Un año de la 4T
Muchos llegaron con cargo al erario; otros, por cuenta propia
▲ Los simpatizantes del presidente Andrés Manuel López Obrador que se
reunieron en el Zócalo manifestaron de muchas formas su aprecio por el
jefe del Ejecutivo.
Dueño de su arena, el presidente Andrés Manuel López Obrador la volvió a hacer ayer domingo.
De todo el país, con cargo al erario o por cuenta propia llegaron los
convencidos: aquellos que reciben programas sociales, los que refrescan
su oportunismo y quienes son seguidores desde hace muchos años y
estarán aquí cuantas veces él se los pida.
Pero también vinieron aquellos que saben de política y lo importante
de un deslinde claro con Estados Unidos y la puntual reivindicación
latinoamericanista de parte del jefe del Ejecutivo. Lo consiguieron, por
eso la ovación.
Y fue muy notoria no obstante otras aclamaciones de la gente en temas
muy puntuales a lo largo del mensaje: combate a la corrupción, caso
Culiacán, justicia para Ayotzinapa, ratificación de la atención a los
pobres como prioridad, así como ese aplauso
fuerteque él mismo pidió para las Fuerzas Armadas.
En suma, estuvieron en el Zócalo sus
ángeles, como los definió el mandatario cuando ya los llevaba durante casi 90 minutos escuchando –en apego a la alegoría– su prédica por el primer aniversario de su arribo al poder.
Eso sí, una corte celestial donde las tres jerarquías de esos seres alados eran fácilmente distinguibles.
Todos, además, bajo el sino de un sol que nada tenía de otoñal y que,
inclemente, probó la capacidad de resistencia de los madrugadores y
aguzó la prudencia sobre todo de las familias que se apersonaron
llevando incluso bebés de meses, y se guarecieron a la sombra de los
edificios del gobierno capitalino.
La logística de los traslados hasta el corazón de la Ciudad de México
tuvo tantas variantes como larga o corta fuera la distancia a recorrer.
Y de grandes contrastes. En la sede de la alcaldía Álvaro Obregón, con
toda parsimonia apenas como a las nueve de la mañana llegaban los
camiones y a la gente no le corría ningún apuro para abordarlos.
A su vez, en Xalapa, Veracruz, decenas de autobuses habían emprendido
el viaje a las 2:30, en un recorrido lento, demorado, con frío.
En esas charlas frecuentes de las mujeres mientras hacen fila para
pasar al tocador, las xalapeñas –trabajadoras de la Secretaría de
Educación– narraban su periplo. De entrada aseguraban haber pagado de su
bolsillo 390 pesos para el alquiler del transporte. Además, decían, en
el camino fueron detenidos constantemente porque
como es ruta de migrantes, a cada rato subían policías a revisar nuestros documentos.
Terciaban entonces unas maestras procedentes de Puebla. Sección 23
del SNTE. Habían venido por la convocatoria de sus líderes. Eran ellas
apenas un atisbo del despliegue de esta organización magisterial para el
Amlofest.
Desperdigados por todo el Zócalo, cientos de maestros mataban el tiempo al animado son de la Sonora Santanera de Carlos Colorado, y traían sus banderines:
El SNTE presente, apoya al Presidente.
Pero como el corazón capitalino nunca duerme, en la madrugada se
instaló un puesto para vender el más reciente libro de López Obrador, Hacia una economía moral. A 200 pesos. Entre las 5:30 y las 11 de la mañana se habían vendido unos ejemplares.
Y como en otras concentraciones de este tipo, sobresalía la
creatividad expresiva de los seguidores del mandatario. Como ese hombre
que portaba ufano su cartel con fotografías y la leyenda en inglés y en
español:
Yo antes era ateo, ¡Ahora creo en AMLO!
Otro más se paseaba por todos lados llevando en alto su proclama:
Bolivia, pueblo hermano. Que la ambición y el poder no sean asesinos de la libertad, la justicia, la verdad y la razón.
Sin embargo, tampoco faltaban los diputados, alcaldes capitalinos y
de otros lados, dispuestos a promoverse, hacerse ver, contonearse entre
sus huestes a buena hora, mientras llegaba el momento de hacer valer
jerarquía y puesto en el área que, guste o no a la nueva clase política,
es llanamente VIP, o sea, hasta adelante.
Los miembros del gabinete, los familiares del mandatario, los
gobernadores de distinto signo político (algunos increpados dura y
públicamente al término del acto) estaban en esa zona donde el principal
invitado especial de López Obrador fue el ex presidente de Uruguay,
José Mujica.
Puntual, López Obrador salió de Palacio Nacional. En su recorrido
hasta el estrado –la gente ya sabe cómo hacerle– se detuvo a recibir
peticiones, documentos, abrazos, bendiciones y el continuo:
no estás solo, no estás solo. Y así sería también a su regreso.
Sin mayor preámbulo se lanzó en un discurso puntual, detallado en
exceso. Y en hora y media transcurrió de la formalidad discursiva a la
improvisación punzante. De reporte de resultados y de proyectos en
curso. De pocas pero filosas referencias a quienes llama sus
adversarios.
Y tampoco hubo manera de no escuchar la unanimidad en la rechifla
cuando mencionó por primera vez el nombre del ex presidente Felipe
Calderón Hinojosa.
Faltaba todavía media hora de mensaje cuando el mandatario aludió a lo asoleada que ya se encontraba la concurrencia.
Pero la gente no se iba del Zócalo. Como hace exactamente un año,
aunque esa vez ya había caído la tarde, ayer volvieron muchos. Los
mismos.
Foto Luis Castillo
Rosa Elvira Vargas
Periódico La Jornada
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