Por:
Hernán Gomez Bruera
La comentocracia identifica de manera simplista dos versiones de la 4T: los “moderados”, por un lado, y los “radicales”, por el otro. Los primeros serían los “racionales” y “sensatos”, según cierta visión; los segundos, son “los loquitos” y los malos de la película.
Dividir en dos a la llamada Cuarta Transformación
es políticamente tramposo y tiene un objetivo disciplinario, pero
además hace perder de vista la existencia de un movimiento político
heterogéneo aglutinado en torno a la figura de López Obrador. Podemos
pensar al menos en seis agrupaciones distintas dentro de la 4T:
los programáticos de izquierda: Tienen una fuerte base doctrinaria que
tienden a priorizar por encima de cálculos políticos. Ahí podríamos
identificar a Víctor Manuel Toledo, a Víctor Suárez, a María Luisa Albores, a Jesús Ramírez, a Alejandro Encinas, a Paco Ignacio Taibo II o a Luciano Concheiro.
Los ideológico-pragmáticos: su discurso apela fuertemente a una
doctrina o a un programa de izquierda, aunque se combina con un proyecto
político propio o con ciertos cálculos políticos. Ahí podrían estar Irma Eréndira Sandoval, Rocío Nahle o Gabriel García.
Los obradoristas incondicionales: los de la mayor confianza del Presidente, leales a él. Lo han acompañado durante años: Octavio Romero, Alejandro Esquer, César Yáñez, Bertha Luján, Rosa Icela Rodríguez y Horacio Duarte. Raquel Buenrostro hoy también está entre esos.
Los políticos profesionales: no necesariamente se ubican dentro del
campo de la izquierda (algunos sí en el progresismo) y tienden a ser
centristas y pragmáticos por encima de todo. Destacan por su eficacia
política. Ahí está Marcelo Ebrard, Mario Delgado y Zoé Robledo. Ricardo Monreal, también en este grupo, es una suerte de pragmático radical.
Los técnicos de centro-izquierda: son normalmente académicos y/o
algo parecido a funcionarios de carrera, con menos experiencia política.
Ahí podemos ubicar a Graciela Márquez, a Gerardo Esquivel, a Arturo Herrera y quizás también a Hugo López-Gatell.
El empresariado 4T: se han dedicado al sector privado y velan por sus intereses. Los mejores ejemplos son Alfonso Romo y Víctor Villalobos, cercano a Bayer–Monsanto y otras compañías del agronegocio. También están Eugenio Nájera o el subsecretario de Minería, Sergio Quiroga. Un buen ejemplo de empresariado 4T es el senador Armando Guadiana. Cuentan que en marzo, en una reunión entre funcionarios y empresarios del sector minero, aseguró: “Antes que ser senador, soy empresario”.
El Presidente sabe que este tipo de cuadros cabildea a favor de
intereses particulares o incluso personales. Y aunque esa actuación
pueda eventualmente poner en duda la narrativa de separación entre el poder económico y el poder político, es una forma de generar una interlocución con el empresariado.
Al final, los villalobos y los toledos
son igual de importantes para el armado político del Presidente. Ambos
forman parte de una estrategia para garantizar los equilibrios y
asegurar la gobernabilidad.
POR HERNÁN GÓMEZ BRUERA
HERNANFGB@GMAIL.COM
@hernangomezb
lctl
No hay comentarios.:
Publicar un comentario