Ana María Aragonés
El presidente Donald Trump, envalentonado
con el resultado de la investigación que llevó a cabo el fiscal
especial Robert Mueller y que prácticamente lo exonera de haberse ligado
con los rusos para obtener beneficios en la elección presidencial,
utiliza lo que considera como un éxito rotundo para encender a sus
seguidores con la mira puesta en la relección. Y para eso refuerza todos
aquellas frases que generan una reacción casi histérica en sus
seguidores, es decir, el peligro que vive Estados Unidos ante una
supuesta
invasión de migrantesque violan su seguridad nacional y por eso requiere con urgencia la construcción de un muro. La estrategia es poner al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en un supuesto aprieto al afirmar que no hace nada para detenerlos y, por lo tanto, se va a ver en la necesidad de
cerrar la maldita frontera. De esta forma pasa el problema a México.
Dan ganas de responder con las mismas bravatas, pero por el
contrario, se requiere poner en evidencia la realidad de la situación en
la que México está envuelto.
En primer lugar el problema es de Estados Unidos, pues los migrantes
que pasan por México lo que quieren es llegar al país del norte. Y la
política del nuevo gobierno mexicano, autónoma y soberana, es de otorgar
visas para que cualquier migrante pueda transitar por el país con un
documento. Por lo tanto, si quieren pasar la frontera no es problema de
México, si acaso es responsabilidad de la persona y de las disposiciones
que tenga el vecino, que por cierto son violatorias de todos los
convenios internacionales, militarizando la frontera, aumentando el
número de integrantes de la Patrulla Fronteriza, que hasta disparan
gases lacrimógenos sin importar si hay niños, mujeres embarazadas,
etcétera, todo para detener a una población que se encuentra en
gravísimos problemas y que requiere refugio y asilo al que ningún país
debe negarse. Precisamente por eso quien es responsable es Estados
Unido, no México.
Lo que sí le corresponde a México es hacer frente al problema de la
mejor forma posible, es decir, al poner por delante los derechos humanos
y la protección de todos los migrantes que se encuentran en el país,
les otorga visas humanitarias para que puedan transitar en forma
documentada, cambia los centros de detención por albergues y da
alojamiento y comida teniendo especial cuidado con los menores.
Es un hecho que el fenómeno ha desbordado a México, pues no estaba
preparado para incorporar a esta gran cantidad de migrantes. La
estrategia de viajar en caravanas se entiende por el hecho de sentirse
más seguros, pero hasta ahora estaban compuestas por un promedio de mil
500 a 2 mil personas, pero se habla de la formación de una nueva que
podría alcanzar las 20 mil personas. La cancillería hondureña lo ha
negado enfáticamente, por lo que no sería improbable que esos rumores
partieran de sectores interesados en darle herramientas a Donald Trump
para apoyar su política antinmigrante y lograr la construcción del
famoso muro.
Uno de los graves problemas que se presentan en situaciones como
esta, es decir, con el refuerzo de las fronteras y por lo tanto
dificultar el paso de los migrantes, es la proliferación de una
industria de coyotes y polleros. Se extendieron con
enorme fuerza desde la firma del TLCAN y la puesta en marcha de un
conjunto de programas fronterizos aplicados por William Clinton para
impedir su paso y que los obligó a buscar pasos mucho más riesgosos y en
muchas ocasiones a recurrir a los coyotes. Una política
totalmente inadecuada y razón por la que la migración de tipo circular,
que se había desarrollado hasta ese momento, se convirtió en una
migración permanente de indocumentados en el país vecino a pesar de las
enormes dificultades y tragedias en la travesía y los costos cada vez
más altos que cobran los tratantes de personas.
No sería extraño que pasara lo mismo ahora: tratantes de personas, polleros, coyotes,
supuestos líderes que no son tales sino delincuentes que engañan a los
migrantes haciéndoles creer que por una cantidad determinada, que es
cada vez más alta –entre 2 mil y 6 mil dólares por persona, y algunos
señalan que alcanza hasta los 10 mil–, pueden pasarlos del otro lado.
Es un negocio infame y campo de enorme preocupación para el gobierno
mexicano, por lo que hay que buscar nuevas formas que hagan inútiles a
estos delincuentes. Una propuesta es que las embajadas y consulados
mexicanos que se encuentran en los países de origen de los migrantes
otorguen las visas, ya sea humanitarias o de trabajo a aquellos que
pretendan ingresar al país, indiquen con toda claridad que es la única
forma posible de entrar o de lo contrario serán deportados.
A grandes males, grandes remedios.
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