Kamala Harris hace historia como candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos, pero en todo el mundo siguen existiendo barreras para que las mujeres accedan al poder
Fuentes: Al Jazeera
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Foto: La ministra japonesa Satsuki Katayama con otros ministros del gobierno Shinzo Abe en 2018 [Reuters]
Cuando
Satsuki Katayama fue
nombrada la única ministra del nuevo gobierno del primer ministro
Shinzo
Abe en
2018 en
seguida
se topó
con los obstáculos prácticos a los que se enfrentan las mujeres en
puestos dirigentes.
Justo
antes de la ceremonia de constitución del nuevo gobierno se le
informó de
que
no iba vestida correctamente para la ocasión. El código de
vestimenta del Palacio Imperial estipula que las mujeres deben llevar
vestidos largos, así
que
mientras los hombres se relajaban y charlaban distendidos con sus
compañeros
parlamentarios antes de la ceremonia Katayama se
tuvo que
marchar
a toda prisa
en
busca de
un atuendo más adecuado, solo
porque es una mujer.
Es fácil minimizar estos incidentes y
considerarlos molestias menores, pero cuando ocurren a diario actúan
como obstáculos y barreras para que las mujeres asuman puestos
dirigentes. Aunque las mujeres han hecho progresos, especialmente en
las sociedades capitalistas avanzadas, este sigue siendo un ámbito
nuevo para ellas, especialmente para las mujeres de color.
Esta semana el candidato demócrata a
la presidencia de Estados Unidos Joe Biden anunció que la senadora
Kamala
Harris será su compañera en la candidatura y la futura
vicepresidenta si Biden gana las elecciones en noviembre. Se trata de
un hito importante, la primera vez que se le da a una mujer de color
semejante posición en la lista de un partido importante en Estados
Unidos. Para algunas personas pone de relieve hasta qué punto
perdura el sistema patriarcal ya que se lo tuvo que otorgar un
hombre, Biden. Habrá que ver si es un verdadero indicador de
progreso o un gesto simbólico de los demócratas.
El hecho es que siguen estando muy
arraigados los obstáculos que impiden a la mayoría de las mujeres
llegar a posiciones de poder.
Los códigos de vestimenta, como el
código con el que tropezó Katayama, no son los únicos obstáculos
con los que se encuentran las mujeres en los parlamentos de todo el
mundo. Entre 2004 y 2014 Silvana Koch-Mehrin obtuvo un escaño como
parlamentaria alemana en el Parlamento Europeo de Bruselas. En esos
años se quedó embarazada, dio a luz y descubrió que no había
instalaciones para que las mujeres cuidaran a sus bebés, como
espacios privados en los que poder amamantarlos o cambiarles los
pañales. A menos que les pareciera bien hacerlo abiertamente en las
reuniones o en hemiciclo, las mujeres no podrían cumplir con sus
deberes parlamentarios poco después de dar a luz. “Era una de esas
necesidades que no están en el horizonte de los hombres”, afirma
ahora. “Yo podría simplemente haber utilizado mi despacho para
amamantar, pero ser trata de un parlamento en el que trabajan muchas
personas, no solo diputados, y no todas estas personas disponen de un
despacho privado” . En parte gracias a su propia campaña, desde
entonces se han creado instalaciones para mujeres en el Parlamento
Europeo, en el que la participación de las mujeres ha ido aumentando
de forma lenta pero constante cada año desde las primeras elecciones
en 1979.
En 2013 la europarlamentaria italiana Licia Ronzulli participó en una votación con su hija [Archivo: Reuters]
Durante su trabajo como política y parlamentaria en diferentes
parlamentos del mundo Koch-Mehrin observó muchos obstáculos
directos e indirectos para una verdadera participación igualitaria.
Por ejemplo, solo recientemente el Parlamento Italiano eliminó el
privilegio que tenían los diputados varones de tener cortes de pelo
gratuitos. “Es un pequeño elemento simbólico”, afirma. Pero
resume algunas de las desigualdades a las que se enfrentan las
mujeres. Mientras que los hombres se cortaban el pelo en el centro de
trabajo y en horas de trabajo,
las mujeres tenían que dedicar tiempo de sus obligaciones
parlamentarias a visitar una peluquería, una distracción de su
trabajo y, por lo tanto, una desventaja.
A consecuencia de lo que aprendió mientras fue parlamentaria
Koch-Mehrin encabeza ahora la red global de mujeres políticas Women
Political Leaders (WPL), cuya sede está en Reykjavik. El objetivo de
esta organización independiente es aumentar la cantidad de mujeres
que ocupan puestos de dirigentes políticos y su influencia, y en la
última década las investigaciones que ha realizado han puesto de
relieve las muchas barreras no legales a las que todavía se
enfrentan las mujeres.
“Resulta sorprendente que más de cien años después de que se
concediera por primera vez el derecho a voto a las mujeres (en
Islandia), todavía esté viva la primera mujer elegida presidente”,
afirma Koch-Mehrin. Se refiere a Vigdis Finnbogadottir que en 1980
ganó las elecciones presidenciales de Islandia y se convirtió en la
mujer jefe de Estado que más tiempo ha permanecido en el cargo, casi
16 años.
Por supuesto, Islandia está lejos de ser la norma. Aunque algunos
países habían tenido mujeres jefe de Estado antes de que
Finnbogadottir asumiera el cargo, desde entonces la cantidad de
naciones que han roto la barrera de género para elegir a una mujer
dirigente es notablemente baja. Estados Unidos, por ejemplo, continúa
luchando para lograrlo. “Sigue siendo un fenómeno nuevo en
sistemas políticos que durante cientos de años se han establecido y
adaptado a las necesidades de los hombres”, afirma Koch-Mehrin.
“Las mujeres siguen siendo el grupo ‘nuevo’ que trata de entrar”.
Silvana Koch-Mehrin en una sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo en 2009 [Archivo: Reuters]
Mujeres de color
El ascenso a la cima es todavía más problemático para las
mujeres de color, incluso en sistemas políticos que se han esforzado
por facilitar este paso de las mujeres en general. Es especialmente
claro en sociedades muy multiculturales, como Estados Unidos y Reino
Unido. Veamos, por ejemplo, las agresiones raciales y misóginas que
sufren las políticas de color en Reino Unido. Diane Abbott es una
exministra del Interior en
la sombra en Reino Unido. Según una investigación de Amnistía
Internacional, recibió casi la mitad (45 %) de todos los tweets
insultantes enviados a mujeres parlamentarias en el período previo a
las elecciones generales de junio de 2017. La investigadora de
Amnistía Internacional Azmina Dhrodia afirmó que como no se podían
tener en cuenta los tweets borrados, probablemente la verdadera
dimensión de los insultos fuera mucho peor. Aunque se excluyó a
Abbott del total, se concluyó que las parlamentarias negras y
asiáticas habían recibido un 35 % más de tweets insultantes que
sus colegas blancas.
Amanda Hunter es directora de investigación de la Barbara Lee
Family Foundation [Fundación de la Familia Barbara Lee] de
Cambridge, Massachusetts, que trabaja para incrementar la
representación de las mujeres en la política de Estados Unidos.
Según ella, “además de enfrentarse a los prejuicios de género,
las mujeres de color tienen que lidiar con los prejuicios raciales
durante la campaña electoral. Gracias a nuestras investigaciones
sabemos se supone que los hombres están cualificados, pero las
mujeres candidatas tienen que demostrar a los votantes que están a
la altura del cargo. Las mujeres tienen que demostrar que pueden
obtener resultados, mientras que los hombres simplemente pueden
entregar su currículum. Las mujeres de color y en particular las
mujeres negras tiene que trabajar el doble para demostrar que están
cualificadas, particularmente en aspectos como su trayectoria
referente a cuestiones económicas. También parece que las mujeres
de color tienen que hacer frente a más dudas de ‘elegibilidad’ que
sus colegas masculinos blancos”.
La exministra del Interior en la
sombra en el Reino Unido Diane Abbott con el entonces líder laborista
Jeremy Corbyn en 2019 [Getty Images]
“Un problema sistémico”
Han pasado cien años desde que algunas mujeres pudieron votar por
primera vez y casi cien años desde que fue elegida la primera mujer
en la Cámara de los Comunes de Reino Unido. Con todo, las mujeres
siguen estando muy poco representadas en ella, puesto que solo son el
32 % de todos los diputados.
“Aunque se han hecho progresos, todavía hay que trabajar mucho
para garantizar que el Parlamento refleja una gama diversa de voces”,
afirma Sam Smethers, presidenta de la Fawcett Society, un grupo que
trabaja para aumentar la participación de la mujer en el espacio
público y en los centros de trabajo en Reino Unido.
En primer lugar, como pone de manifiesto el informe
de 2019 del Banco Mundial Women, Business and Law [Mujeres,
negocios y derecho], no es cierto que se hayan eliminado totalmente
las barreras legales para la mayoría de las mujeres en la mayoría
de los lugares. El informe examina las leyes y regulaciones que
pueden obstaculizar la entrada de las mujeres en centros de trabajo o
emprender negocios en 187 países de todo el mundo y da a cada país
una puntuación de 100. El promedio es de 74,71. Esas regulaciones
van desde derechos legales hasta regulaciones sociales, como el hecho
de que se permita a las mujeres salir de casa sin el permiso de un
pariente varón. La investigación deja claro que la situación es
mucho peor para las mujeres en unos países que en otros.
Hasta el año pasado las mujeres de Arabia Saudí estaban sujetas
a la estricta ley de tutela del país que exigía a las mujeres tener
el permiso de un pariente varón para todo lo relacionado con el
trabajo, el ocio, las finanzas, el derecho y la salud. El año pasado
se relajó esta situación y ahora las mujeres pueden obtener el
pasaporte y viajar sin el permiso de un pariente varón, y se han
establecido algunas protecciones contra la discriminación en los
centros de trabajo. Aun así, Arabia Saudí sigue situada en el
último lugar del índice con una puntuación de sólo 25,63.
Aunque en los países del África subsahariana y del sudeste de
Asia continúan lejos la igualdad de condiciones, de hecho es en
estos países donde se han producido las mayores mejoras en los diez
últimos años. El África subsahariana registró el tercer aumento
más alto en el promedio regional ya que pasó de 64,04 a 69,63 en la
década. En Asia meridional fue donde se observó el mayor aumento
regional al pasar de 50 a 58,36. Le siguió Asia oriental y el
Pacífico, que pasaron de 64,8 a 70,73.
Según el informe, “la mayoría de los principales reformadores
introdujeron leyes sobre el acoso sexual o estipularon la no
discriminación para acceder al crédito. Un tercio de las
principales economías en proceso de reforma eliminaron las
restricciones laborales en el trabajo nocturno o en ciertos tipos de
trabajo”.
Sólo seis países (Bélgica, Dinamarca, Francia, Letonia,
Luxemburgo y Suecia) obtienen los 100 puntos completos en el Índice
de Mujeres, Negocios
y Derecho.
Hace diez años ninguno de estos países obtenía los cien puntos, lo
que indica que ha habido algún progreso. Francia es e país que más
progresos ha hecho en este periodo de tiempo ya que pasó de una
puntuación de 91.88 en el Índice de 2009 a 100 en 2019 gracias al
establecimiento de leyes contra la violencia doméstica, la
imposición de sanciones penales por acoso sexual en el centro de
trabajo y el establecimiento de la licencia parental remunerada.
“Me resulta bastante sorprendente que solo seis países traten
igual por ley a hombres y mujeres”, afirma Koch-Mehrin. “En gran
medida es un problema sistémico”
Sam Smethers encabeza un grupo que
trabaja para aumentar la participación de la mujer en los centros de
trabajo en Reino Unido [foto cortesía de Fawcett Society]
El trabajo de esposa
Cuestiones prácticas como los códigos de vestimenta y la falta
de instalaciones para las madres son elementos que frenan a las
mujeres. “El problema es cómo funciona el sistema”, afirma
Smethers. “Si tienes una familia y niños en la escuela, y haces
malabarismos para acudir todos los días al parlamento, entonces las
mujeres tiene menos posibilidades de atender un escaño”.
Gran parte de esto se debe a las expectativas que la sociedad tiene
generalmente de las mujeres, el fenómeno denominado “Second Shift”
[segundo turno] en Estados Unidos y «Wifework» [trabajo de esposa] en
Reino Unido por los libros con estos mismos nombres de Arlie Hochschild y
Susan Maushart respectivamente.
Anthony Pahnke, profesor asociado de relaciones internacionales de
la Universidad de San Francisco, donde también estudia a los
dirigentes políticos de Estados Unidos y América Latina, lo
considera el principal problema al que se enfrentan las mujeres en
las sociedades capitalistas avanzadas. “Desde que las mujeres han
entrado a formar parte de la fuerza de trabajo han acabado teniendo
dos trabajos”, afirma. “Los papeles de las mujeres han cambiado
en el mundo exterior, pero se las sigue considerando responsables del
hogar. Siempre hay estudiantes que afirman que eso es ‘una forma
anticuada de pensar’, pero no lo es. Aparece constantemente en lo que
opina la gente. En la población activa de Estados Unidos las mujeres
son inmigrantes. Y la política sigue siendo un reino del hombre”.
En 2014 WPL hizo un estudio global sobre las barreras no legales
que obstaculizan las carreras de las mujeres directivas empresariales
y dirigentes políticos. “Estudiamos por qué, a pesar de que las
empresas conceden los mismos derechos particulares a hombres y
mujeres, en la mayoría de los países todavía no conseguimos el
mismo nivel de participación. Ocurre lo mismo en todo el mundo”,
afirma Koch-Mehrin “No es en absoluto una cuestión exclusiva de la
política. Es una combinación de tener familia y trabajo, y de la
suposición de que a la mujer le corresponde encontrar las
soluciones. A ningún hombre se le pide en absoluto que gestione el
hogar y el trabajo. Además”, continúa, “las mujeres tienen que
ganarse la aprobación de su familia antes de poder siquiera empezar
a hacer malabarismos con ambas cosas. Las mujeres siguen buscando el
consentimiento y el permiso de su familia, una cuestión por la que
los hombres no tienen que preocuparse en la mayoría de los casos”.
La exprimera ministra Theresa May hablando en el Parlamento en Londres en 2019 [Reuters]
En 2018 The Fawcett Society elaboró un estudio
sobre cómo eligen los partidos políticos en Reino Unidos a los
candidatos parlamentarios. “Constatamos que en la inmensa mayoría
de los partidos políticos quienes hacían la selección tenían en
mente una idea muy rígida del candidato ideal y en la inmensa
mayoría de los casos era un hombre blanco de clase media”, afirma
Smethers. “De modo que cuando conocen a candidatas estas ya no son
‘lo que ellos tenían en mente’. Muchas mujeres afirmaban que se les
había preguntado cómo se iba a arreglar para cuidar a los niños y
quién cuidaría del hogar. Ni siquiera se contemplaba la idea de que
puedan tener un cónyuge que se ocupara de ello”.
“Simplemente se supone que los hombres están cualificados”
Por consiguiente, los estereotipos sociales son muy importantes.
“Simplemente se supone que los hombres están cualificados”,
afirma Hunter. “Las mujeres tienen que demostrar una y otra vez que
están cualificadas. Por lo tanto, es importante para ellas mostrar
que obtienen resultados y destacar sus éxitos. Las mujeres tienen
que estar más que preparadas. No puede haber errores”. Hunter cree
que esta es la razón de que varios países dirigidos por mujeres
hayan salido mejor parados de la pandemia de coronavirus, por
ejemplo, algo que ha atraído mucha atención de los medios de
comunicación. Las mujeres simplemente no se pueden permitir hacerlo
mal.
La primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern interviene en una cumbre en la ONU en 2019 [Getty Images]
En Nueva Zelanda, por ejemplo, se ha elogiado a la primera
ministra Jacinda Ardern por su estilo empático de comunicarse y por
el hecho de que el pico de coronavirus del país se produjera en
abril cuando hubo solo 22 personas muertas en una población de cinco
millones de personas.
“Cuando las mujeres nos presentamos al cargo de mandatario,
además de hacer una campaña electoral, tenemos que hacer una
campaña para que se crea en nosotras. Los hombres no tienen que
hacerlo. Se debe al estereotipo de que las mujeres no están tan
cualificadas”.
En 2018 WPL publicó su Índice
Reykjavik
de países del G7 y BRIC, en el que se examinaba cómo se veía y
estereotipaba a las mujeres cuando se trata de ser elegidas
dirigentes políticos. “Concluimos que es muy fuerte el estereotipo
de que las mujeres son menos adecuadas para puestos dirigentes. Lo
que hace que aún no hayamos llegado a ese punto es una combinación
de eso y las desiguales posiciones de partida”, afirma Koch-Mehrin.
La investigación
realizada por la Barbara Lee Family Foundation apoya firmemente esta
conclusión. “Cuando lo investigamos, los votantes con los que hablamos
reconocieron que se sometía a las mujeres un nivel mayor de exigencia”,
señala Hunter. A consecuencia de ello las candidatas también se someten a
sí mismas a un nivel mayor de exigencia. “Investigamos a los candidatos
y descubrimos que aunque hombres y mujeres afirmaron consumir la misma
cantidad de medios de comunicación, seguía siendo tres veces más
probable que las mujeres afirmaran que no se sentían lo suficientemente
informadas [para tomar decisiones de liderazgo sobre cuestiones
importantes]. Para las mujeres, la palabra ambición es una palabra
malsonante. Es amenazadora para muchas personas. Pero las mujeres están
empezando a defenderse unas a otras y a sí mismas”, añade.
En su trabajo sobre los dirigentes políticos en Estados Unidos y
América Latina Pahnke ha descubierto un tema común: la presunción
de que las mujeres no pueden “hacer” economía. “Se ha
investigado mucho acerca de los obstáculos a los que se enfrentan
las mujeres en la política, tanto aquí como en América Latina, y
lo he estudiado”, afirma Pahnke. “Parece que cuando la política
se convierte en economía, a las candidatas les va muy mal. Hay mucha
desigualdad en Estados Unidos y también en 2016 [cuando se
produjeron las últimas elecciones presidenciales] el comercio era un
tema fundamental. No se trataba solo de la conexión entre Hillary
Clinton y el NAFTA [siglas en inglés de Tratado de Libre Comercio de
América del Norte] sino que también estaba el problema del género
y esta idea de que las mujeres no pueden hacer economía”.
Elizabeth Warren habla a la prensa
ante su casa acerca del final de su campaña a la presidencia de Estados
Unidos en 2020 [Reuters]
Pahnke cree que es una de las razones por las que no tuvo éxito
la candidatura de Elizabeth Warren a la presidencia por el Partido
Demócrata. “No se trata de la competencia de Elizabeth Warren”,
añade. “Su equipo hizo muchas declaraciones políticas sobre temas
que iban desde la agricultura a los bancos, y pidió ideas a la gente
sobre alimentación y agricultura. Habría sido una gran presidenta.
Veamos el caso de “Medicare For All” [el programa de asistencia
sanitaria universal]. Bernie [Sanders] no dio respuestas. Warren sí
las dio y su popularidad bajó debido a la ceguera sobre la capacidad
de las mujeres para gestionar la economía”.
Dedicarse a la política nacional es ir demasiado lejos
Smethers señala que aunque en la política local se acepta mucho
más a las mujeres, también hay ceguera acerca de su idoneidad para
el liderazgo nacional. “El público las votará en el ámbito
local. Hay datos que muestran que el público afirma que quiere ver a
mujeres en la política porque le parece que ellas le representan
mejor. Pero cuando se trata niveles superiores, están más expuestas
y si no parecen hombres machistas y se expresan como ellos, no se las
toma en serio”, afirma.
A esto se une el hecho de que las mujeres tienen un acceso
limitado a las finanzas y a las redes cuando se trata de
promocionarse para puestos dirigentes. Hunter afirma que en Estados
Unidos, por ejemplo, el sistema es profundamente patriarcal en su
modo de operar con las dinastías políticas familiares y el acceso a
la riqueza. “Muchos de los puestos en el Congreso y el Senado se
han convertido en puestos familiares… y es extremadamente
importante tener apoyo financiero”.
Amanda Hunter trabaja para incrementar
la representación de las mujeres en la política estadounidense [Foto
cortesía de la Barbara Lee Foundation]
Koch-Mehrin añade: “Es bien sabido que las mujeres no tienen el
mismo acceso a los donantes y la financiación de las campañas, ni
participan en ello del mismo modo. Los partidos políticos dan menos
a las candidatas”.
A consecuencia de todos estos factores las mujeres también se
enfrentan a muchas más agresiones cuando desempeñan un cargo
público, otro factor disuasorio para desempeñar puestos importantes
en la vida pública. El hecho es que grandes sectores de la sociedad
se siguen oponiendo vehementemente a que la mujer esté en la vida
pública.
Según cifras
de la ONU y de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE), más del 80 % de las parlamentarias informan de
haber sido objeto de acoso e insultos on line, que van desde
ocurrencias acerca de su atractivo hasta la violencia física, fatal
en ocasiones, como en el caso de la parlamentaria británica Jo Cox a
la que un activista de extrema derecha disparó y apuñaló hasta
causarle la muerte en 2016. En 2018 la política brasileña Marielle
Franco fue asesinada en su coche en circunstancias similares. En este
caso los dos sospechosos del asesinato habían sido fotografiados
previamente con el presidente del país Jair Bolsonaro. Ambas mujeres
también habían sufrido campañas de agresiones on line. “El
acoso y las agresiones on line son pésimos para las mujeres,
con amenazas de muerte y amenazas de violación. Es un enorme
elemento disuasorio para que las mujeres participen en la política”,
afirma Smethers.
“Las mujeres lo pasan muy mal en la vida pública. Se analiza al
milímetro cualquier aspecto de su vida, si están casadas, si tienen
hijos, etc., y ese escrutinio puede ser agotador y amenazador”,
añade Koch-Mehrin.
Hunter afirma que este escrutinio les dificulta enormemente
concentrarse y es una pérdida de tiempo para mujeres que deberían
tener la libertad de dirigir su atención a su trabajo y a su
candidatura, y supone una desventaja más a la que sus colegas
masculinos no se enfrentan.
“Si nos fijamos en las senadoras (es un buen ejemplo de uno de
los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres) pagan un precio
mucho mayor si cometen un error”
La candidata a la vicepresidencia de
Estados Unidos, la senadora Kamala Harris interviene en un debate
presidencial demócrata [Saul Loeb/AFP]
La senadora Kamala Harris, la demócrata de California que el año
pasado anunció que se presentaba como candidata a la presidencia y
que ahora se presenta a la vicepresidencia junto con Joe Biden, se
llevó una buen bronca tras afirmar en una entrevista distendida que
escuchaba a raperos como Tupac y Snoop Dogg mientras fumaba cannabis
en la universidad, cuando en realidad los discos que mencionaba se
publicaron después de que se licenciara. “Después acabó teniendo
que defender ese error durante muchos días, lo que la distrajo de
sus objetivos políticos”, afirma Hunter. “Los hombres pueden
reírse simplemente de esas meteduras de pata, pero las mujeres tiene
que defenderse”.
Las mujeres están sujetas a unos criterios que los hombres no
tienen que cumplir. En 2019, por ejemplo, Politico
publicó un artículo
titulado “Warren battles the ghosts of Hillary” [Warren lucha
contra los fantasmas de Hillary] y lo tweeteó
con el comentario “¿Cómo evita una “reedición” de Clinton
Elisabeth Warren, tachada de demasiado desagradable antes de que
despegue su campaña?”. “Ante la pregunta de si era
suficientemente ‘agradable’, en las redes sociales hubo una inmensa
respuesta de indignación impulsada por mujeres”, afirma Hunter.
“Las mujeres están verdaderamente hartas y simplemente ya no
quieren seguir soportando este sexismo flagrante, incluso sólo
cuatro años después de 2016 [cuando Hillary Clinton perdió las
elecciones presidenciales contra Donald Trump]”.
Smethers señala la forma en que los medios de comunicación
también tratan como objetos a las mujeres. “Te encuentras con que
los medios hablan de las piernas de [la primera ministra de Escocia]
Nicola Sturgeon y dedican muchas páginas a la ropa que llevan [las
políticas]”. El resultado es una existencia muy limitada para las
políticas a menos que sean lo suficientemente valientes para
soportar las agresiones resultantes de haber expresado, aunque sea un
poco, opiniones incómodas.
Aunque… Margaret Thatcher
Muchas de las personas que niegan la idea de que las mujeres se
enfrentan a complicados obstáculos para ocupar puestos dirigentes
señalan la única excepción notable: Margaret Thatcher, que fue
primera ministra de Reino Unido desde 1979 hasta 1990. Pero tanto
Smethers como otras personas que han estudiado su mandato afirman que
Thatcher lo logró emulando el estilo masculino de liderazgo.
La primera ministra británica Margaret
Thatcher y el primer ministro chino Zhao Ziyang en diciembre de 1984
[Archivo: The Associated Press]
“Margaret Thatcher tenía un carácter muy populista (venta de
casas de protección oficial, poner en venta acciones de British
Gas). A la gente le parecía que su vida estaba mejorando. Ella jugó
con las aspiraciones de la gente. Pero tenía que demostrar a los
hombres que podía lograrlo. No podía dar muestra de ninguna
debilidad. Siempre estaba pendiente del menor detalle, no se le
pasaba nada. Su base de poder consistía en ser la Dama de Hierro. No
le puso fácil a las mujeres seguirla. No se ocupó de las barreras
sistémicas, se limitó a operar dentro de ellas”.
En cambio, afirma Koch-Mehrin, la canciller de Alemania Angela
Merkel no se ha limitado a encajar en el patrón masculino de los
dirigentes políticos. En vez de gobernar con mano de hierro o de
tomar las riendas con contundencia machista, Merkel ha basado su
postura en el consenso y la aceptación. “Angela Merkel sabé cómo
funciona el sistema”, señala Koch-Mehrin.
“Las mujeres suelen tener una vida política más corta que los
hombres debido a las normas informales y a los acuerdos secretos, que
no forman parte de las normas oficiales y no están a disposición de
las mujeres. Angela Merkel es diferente a esto. Conoce a todas y cada
una de las personas de su partido. Ha trabajado con todos los
dirigentes internacionales, de modo que está familiarizada con las
normas no escritas”.
La canciller alemana Angela Merkel en la cumbre de dirigentes de la Unión Europea en febrero [Reuters]
“Pero en sus discursos tiene un estilo muy diferente al de los
hombres. No grita ni se quita la chaqueta para arremangarse. Tiene
una forma de hablar más analítica y menos atractiva. No da
puñetazos en la mesa. Su estilo consiste en sopesar opiniones y
crear una base de consenso sólida, algo que requiere tiempo.
Consigue que la gente esté de acuerdo y entonces toma una decisión.
Lo que mejor hace es crear consenso y colaborar.”.
“En las fotos de ella en el congreso del partido, los medios de
comunicación toman nota de cuántos asientos se colocan lejos de su
gente. Pero nunca lo dice ella misma. Su credibilidad personal es que
desea servir. Vive en un piso modesto y no frecuenta los yates de
multimillonarios. A diferencia de muchos dirigentes hombres, tiene un
estilo de vida con los pies en la tierra”.
Rechazar el patrón masculino
Por consiguiente, ¿la respuesta para las mujeres es simplemente
dejar de tratar de emular a los hombres para conseguir puestos de
poder? A fin de cuentas, el resultado de hacerlo es solo éxitos
puntuales como Margaret Thatcher, que no resuelven ninguno de los
obstáculos a los que se suelen enfrentar las mueres.
Hunter afirma que es algo que finalmente está empezando a
suceder. “Con las mujeres de la generación del milenio se puede
constatar verdaderamente un cambio en este sentido. El Movimiento
#MeToo las ha motivado mucho. Las mujeres ahora avanzan más que
nunca”.
En vez de limitarse a encajar en el patrón masculino, más
mujeres empiezan a presentarse como seres humanos completos y a
adoptar el “enfoque de 360 grados”, como Hunter lo denomina. Pone
el ejemplo de Ayanna Pressley, la diputada estadounidense por el
séptimo distrito del Congreso de Massachusetts y una mujer de color.
“Ayanna Pressley es un ejemplo de una candidata 360 grados, como lo
son muchas de las mujeres de su estilo que fueron elegidas para el
Congreso (después de 2016). En vez de tratar de encajar en un patrón
anticuado que fue creado para un hombre, las mujeres están mostrando
a los votantes toda su experiencia humana y cómo influirá en su
forma de liderar”. Por ejemplo, durante su campaña Pressley habló
de tener que trabajar para pagar la universidad como una forma de
demostrar a los votantes de su distrito que comprendía sus problemas
financieros. Habló de ser una superviviente de una agresión sexual
y de tener familiares en el sistema de justicia penal.
Hunter señala que otro buen ejemplo de ello es la senadora Tammy
Baldwin que durante su campaña publicó un anuncio sobre la adicción
de su madre. La senadora republicana Martha McSally es otra mujer que
ha hablado de ser una superviviente de una agresión sexual. “Al
mostrar diferentes aspectos de sus experiencias de vida las mujeres
demuestran a los votantes que están en contacto con los retos
cotidianos a los que se enfrenta la población estadounidense.
Sabemos gracias a nuestra investigación
que eso es muy importante. Lo vimos durante el ciclo 2020 cuando
Elizabeth Warren habló de hacer frente a la discriminación por
embarazo y la senadora Harris habló de ir en autobús a la escuela
de niña”.
Ayanna Pressley, a la izquierda, en
una rueda de prensa con la diputadas demócratas Ilhan Omar, Alexandria
Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib en 2019 [Reuters/Erin Scott]
Smethers añade que las mujeres dirigentes están empezando a
permitirse demostrar características distintas de las de los
hombres, como la falta de autocomplacencia, lo que en cierto modo
puede explicar por qué algunas mujeres dirigentes parecen haber
gestionado la experiencia que han tenido sus países de la pandemia
de coronavirus mejor que sus colegas masculinos. “Los dirigentes
masculinos pueden utilizar un estilo muy machista y una gran
debilidad es la autocomplacencia. Por ejemplo, cuando Boris Johnson
salió del hospital y estrechó la mano de la gente demostró una
actitud muy displicente. Muchos de nuestros líderes simplemente no
se tomaron la pandemia lo suficientemente en serio”. Este error no
lo cometieron la mayoría de las mujeres dirigentes, como se puede
ver por la forma de gestionar la pandemia en Nueva Zelanda, Islandia,
Alemania y San Francisco, entre otros lugares.
“En segundo lugar está la calidad y el estilo de las
comunicaciones”, señala Smethers. “Las mujeres tienden a ser más
abiertas, más humanas y más tranquilizadoras. En Nueva Zelanda y
Alemania hay un estilo diferente de comunicarse con el país.
Simplemente parece que se preocuparan más”.
¿Algunos sistemas políticos son mejores para las mujeres?
No es de extrañar que los países que van a la cabeza de mujeres
dirigentes a menudo sean aquellos que han concedido sistemáticamente
más acceso a las mujeres. “Los países con mujeres en los cargos
más altos tienen sistemas diferentes”, afirma Hunter. “Hemos
descubierto que los votantes están dispuestos a apoyar que las
mujeres formen parte de un órgano deliberativo. Si después ese
órgano deliberativo las sitúa en el puesto dirigente, una vez que
los votantes las ven en ese puesto, es más probable que las vuelvan
a votar”.
Según Pahnke, también es más probable eso que lo facilite más
el sistema parlamentario que el presidencia. “Las elecciones
presidenciales se pueden convertir en referéndums sobre
masculinidad”. “En Alemania y Nueva Zelanda hay más
oportunidades de que los votantes se expresen a través de las
diferentes opciones de partidos, hay más opciones electorales”,
señala. “Por ejemplo, en Alemania hay un Partido Verde viable que
tiene escaños en el Parlamento. Los sistemas parlamentarios también
dan lugar a líderes que pueden llegar a compromisos porque tienen
que formar coaliciones por necesidad, de no hacerlo no pueden dirigir
el gobierno. Cuando se tienen más opciones de partido, los partidos
pueden centrarse más en uno o dos temas que pueden atraer
particularmente a las mujeres y, por lo tanto, a más candidatas”.
Smethers afirma que de forma similar cuando la gente está en
general más abierta a las ideas progresistas es más probable que
acepte a mujeres candidatas. “Nueva Zelanda es quizá más
progresista en general. Fue uno de los primeros países que concedió
el voto a las mujeres y son mucho más activos en cuestiones
relacionadas con los derechos humanos. Un poco de ideas progresistas
abre la mente a los demás”.
Koch-Mehrin cree que los sistemas que han visto más cantidad de
mujeres en el poder político son los que han reformado su forma de
trabajar, como los cambios realizados en el Parlamento de la Unión
Europea para tener en cuenta a las madres de bebés.
Pero se trata sobre todo de construir un historial de más mujeres
en el poder para crear una nueva “normalidad” que los votante
empezarán a aceptar sin plantearse preguntas. “Por tercera vez
vemos en Finlandia un gobierno en el que hay más ministras que
ministros, de modo que ya no es una noticia novedosa en Finlandia.
Es una cuestión de números, simplemente el hecho de aumentar la
cantidad de mujeres en el poder es enormemente importante”.
La primera ministra Sanna Marin, la
ministra de Educación Li Andersson, la ministra de Finanzas Katri
Kulmuni y la ministra del Interior Minister of Interior Maria Ohisalo de
Finlandia tras la primera reunión del gobierno en Helsinki, Finlandia,
el 10 de diciembre de 2019 [Reuters]
De forma similar, en la Unión Europea la cantidad de mujeres
parlamentarias ha aumentado cada año desde las primeras elecciones
en 1979 y ahora llega casi al 40 %.
Hunter afirma que es fundamental el hecho de que las mujeres hayan
empezado a apoyarse mutuamente, animadas por la campaña #MeToo.
“Después de 2016 se produjo la Marcha de las Mujeres en 2017 y se
eligió a una cantidad récord de mujeres para ocupar cargos en
Estados Unidos. En las últimas nominaciones de candidatos a la
presidencia tuvimos seis mujeres en la lista de candidatos y también
mucha más diversidad. Por lo tanto, hay personas que están
creciendo ahora y que no recordará una época en que las mujeres no
estuvieran en las listas de candidatos. Este ciclo ha sido muy
diferente del período previo a 2016. Esta vez los votantes han
podido ver a mujeres debatiendo y apoyándose mutuamente. Esto es lo
que creará los cimientos para que la gente empiece a ver que votar a
una mujer no es algo extraordinario. Vemos de distinta manera a
mujeres comprometidas y activas. Parece que el cambio es más posible
que nunca”.
Utilizar cuotas, “los hombres no están ahí por sus méritos”
Si el hecho de que haya más mujeres en el poder es clave para que
más mujeres lleguen a ser dirigentes, muchas personas argumentan que
entonces las cuotas son esenciales para lograrlo. Sin embargo, la
idea de las cuotas es muy polémica, de modo que WPL no tiene una
postura formal al respecto porque sus miembros no están de acuerdo
acerca de la utilidad de las cuotas. Con todo, Koch-Mehrin afirma:
“Mi opinión personal es sí, necesitamos cuotas para normalizar la
idea de las mujeres en el poder”. Afirma que, de hecho, las cuotas
se pueden utilizar para motivar a los hombres para que sean más
activos en la promoción de las candidatas. Los estatutos del Partido
Verde Alemán, por ejemplo, estipulan que la cantidad de candidatas y
de candidatos debe ser igual, lo que significa que los hombres
simplemente no se pueden presentar para un cargo a menos de que se
aseguren de que también se presenta una mujer. “Si un partido lo
establece como norma, entonces se convierte en normal”, afirma
Koch-Mehrin
En
Estados Unidos, donde son impopulares las cuotas para las mujeres,
está claro que las mujeres tienen dificultades para obtener los
puestos más altos. Hunter afirma que la Barbara Lee Family
Foundation ha hecho una investigación que demuestra que para que una
mujer llegue a ser presidente tendrá que tener en su historial el
haber desempeñado el cargo de alcaldesa y de gobernadora. Pero hasta
que los partido no empiecen a promover activamente a las mujeres para
escaños que se pueden ganar es poco probable que eso ocurra pronto.
Aunque después de la elección de Donald Trump como presidente en
2016 en Estados Unidos hubo una cantidad récord de mujeres elegidas
para puestos de poder (en la Cámara de Representantes se eligió o
reeligió a la cantidad récord de 103 mujeres), Pahnke afirma que la
representación de la mujeres en Estados Unidos sigue siendo baja.
“Se ha hablado de un aumento de esa cifra y lo ha habido, pero
sigue siendo muy baja, afirma. “Tenemos un 23 % de mujeres en la
Cámara de Representantes, que es muy bajo. Es un problema
fundamental en Estados Unidos porque no existe apoyo institucional
para las mujeres candidatas. En este sentido Estados Unidos está muy
mal. Incluso cuando existen cuotas para las mujeres, no se asignan
recursos para hacer que funcionen. No se hace nada al respecto en
Estados Unidos”.
Carrie Lam Cheng Yuet-ngor, de Hong Kong, de pie junto a otros funcionarios [Reuters]
Smethers añade: “Ahí donde mejoramos la representación de las
mujeres en general conseguimos más mujeres dirigentes. En Reino
Unido los partidos de izquierda, Laboristas y Demócratas Liberales,
son progresistas respecto a las listas de mujeres. El Partido
Conservador, sin embargo, afirma que quieren que las mujeres lleguen
allí por sus méritos. Pero los hombres no están allí por sus
méritos”. A consecuencia de ello solo el 24 % de los diputados
conservadores en Reino Unido son mujeres, mientras que el 51 % de los
diputados laboristas y el 66 % de los diputados demócratas liberales
son mujeres. “A los laboristas les ha costado 20 años lograrlo,
pero también han mejorado a la hora de situar a las mujeres en
puestos elegibles”, afirma Smethers. “Hay que intervenir.
Alrededor del 80 % de los países que tienen más del 30 % de mujeres
diputadas han utilizado la intervención para lograrlo. Si solo se
espera a que ocurra, no sucede”.
De hecho, puede que estemos en el año del centenario del sufragio
femenino en Occidente, pero costó más de 70 años que las mujeres
obtuvieran el voto. El cambio es lento y, aunque se acepte más las
mujeres como dirigentes potenciales, costará tiempo hasta que deje
de ser algo excepcional.
Cuando la Barbara Lee Family Foundation investigó
la actitud de los votantes respecto a la idoneidad de las mujeres
para ocupar puestos dirigentes, concluyó que los votantes
frecuentemente afirmaban que votarían por una mujer “cualificada”.
“Se asume que los hombres están cualificados; las mujeres, no”,
señala Hunter.
En un momento especialmente sombrío, Helen Clark, la exprimera
ministra de Nueva Zelanda, dijo que la verdadera medida de la
igualdad llegaría cuando haya tantas mujeres mediocres en puestos de
poder como hombres mediocres. ¡Menuda meta por la que luchar!
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de
respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y
Rebelión como fuente de la traducción.