1/25/2020

Oxfam Intermón denuncia que la invisibilidad de los cuidados aumenta las desigualdades



21 de enero de 2020.



Madrid, 21 ene. 20. AmecoPress.- Las mujeres dedican 12.500 horas diarias a trabajos no remunerados de cuidados de niños y niñas, personas ancianas y enfermas, así como tareas domésticas. El valor económico del trabajo de cuidados no remunerado que llevan a cabo en todo el mundo las mujeres de 15 o más años asciende al menos a 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología. Son datos de @OxfamIntermon en su informe ‘Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad’ #TiempoParaElCuidado, que muestra cómo el modelo económico está alimentando la desigualdad. Es un sistema que pivota sobre una contradictoria ecuación: se sostiene porque las mujeres cuidan, pero ellas son precisamente las peor consideradas.
“Si nadie hiciese el trabajo que garantiza la vida, todo el sistema económico mundial colapsaría”, destaca Lara Contreras, responsable de incidencia e investigaciones de Oxfam Intermon. Sin embargo, el 75% de esas labores son realizadas por las mujeres y niñas sin recibir ninguna remuneración a cambio. En España, por ejemplo, esta actividad no remunerada ocupó 130 millones de horas en 2018, lo equivalente a 16 millones de personas trabajando ocho horas al día y a un 14,9% del PIB, según la Organización Internacional del Trabajo. Pero, además, las mujeres constituyen dos terceras partes de la mano de obra que se ocupa del trabajo de cuidado remunerado. Y es, precisamente el sector con más precariedad. De hecho las trabajadoras domésticas son el colectivo laboral más pobre del mundo.
La pobreza se ceba con las mujeres ya que este “modelo económico patriarcal y sexista”, les asigna el rol de los cuidados de manera que esto se convierte en un impedimento para acceder a la educación y para su desarrollo político y personal. “A veces, para poder compaginar el trabajo remunerado con el trabajo doméstico, las mujeres reducen su jornada”, ejemplifica Contreras, “la tasa de parcialidad laboral en mujeres en 2018 fue del 24,6%, mientras que para los hombres era del 6,6%”. Esta desigualdad estructural, se arrastra durante toda la trayectoria vital: el 65 por ciento de personas sin pensión en el mundo son mujeres. Además, tiene como consecuencia que las mujeres siguen sin tener espacio en la toma de decisiones. “La pesada y desigual responsabilidad del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres perpetúa tanto las desigualdades económicas como la desigualdad de género”, concluye.

Los 22 hombres más ricos del mundo gozan de más dinero que todas las mujeres de África

Una desigualdad que “está fuera de control”, advierte el informe ‘Tiempo para el cuidado’, nada más empezar. En 2019, los 2153 milmillonarios que hay en el mundo poseían más riqueza que 4600 millones de personas. Los 22 hombres más ricos del mundo gozan de más dinero que todas las mujeres de África. El 1% más rico de la población ostenta más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas. Esta enorme brecha es consecuencia de un sistema económico fallido y sexista que valora más la riqueza de una élite privilegiada, en su mayoría hombres, que los miles de millones de horas del esencial trabajo de cuidados no remunerado o mal remunerado que llevan a cabo fundamentalmente mujeres y niñas en todo el mundo.
Pero además, la situación tiende a agravarse. Si no se adoptan medidas firmes, la desigualdad se agrandará mucho más. El envejecimiento demográfico, los recortes en el gasto público y el cambio climático amenazan, no solo con agravar la desigualdad económica y de género, sino con acentuar la crisis que afecta al trabajo de cuidados y a las personas que los proveen. “La élite rica y poderosa podrá utilizar su dinero para librarse de las consecuencias de esta crisis, pero las personas en situación de pobreza y privadas de poder no tendrán esa oportunidad”, explica Lara Contreras.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que, en 2050, habrá 100 millones más de personas mayores y 100 millones más de niñas y niños de entre 6 y 14 años que necesitarán atención y cuidados. A medida que envejezcan, las personas mayores necesitarán una atención más intensiva y a largo plazo de unos sistemas de salud que no están preparados para ello. Se calcula que, en 2025, hasta 2400 millones de personas vivirán en zonas donde no habrá agua suficiente, de manera que las mujeres y las niñas se verán obligadas a recorrer mayores distancias para encontrarla. Asimismo, el cambio climático reducirá la producción de alimentos y aumentará la incidencia de enfermedades, lo cual incrementará el estrés y las exigencias de tiempo que sufren mujeres y niñas, ya que se espera de ellas que hagan el trabajo adicional necesario para adaptarse a esta nueva situación.

En la radical importancia de los cuidados se encuentra también la posibilidad de generar soluciones

El modelo económico “capitalista y patriarcal” en el que vivimos se articula según una ética y una visión en la que “el trabajo de cuidados no remunerado o mal remunerado es prácticamente invisible”. Esto perpetúa un círculo vicioso de desigualdad económica y de género que a su vez cronifica la situación actual. “El trabajo de cuidados está profundamente infravalorado, y tanto los Gobiernos como las empresas dan por sentado que se va a hacer”, explica Lara Contreras. “De hecho, no suele considerarse un trabajo como tal, y los recursos dedicados a realizarlo suelen contabilizarse como un gasto y no como una inversión, de manera que su aportación resulta invisible a la hora de medir el progreso económico y establecer las agendas políticas”.
Pero en esta radical importancia de los cuidados se encuentra también la posibilidad de generar soluciones. “Los Gobiernos de todo el mundo no solo pueden, sino que deben construir una economía más humana y feminista, que beneficie al 99% de la población, y no solo al 1%”, expone el informe. Lara Contreras resume algunas propuestas: Primero, “reconocer el trabajo de los cuidados”; en segundo lugar, “dar voz a las mujeres”; es necesaria también “una corresponsabilidad que involucre a expresas y a los estados”, que deben garantizar la adopción de políticas jurídicas, económicas y laborales que protejan los derechos de todas las personas que llevan a cabo el trabajo de cuidados sin remunerar y remunerado, tanto en el sector formal como en el informal, así como vigilar la aplicación de dichas políticas.
“Sólo con una subida de un 0,5% en el tipo de impuesto que grava el patrimonio del 1% más rico del mundo, se podría recaudar fondos para crear más de 117 millones de puestos de trabajo en sectores como la educación, la salud y la asistencia a las personas mayores, acabando así con los déficits de cuidados en estos ámbitos”, expone la ONG en su informe.
La apuesta tiene que ver con un enfoque integral. Oxfam propone la adopción de medidas para contribuir a garantizar los derechos de las personas que asumen el trabajo de cuidados, así como para empezar a cerrar la brecha entre las trabajadoras de cuidados no remuneradas o mal remuneradas y la élite rica, que es quien más se aprovecha de su trabajo.

El colectivo de trabajadoras del hogar y cuidados

El caso del colectivo de las trabajadoras domésticas es paradigmático. Son las peor pagadas. En España, el nuevo Gobierno se ha comprometido a ratificar el Convenio 189 OIT. No es la primera vez que se anuncia y desde luego hay que reclamarlo. Pero las mismas organizaciones de trabajadoras domésticas destacan que la mejora en sus condiciones laborales tiene que ir acompañada de otro tipo de políticas públicas porque si el peso de los costes que implican esas mejoras sigue recayendo en las familias –en las mujeres- la situación puede resultar asfixiante. “Desde luego que este sector necesita equiparar sus derechos laborales al resto de las personas trabajadoras –prestación por desempleo, bajas de maternidad, jubilación-, pero ha de hacerse cargo el Estado, como sucede en Francia, por ejemplo”, explica la responsable de Oxfam.

Algunos testimonios

El informe recoge varios testimonios de mujeres de todo el mundo que reflejan las enormes desigualdades existentes y que ejemplifican el aporte que hacen a la sociedad, un aporte que queda invisibilizado en el entramado de un sistema que alimenta una carrera sin fin por la acumulación de riqueza, en lugar de valorar lo que realmente importa, la vida, el postulado fundamental sobre el que construir una economía más humana y feminista.
Buchhu Devi se levanta cada día a las 03:00 de la mañana para cocinar, limpiar, y preparar el desayuno y el almuerzo para su familia. Hay un pozo cerca de su casa, pero como pertenece a la casta más baja (Dalit) no puede utilizarlo y se ve obligada a recorrer 3 km para recoger agua, tres veces al día. Cuenta que trabaja en las obras de construcción de una carretera desde las 08:00 hasta las 17:00, y después todavía tiene que realizar sus tareas domésticas vespertinas, como ir a buscar agua y leña, lavar, cocinar, limpiar la casa, y ayudar a sus hijos e hijas con los deberes. Su jornada termina a medianoche. Si no recoge la leña, la familia no puede comer, y su marido la golpea por ello. “No tengo tiempo” dice, “ni siquiera para morirme, porque estarían condenados... ¿Quién cuidará de ellos y traerá dinero a la familia cuando yo no esté?”
Regina (nombre ficticio) fue víctima de trata para trabajar en la casa de un hombre rico en el Reino Unido. Regina explicó que, una vez en Londres, sus empleadores la obligaban a trabajar todos los días desde las 06:00 hasta las 23:00 en su elegante apartamento del centro de Londres. No recibió remuneración alguna durante todo el tiempo que estuvo allí, ni tampoco tenía permiso para ponerse en contacto con su familia o hablar con cualquier persona ajena a la casa de sus empleadores. Dormía en la lavandería y se alimentaba con las sobras de la comida. Le quitaron el pasaporte, y cuenta que sus empleadores solían abusar de ella física y verbalmente, llamándola “estúpida” e “inútil”.
Foto: archivo AmecoPress, cedidas por Oxfam, como parte del informe

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