Leonardo García Tsao
▲ Sam Mendes dirige a los actores de 1917.Foto Ap
Son relativamente pocas las
películas situadas en la Primera Guerra Mundial, en comparación,
digamos, con las de la segunda. La razón es muy simple. La primera
guerra no tuvo nada de glorioso y se peleó en kilómetros de trincheras
lodosas, donde se avanzaba unos metros sólo para retroceder otros
tantos. Fue una guerra de desgaste y claustrofobia en la que sólo los
combates aéreos tuvieron algo de vistoso.
Por eso, el cine suele elegir dicha guerra para sus discursos antibélicos, sobre todo, con ejemplos tan tempranos com o J’accuse, del francés Abel Gance, filmada apenas un año después de terminado el conflicto. Después ha habido ejemplos tan notables como Patrulla infernal (Stanley Kubrick, 1957) o El asalto final (Francesco Rosi, 1970), ambos amargos testimonios sobre la crueldad de la guerra.
Sirva ese preámbulo para hablar de la singularidad de 1917, la más reciente realización del británico Sam Mendes. Construida sobre una premisa muy simple (que algo le debe a Gallipoli, 1981,
de Peter Weir) –dos soldados ingleses son encomendados con la misión de
alertar a un distante regimiento sobre un inminente ataque sorpresa de
los alemanes–, la película es una aventura bélica que en mucho se parece
a un videojuego, porque está filmada en lo que aparenta ser una sola
toma continua.
A diferencia de los ejemplos citados, 1917 sólo recorre las
trincheras acostumbradas en su inicio. Después recorre diferentes
paisajes –la mayoría abiertos– donde los soldados enfrentarán diferentes
peligros: túneles enemigos minados, un avión alemán derribado, ruinas
de edificios incendiados que ocultan a tiradores alemanes, un río que se
convierte en cascada, etcétera. O sea, capítulos separados, como etapas
de un videojuego, precisamente, en que se avanza hacia un objetivo.
Por un lado, la experiencia es inmersiva, pero al mismo tiempo
distante. La proeza técnica no está en discusión. Mendes y su virtuoso
cinefotógrafo Roger Deakins han creado una impresionante coreografía
visual para mantener la impresión de un solo plano-secuencia. Momentos
como aquél en que el soldado sobreviviente (George MacKay) corre a campo
traviesa en medio de un ataque multitudinario, entre explosiones y
tiros, sorprende por su perfección al grado en que uno se pregunta qué
tanto hubo truco digital.
Ese es el problema de la película. Uno se la pasa concentrado en la
técnica y no en el drama de los personajes. ¿Y dónde quedó el discurso
antibélico? Pues ahí escondido entre la escenografía. En el desempeño de
su misión, los soldados se encuentran con incontables cadáveres
podridos que ya se han integrado al paisaje. Mendes también utiliza la
violencia con discreción en un tratamiento casi antiséptico de la
guerra.
En ese sentido, 1917 es la propuesta perfecta para recibir
premios. No molesta ni incomoda a nadie. Su discurso es noble. Y está
filmada de manera impecable. Esperen su triunfo en la próxima entrega
del Óscar.
1917
D: Sam Mendes/ G: Sam Mendes, Kristy Wilson-Cairns/ F.en
C: Roger Deakins/ M: Thomas Newman/ Ed: Lee Smith/ Con: Dean-Charles
Chapman, George MacKay, Colin Firth, Benedict Cumberbatch/ P: Amblin
Partners, Dreamworks, Neal Street Productions, New Republic Pictures.
Reino Unido-EU, 2019.
Twitter: @walyder
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