brindarán, lo que importa es
el efecto que ese perdón podría tener para el futuro de los afectados,
lo cual implicaría que el perdón viniera acompañado de medidas eficaces
para combatir las secuelas de las atrocidades por las que se extiende el
perdón. Otra condición necesaria para que el perdón solicitado tuviera
algún efecto en la vida de los agraviados es conocer cuál es su
situación actual y qué relación guarda con aquellos hechos.
Para entrar a este asunto habrá que recordar que la colonización del
Anáhuac por España no fue sólo el sometimiento militar de un pueblo por
otro para ponerlo a su servicio, también fue un proceso mediante el cual
se truncó la vida cultural de muchos pueblos, sus conocimientos y
formas de producirlo, que en muchos aspectos eran más avanzados que los
de los conquistadores; se atacó su vida cultural, sus religiones y sus
formas de organización, y se les impuso la de los colonizadores, como
una manera también de mantener el dominio. Esto llevó a Guillermo Bonfil
Batalla a afirmar que el indio o indígena fue una invención de los
colonizadores mediante la cual inferiorizaron a los habitantes
originarios del Anáhuac para justificar su sometimiento.
Cuando se dio la Independencia y comenzó a formarse el Estado
mexicano, los pueblos sufrieron otra conquista, más profunda que la
ejercida por los españoles. Ahora los colonizadores eran los criollos,
pasamos del dominio de un pueblo sobre otro al dominio de una clase
sobre otra, con características muy específicas: las clases sociales se
integraban por etnias que pertenecían al mismo Estado. Este fenómeno dio
origen a lo que se conoce como colonialismo interno y de él han dado
cuenta científicos sociales como Pablo González Casanova, Rodolfo
Stavenhagen, Guillermo Bonfil Batalla y Luis Villoro. Para ellos y otros
que como ellos sostienen la tesis del colonialismo interno la situación
de exclusión y discriminación que los pueblos padecen no se debe a que
sean indígenas, sino a que los criollos han establecido relaciones de
dominación, coloniales con ellos.
Las relaciones coloniales se han profundizado con la adopción de las
políticas neoliberales como forma de desarrollo de nuestro país. Esto es
así porque, como cuando fuimos colonia española (1521-1821) el modelo
extractivista es el predominante y los recursos codiciados por los
nuevos colonizadores se encuentran en los territorios indígenas. Si en
aquellos tiempos les interesaban el oro y la plata, ahora, además de
ello les interesan la biodiversidad, el agua y los conocimientos de los
pueblos sobre ellos. El saqueo ha sido brutal. El Inegi ha informado que
en la década que va de 2000 a 2010 se sacó del país muchísimo más
mineral que en los 300 años de colonización española y abundan los
proyectos de biopiratería para apoderarse de los recursos biológicos.
Para los pueblos indígenas esto representa el cuarto ciclo de la
colonización indígena.
Como puede verse, la situación colonial en que los pueblos indígenas
de México viven actualmente no proviene sólo de España ni se resuelve
con perdones por hechos pasados. Lo que los pueblos indígenas demandan
es que los herederos de aquellos colonizadores, es decir, los dueños de
las empresas trasnacionales que andan por todo el país ávidas de hacerse
con sus recursos naturales, así como sus aliados nacionales, dejen de
hacerlo. Para esto se necesita reconocer a los indígenas como pueblos
con derechos colectivos plenos, entre ellos, el territorio y el acceso
preferente a los recursos naturales existentes en ellos para que puedan
usarlos, administrarlos y beneficiarse con ellos. Y para que esto sea
posible es necesario desmontar toda la institucionalidad del
neoliberalismo, no sólo declararlo desaparecido. En pocas palabras,
crear condiciones para que las culturas indígenas puedan volver a
florecer con todo su esplendor. Y esa es una responsabilidad del
gobierno que solicita el perdón.
Esto es lo que los pueblos necesitan y no sólo que les pidan perdón
por hechos pasados que todavía afectan su vida. Por eso luchan. Para
dejar de ser colonias y lograr su emancipación.
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