Los coordinadores de
todas las bancadas de los partidos en el Senado de la República
anunciaron que buscarían aprobar, por unanimidad, los dictámenes de las
llamadas leyes reglamentarias del Tratado de Libre Comercio entre
México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) –que en su mayoría consisten en
reformas a legislaciones ya existentes–, cuya entrada en vigor está
programada para mañana. Horas más tarde votaron en favor de las reformas
a las leyes Federal de Protección a la Propiedad Industrial y la de
Derechos de Autor, así como al Código Penal federal.
El paquete legislativo consiste además en reformas y adiciones a la
Ley Aduanera y en las de Impuestos Generales de Importación y
Exportación y de Infraestructura de Calidad, así como en un acuerdo de
cooperación ambiental entre los tres países firmantes del T-MEC.
Es, sin duda, saludable y reconfortante que en una legislatura
particularmente polarizada, como es la 64, se haya logrado un espíri-tu
de colaboración, cuando menos en el aspecto crucial de la nueva
regulación de las relaciones comerciales entre México y sus socios de
Estados Unidos, y cabe esperar que el proceso legislativo en el actual
periodo extraordinario de sesiones resulte fluido y fructífero. Es
pertinente, además, combatir el floreciente negocio de la piratería en
los ámbitos musical, editorial, cinematográfico y televisivo, y resulta
claro que el marco legal para ello requiere de adecuaciones con el fin
de adaptarlo a las transformaciones tecnológicas ocurridas en décadas
recientes.
Cabe saludar, además, que no se hayan soslayado las preocupaciones
expresadas por diversos sectores en torno a las modificaciones a la Ley
Federal de Protección Industrial, sobre todo en lo que se refiere a los
medicamentos. Un aspecto por demás inquietante era el plazo adicional de
explotación comercial exclusiva, de tres a ocho años, para los
propietarios intelectuales de fórmulas. Además, en ese tiempo los dueños
de la patente serían los únicos que podrían obtener los registros
sanitarios correspondientes.
Esta concesión excesiva a las grandes empresas farmacéuticas no sólo
habría asfixiado o acotado con severidad la producción legal de
productos genéricos sino que, más grave aún, se habría traducido de
manera inevitable en una afectación a millones de personas para las
cuales los fármacos de marca resultan prohibitivos. Asimismo, se habría
creado un grave problema presupuestal para las instituciones del sector
salud, las cuales no podrían adquirir la cantidad de medicinas que
requiere la atención al grueso de la población, en especial en lo que se
refiere a enfermedades crónicas, degenerativas y autoinmunes.
Sin desconocer la legitimidad de la búsqueda y preservación de
utilidades por parte de los emporios farmacológicos que operan en el
país, es necesario recordar que casi todos ellos son trasnacionales y
tienen mercados primarios en entornos socioeconómicos mucho más
favorecidos que el nuestro –Suiza, Alemania, Estados Unidos y Francia,
entre otros– en los que el poder de compra de los consumidores es
notoriamente superior al de los mexicanos.
Con la eliminación de la llamada
cláusula Bolardel plazo adicional de entre tres y ocho años de explotación exclusiva tras el vencimiento de las patentes, laboratorios peque-ños podrán producir y comercializar genéricos desde el momento en que concluya la exclusividad.
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