Enrique Dussel
Deseamos reflexionar sobre
un tema de actualidad en un partido político mayoritario en México, sin
pretender dictar cátedra sino sugerir humildemente algunas reflexiones
que tienen sólo pretensión de verdad (la verdad se alcanza
posteriormente cuando hay consenso en la comunidad a través de
argumentos racionales).
Pareciera que la encuesta es una metodología que surge para evaluar
la opinión o tendencia del mercado, por medio de la cual la
mercadotecnia puede manejar la intención de compra de una comunidad
(encuesta que en realidad se dirige a las preferencias de individuos que
tienen ciertas inclinaciones como posible comprador, y no meramente
necesidades, ya que el deseo del que no tiene solvencia, es decir
dinero, siendo pobre, se deja fuera de la evaluación). La metodología
puede usarse en política para conocer de antemano tendencias en
elecciones futuras. Pero como tal no es una institución política sino
económica, cuantitativa, con pequeño margen de error si se siguen las
leyes estadísticas. Tiene el inconveniente en su uso político que
coloca, entre la evaluación cuantitativa del ciudadano o elector y el
que recibe el resultado para, por ejemplo, elegir un representante, dos
mediaciones inesperadas. 1, La empresa privada que efectúa la
evaluación, y 2. El manejo que pueden hacer del resultado elites
políticas interesadas, lo que puede producir desconfianza en el
electorado, de las bases del partido político por ejemplo, restándole
legitimidad. Esta cuestión de la legitimi-dad coloca ahora a la encuesta
en el campo político (aunque su origen nacía en el campo económico).
La legitimidad no surge sólo de la mayoría cuantitativa, sino del
estado de la conciencia colectiva que admite como válido lo que es
resultado de la participación (concreta, secreta e individual) de todos
los interesados de la comunidad de manera igualitaria (en cuanto a los
derechos). Si se cumple esa condición la comunidad otorga legitimidad al
acto de elección, por ejemplo, de un representante o autoridad. La
legitimidad es el resultado de la participación empírica de cada
ciudadano (que puede elegir representantes ya que 130 millones de
ciudadanos no pueden reunirse empíricamente para debatir sobre las
resoluciones concretas que deben tomarse) y por ello otorga legitimidad
al representante elegido. Si se interpone un cuerpo extraño no político,
como la empresa encuestadora, comienza a perder fuerza la convicción
subjetiva del elector, porque por ejemplo puede imaginar que la tal
empresa falsifica los resultados según su conveniencia, o siguiendo la
consigna de algunos de los que han decidido cuál empresa efectuará la
evaluación, que puede ser más fácilmente modificada que en el caso de
una elección directa a la vista comprobable de los interesados.
Además, ¿para qué un Congreso Nacional Extraordinario limita su
derecho, como órgano supremo legítimo del partido en cuestión,
entregando ese derecho a una empresa privada encuestadora que opere en
su lugar? ¿Cree acaso que lo hará mejor que el mismo Congreso? Se podría
objetar que el liderazgo de ese partido sugirió la encuesta. Pero es
falso, porque si es verdad que al comienzo lo propuso, en un segundo
momento aclaró que era una
sugerencia, y en uno tercero declaró que por suerte se le probó que no era adecuado. Es decir, retiró la sugerencia. Pero hay ciertos candidatos,
más papistas que el papa, que fundan su empeño en seguir con esa idea obedientes al liderazgo, lo que simplemente es un argumento falaz porque saben que el Congreso no los elegirá. Hay otros que claman la apertura del padrón aceptando a todos los que quieran participar en el partido, sin condiciones previas estrictas que habría que perfeccionar en el estatuto, esas sí, como condición de ser miembros de tal partido.
Hablando entonces de modificar el estatuto para mejorarlo, habría que
pensar ahora que siendo tan importante la presidencia del partido (que
ha sido la causa de la crisis interna durante el último año
transcurrido), el Congreso Nacional Extraordinario debe estipular como
un derecho exclusivo y democrático del mismo Congreso elegir
individualmente a la Presidencia del partido (no dejando dicha elección
ni siquiera en manos del Comité Ejecutivo Nacional), eligiendo
posteriormente a los restantes miembros del indicado Comité.
Es decir y como conclusión. El Congreso Nacional Extraordinario
debería (es una sugerencia para el debate) modificar los estatutos para
elegir directamente a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional. En
segundo lugar, no es necesario adoptar una metodología económica de
encuesta para elegir tan importante función (ni ninguna otra) dentro del
partido. Si se ha usado la encuesta en el pasado, esa metodología
sirvió eventualmente por la premura en la elección de representantes,
numerosísimos, y sólo por ser la primera vez. Desde ahora en adelante no
es necesaria la encuesta. Hay tiempo suficiente para cumplir con los
requisitos democráticos del partido, para dar mayor fuerza, unidad y
conciencia de legitimidad a sus autoridades.
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